Pocas veces un viaje de Estado tiene un objetivo tan definido y compartido por visitante y anfitrión. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha comenzado en España un recorrido europeo destinado obtener el apoyo político y económico de la Unión Europea a las negociaciones de paz que mantiene con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde finales de 2012. En concreto, Santos quiere regresar a su país con la certeza de que cuenta con el dinero para poner en marcha de inmediato un hoy hipotético acuerdo de paz. Para ello, Santos sabe que el respaldo de España es clave. El presidente colombiano visitará París, Londres, Berlín, Lisboa, Bruselas y, en primer lugar, Madrid.
El compromiso europeo podría venir a través de la convocatoria de una conferencia de donantes para la creación de un fondo fiduciario que aporte los 45.000 millones de dólares que, según la Comisión de Paz del Senado de Colombia, se necesitarán para la aplicación de los acuerdos de paz. Las tareas de reconstrucción exigirán inversiones inmensas: desde la creación de instituciones en las áreas del país que el Estado recuperaría con el fin del conflicto –que han estado durante décadas controladas por la guerrilla–, hasta planes de desarrollo rural integral, incluyendo la sustitución de cultivos de coca y la construcción de infraestructuras.
El viaje del presidente colombiano no debe interpretarse como que la paz es ya un hecho. En este sentido, la ministra de Asuntos Exteriores colombiana, María Ángela Holguín, advirtió en un viaje a Madrid a principios de octubre que cualquier cosa puede pasar y que el principio de las negociaciones en marcha es que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Sin embargo, la canciller insistió en la importancia de tener los recursos necesarios en el momento que se firme la paz. El objetivo es evitar que en el postconflicto se generen lo que la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, señala como “vacíos de poder peligrosos”.
Las negociaciones de La Habana se articulan alrededor de cinco puntos: política de desarrollo agrario integral; participación política; drogas ilícitas; víctimas y justicia transicional; y fin del conflicto. Sobre los tres primeros ya se han llegado a acuerdos. Los dos restantes son quizá los más complejos, pues afectan a las víctimas: entre 1958 y 2012, más de 220.000 muertos, 180.000 de ellos civiles, junto a secuestros, desapariciones y el desplazamiento masivo de poblaciones. Puesto que las negociaciones se abrieron con la condición de someter cualquier acuerdo a un referéndum u otro mecanismo de refrendación por los colombianos, de alcanzarse la paz será gracias a las víctimas.
Si Chile, Cuba, Noruega y Venezuela están acompañando el proceso de negociación en La Habana, Santos busca ahora que la UE desempeñe en Colombia un papel similar al que tuvo en el proceso de paz en Centroamérica en la década de los noventa. El pasado 22 de octubre en un encuentro organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) en Cartagena de Indias, el expresidente de Guatemala Vinicio Cerezo recordó el apoyo español para sacar adelante el proceso de paz en Centroamérica, y señaló las lecciones de ese proceso para lo que hoy se negocia en Colombia y su impacto regional.
Santos tiene razón cuando afirma que “lo que pase en Colombia tendrá profundas consecuencias para la resolución de futuros conflictos en cualquier parte del mundo”. Los efectos serán inmediatos en América Latina. La oportunidad es única. Los retos enormes, sobre todo para los países centroamericanos que son tránsito del 90% de la cocaína que llega a Estados Unidos procedente de Colombia.
El viaje de Santos recuerda en muchos aspectos a la gira que en mayo de 1987 realizó el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, en busca de apoyo al proceso de paz en Centroamérica y que pretendía poner fin a los conflictos armados en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Arias visitó entonces Madrid, Lisboa, Londres, Bonn, Roma y París. Ese mismo año recibió el premio Nobel de la paz por su contribución a la pacificación de la región.
Por Áurea Moltó, subdirectora de Política Exterior. @aureamolto