La visita de Barack Obama a España entre el 9 y el 11 de julio de 2016 pondrá fin a una anomalía histórica. Desde la etapa de Richard Nixon no se vivía un periodo tan largo en el que un presidente de Estados Unidos no visitaba España. El último en hacerlo fue George W. Bush en 2001, quien eligió España como primer destino europeo después de su toma de posesión. Desde entonces, y una vez normalizadas las relaciones políticas de tras la llegada de Obama a la Casa Blanca, España ha sido calificada de “aliado estratégico” para EEUU en el marco de una relación, definida por el secretario de Estado, John Kerry, como “excelente”, y que se extiende al ámbito económico y a la defensa.
El Convenio de Defensa de 1988 es el marco para la cooperación en material de defensa entre España y EEUU. Fue revisado en 2002 y, en 2012 y 2015, se firmaron dos sucesivos protocolos de enmienda para permitir el uso permanente de la base aérea de Morón de la Frontera (Sevilla) por parte de las Fuerzas Aéreas de EEUU. Las bases de Morón y Rota son hoy estratégicas para la proyección militar estadounidense en Europa, África y Oriente Próximo.
Las visitas de altos dirigentes estadounidenses a España, sin embargo, no se han caracterizado por su frecuencia en comparación con las realizadas a otros países europeos. Llama la atención, asimismo, que en el panorama estratégico español, las relaciones con EEUU, a pesar de su enorme relevancia en cuestiones clave como el económico, cultural, político y, sobre todo, de seguridad, sigan estando en un cuarto puesto, por detrás de Europa, Latinoamérica y el Mediterráneo. Este es literalmente el orden en el que la Estrategia Española de Acción Exterior o la de Seguridad Nacional sitúan a las relaciones con EEUU. Este hecho resulta insólito entre los países de nuestro entorno, ninguno de los cuales sitúa en cuarto lugar la relación con la primera potencia mundial. Por otra parte, las relaciones con EEUU siguen siendo una cuestión polémica en la política doméstica, donde se persiste un antiamericanismo residual que se manifiesta en cuestiones como las negociaciones comerciales. Para entenderlo, es necesario analizar la evolución histórica de las relaciones bilaterales.
Antiamericanismo residual
De todos los debates generados por la política exterior española, el más repetitivo y duradero es el generado en torno al consenso y el disenso; esto es, el acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas sobre cómo debería determinarse la política exterior. Desde el punto de vista del disenso, pocos asuntos han generado tanta controversia y han marcado tanto el debate sobre el lugar de España en el mundo como el de las relaciones con EEUU. El debate se remonta en el tiempo, con episodios conocidos como el apoyo de Bernardo de Gálvez a la independencia de EEUU, la compra de Florida o la Guerra de Cuba.
Las relaciones bilaterales modernas comenzaron durante el franquismo, tras la visita que el presidente Eisenhower a España, y que fue el punto de partida de cierta apertura de la España de Franco hacia el mundo, así como a la concesión de ayuda económica en el marco de la guerra fría y al establecimiento de bases militares estadounidenses en territorio español. Estas relaciones se mantendrían con pocos cambios hasta la llegada de la democracia, cuando se hizo necesario repensar el papel que España quería en el mundo, lo que llevó a replantear la presencia militar estadounidense.
Durante la transición hubo dos momentos de particular tensión en las relaciones bilaterales. El primero fue la entrada de España en la OTAN, decisión tomada por el presidente Leopoldo Calvo Sotelo y más tarde sometida a referéndum con Felipe González en el gobierno. El segundo, el apoyo del gobierno de José María Aznar a la George W. Bush durante la guerra de Irak en 2003, lo que para muchos alteró las coordenadas estratégicas principales de la política exterior española en su dimensión europea y mediterránea, rompiendo el consenso existente. La retirada de las tropas de Irak decidida por José Luis Rodríguez Zapatero en 2014 rebajó el nivel de las relaciones con EEUU los siguientes cuatro años, durante los cuales, no obstante, los vínculos económico, cultural y de seguridad se mantuvieron excelentes.
Si bien el propio Bush extendió la invitación a Zapatero para participar en la Cumbre del G-20 en Washington (después de ingentes maniobras diplomáticas), la relación bilateral no se normalizaría plenamente hasta la llegada de Obama a la presidencia. Fue sin embargo Zapatero quien contribuyó a revitalizar la relación con su decisión de alojar en España parte del escudo antimisiles que la administración Obama planteaba establecer en Europa. El gobierno de Mariano Rajoy ha mantenido estable el vínculo con Washington. Entre los hitos de su política hacia EEUU destacan la reforma del Convenio de Defensa, la reunión con Obama en el Despacho Oval, la visita de Felipe VI a EEUU y la del secretario de Estado, John Kerry, a España. Antes que Kerry, ya habían visitado el país altos cargos de la administración estadounidense como Hillary Clinton y Leon Panetta. Pese a todo, la escasez de la visitas no ha dejado indiferente a un sector de la diplomacia y el gobierno español, que ha considerado que la respuesta estadounidense a los esfuerzos españoles por mejorar la relación ha sido insuficiente. La actual visita de Obama vendría a compensar esos esfuerzos.