Peter Levine, experto en ciudadanía y participación política, es profesor de filosofía en Tufts University. Nos sentamos con él para hablar sobre polarización y desafecto en Estados Unidos durante el reciente coloquio de IELAC/CAF.
Política Exterior (PO): Tanto Europa como Estados Unidos han experimentado turbulencias políticas desde 2008. ¿Cuál es la principal diferencia a ambos lados del Atlántico?
Peter Levine (PL): La diferencia más obvia es el sistema bipartidista de EE UU, que es prácticamente inamovible. En EE UU la polarización se articula entre dos partidos cada vez más enfrentados. En Europa –desde Grecia a España, pasando incluso por el Reino Unido– se articula con la formación de nuevos partidos políticos.
PO: Una de los factores que más está erosionando la confianza ciudadana en el gobierno de EE UU es el enfrentamiento entre el presidente y el Congreso. El Congreso está firmemente en manos del Partido Republicano, mientras que el Partido Demócrata mantiene una ventaja demográfica de cara a las elecciones presidenciales. ¿Considera que este factor cambiará en el futuro?
PL: Un dato sorprendente es que el desafecto en realidad no ha aumentado tanto, aunque la crispación entre las ramas del gobierno podría amenazar con causar una crisis constitucional en el futuro. Hay un problema aún más profundo: ahora que los demócratas están girando hacia la izquierda, cada vez encuentran menos puntos de consenso con los republicanos. Y eso impide formar una coalición en el Congreso. Ronald Reagan, por ejemplo, pudo gobernar con un Congreso demócrata: tenía suficientes votos de demócratas conservadores. Un sistema bipartidista en que no hay puntos en común, y en el que las ramas del gobierno están enfrentadas, es un desastre. La mayoría de países en circunstancias similares acaban en una dictadura, aunque no es lo que creo que le vaya a ocurrir a EE UU.
PO: Ése era el argumento de Juan Linz.
PL: Eso es. Tenemos una situación linziana, que hasta ahora no habíamos tenido porque los partidos eran menos rígidos.
PO: Bernie Sanders amenaza con ser un rival a la izquierda de Hillary Clinton durante las primarias demócratas. ¿Cree que el Partido Demócrata terminará con una agenda más progresista que la actual de cara a las elecciones de 2016?
PL: Es posible. Creo que Hillary Clinton ganará las primarias sin problemas, y mantendrá a los demócratas en el centro-izquierda. La forma en que una verdadera izquierda podría emerger es si Hillary gana las primarias y pierde las elecciones presidenciales [contra un candidato republicano], pero eso sería de cara a 2020. De momento, la izquierda está bloqueada por Hillary.
PE: En el pasado considerábamos que Internet nos abriría la mente, pero cada vez hay más estudios demostrando que, como público, seleccionamos de antemano los medios que más encajan con nuestros criterios ideológicos. El resultado es que tanto la izquierda como la derecha se atrincheran cada vez más en sus opiniones. ¿Cómo valora este proceso?
PL: Creo que la tendencia a largo plazo es hacia la individualización [en el consumo de noticias]. Ya no hay tres medios de comunicación de referencia, como en los años 60. Pero ese periodo fue en muchos sentidos una anomalía: tenías pocas fuentes y todas pretendían ser neutrales. Antes de esa época los periódicos eran partidistas y sensacionalistas, como ahora. Más oferta mediática significa más polarización y fragmentación. También hay una fractura creciente entre personas que consumen información y personas que ni siquiera están interesadas en seguir las noticias.
PO: No parece que el panorama que describe vaya a cambiar a corto plazo. ¿La tendencia por lo tanto es hacia más polarización y desafecto?
PL: Hemos tenido olas reformistas en el pasado. No creo que el país esté en su peor momento. El sistema federal está en un estado pésimo, desde luego, no sólo por el enfrentamiento entre el Congreso y el presidente sino por la influencia del dinero en la política, articulado a través de lobbies. En realidad no es más que una forma de corrupción. Pero creo que una nuevo movimiento reformista no es difícil de imaginar. Lo que necesitaría es algún escándalo político a nivel nacional como catalizador. No creo que eso sea difícil, teniendo en cuenta la cantidad de dinero privado que circula por nuestro sistema político.
PO: ¿Cree usted que las recientes protestas contra la violencia policial en comunidades negras puede ser un punto de partida para ese movimiento reformista?
PL: Desde luego va a seguir siendo un tema politizado. Para Hillary Clinton el tema es especialmente delicado, porque ella contribuyó al problema [apoyando una reforma penal draconiana durante la presidencia de Bill Clinton]. Ahora está teniendo que rectificar su posición anterior. El discurso de Sanders se centra en combatir las desigualdades económicas antes que los problemas raciales, por lo que no tiene mucho gancho en este terreno. Y los republicanos aún están a tiempo de beneficiarse de las protestas si terminan por generar rechazo.
PO: ¿Cree que demócratas “populistas,” como Elizabeth Warren y Sanders, pueden contribuir a que la clase trabajadora blanca, tradicionalmente republicana, se incline por los demócratas?
PL: Un dato interesante es que en Europa la palabra “populista” tiene connotaciones negativas, pero en EE UU no es así –es más, hemos tenido partidos políticos que se autodenominaban populistas–. Yo me considero populista, aunque entiendo las connotaciones negativas del término. Entiendo por qué el populismo se considera malo en Europa, pero creo que el populismo de personas como Warren es bastante razonable.