Por Pablo Colomer.
El diario The Economist ya avisó con inquietante antelación del peligro que representaban burbujas como la “puntocom”, que estalló en 2000, o la inmobiliaria, que lo hizo en 2008. Ahora vuelve a la carga señalando el horizonte al grito de: “¡Peligro, burbuja a la vista!”. Por el bien de todos, y dados los precedentes, convendría prestarle un poco de atención antes de poner todos nuestros (magros) ahorros en acciones de Twitter.
En este caso, en efecto, el peligro vuelve a tener forma de burbuja digital, con las empresas relacionadas con las Red revalorizándose en el mercado a una velocidad vertiginosa. ¿Acaso no hemos aprendido nada en esta década de turbulencias financieras? ¿No nos enseñaron nuestras madres que burbujear es de muy mala educación?
La primera burbuja “puntocom” se gestó en la segunda mitad de la década de los noventa. Una fuerte corriente especulativa bañó el mundo desarrollado, en especial Estados Unidos, entre 1997 y 2001, gracias al avance de las empresas vinculadas al nuevo sector de Internet y a la llamada “nueva economía”. El capital de riesgo llovía como el maná, los precios de las acciones subían como la espuma y en este ambiente de exhuberancia las empresas basadas en Internet (las llamadas empresas “puntocom”) proliferaron como setas. Las bolsas de las naciones occidentales vieron un rápido aumento de su valor: en marzo de 2000, el Nasdaq (que comprende a las empresas de alta tecnología en electrónica, informática, telecomunicaciones…) superaba los 5.000 puntos.
A partir de ahí, el abismo. La burbuja reventó y en octubre de 2002 el Nasdaq regresaba a niveles de 1996, en torno a los 1.300 puntos. Diez años después, los indicios de que podemos estar ante una nueva burbuja tecnológica proliferan, con empresas relacionadas con la web 2.0 a la cabeza de la carrera por la conquista de generosos inversores. En lo que va de año, el Nasdaq acumula un alza del 7,9%, que se suma al 16,9% de 2010 y al 43,9% de 2009. Las valoraciones de las empresas del sector vuelven a crecer, vuelven a producirse salidas a Bolsa y también compras caras, como la que acaba de efectuar Microsoft por Skype.
Facebook, Twitter y LinkedIn, Groupon (web líder de cupones de descuentos), Rovio (creadora del popular Angry Birds) y Zynga (FarmVille, en su caso)… A todas ellas hay que sumar a las compañías chinas como Renren (el Facebook chino) o Youku (equivalente: You Tube). Según The Economist, por ahí podría precisamente empezar a tomar dimensiones peligrosas una posible burbuja. Sin embargo, los escépticos son numerosos. Todos coinciden en que la valoración de estas compañías (en especial de algunas como Twitter o Spotify, que aún generan pérdidas) es alta, pero que en este caso se trata de compañías, la mayoría, con ventas fenomenales y beneficios considerables, a diferencia de lo que sucedió en 2000. Y por ello muchos analistas apuntan a otro fecha: 1995, cuando empezó la carrera del oro en internet.
Si tal es el caso, lo más recomendable, como están haciendo numerosos inversores privados (véase el caso de DST, ahora Mail.ru, que en 2009, cuando los inversores americanos estaban sentados de brazos cruzados, llenó de dólares los bolsillos de empresas como Facebook o Groupon), sería lanzarse a la piscina. El momento sería inmejorable. Los rendimientos, espectaculares. El riesgo, mínimo… En fin, que no aprendemos.
Para más información:
The Economist, “Internet businesses: Another digital glod rush”. Artículo, mayo 2011.
Guillermo S. Vega, “¿Burbuja tecnológica? No… por ahora”. Cinco Días, mayo 2011.
Carlos Arenillas y David Vegara, “La crisis bursátil”. Economía Exterior núm. 23, invierno 2002-2003.
Aquilino Morcillo, “La crisis económica del comienzo del milenio”. Economía Exterior núm. 23, invierno 2002-2003.