El máximo órgano legislativo de la República Popular China, el Congreso Nacional del Pueblo chino, formado por más de tres mil delegados, se reúne una vez al año en el Gran Salón del Pueblo de Pekín. Entre sus funciones está la de examinar y ratificar el informe sobre la ejecución del plan de desarrollo económico y social elaborado cada cinco años.
A principios de marzo, la XI Asamblea Popular Nacional ha tenido la oportunidad de evaluar los logros y fracasos del saliente plan quinquenal (2006-2010) y aprobar los objetivos y prioridades del entrante (2011-2015). Según Elizabeth C. Economy, investigadora del Council on Foreign Relations, lo que más le ha llamado la atención del nuevo plan es lo mucho que se parece al viejo.
Como reconoce el propio Wen Jiabao, primer ministro chino, el último lustro ha sido un período extraordinario en la historia del desarrollo de China. El Producto Interior Bruto (PIB) ha crecido a un promedio del 11,2% anual, sobrepasando a Japón y convirtiéndose en la segunda economía del mundo en valor absoluto, sólo por detrás de Estados Unidos. Lo primero que viene a la mente es: ¿para qué cambiar lo que ha funcionado tan bien?
Este crecimiento tan espectacular también conlleva problemas, no sólo inflacionistas: en la cara oscura del crecimiento chino destaca la palabra desequilibrio. Si China es la segunda economía en términos de PIB absoluto, su PIB per cápita (8.390$) está muy alejado del de EE UU (48.010$) y Japón (34.850$), emparentando en este caso al país con Ecuador (8.290$) o Argelia (8.610$), según datos de The Economist. Los estrategas económicos chinos planean aumentar un 7% anual (en términos reales) la renta per cápita disponible para los residentes urbanos y la renta per cápita neta para los rurales.
El objetivo del duodécimo plan quinquenal es construir una sociedad “moderadamente” próspera en todos los aspectos. Esto se concreta, en primer lugar, en un 7% de crecimiento anual del PIB para el próximo lustro; en mantener la inflación bajo control (en 2010 fue del 3,3%, en 2011 esperan que no supere el 4%); en expandir la demanda doméstica, y en conseguir que el crecimiento económico esté movido por un paquete equilibrado donde intervengan el consumo, la inversión y las exportaciones.
Si bien la expansión del sector servicios en un 4% es otro de los objetivos principales del plan quinquenal, éste busca ralentizar la expansión de la urbanización y pasar del 47,5% actual hasta el 51,5%. Otra de las preocupaciones reflejadas en el plan es el impacto en el medio ambiente que está teniendo el crecimiento del país. La mención al desarrollo sostenible se concreta, por ejemplo, en el objetivo de reducir el consumo energético un 16% y las emisiones del CO2 por unidad de PIB en un 17%. Actualmente, China es el mayor consumidor de energía del planeta.
Para más información:
Eugenio Bregolat, «China: 30 años de reformas económicas». Política Exterior núm. 126, noviembre-diciembre 2008.
Xulio Ríos, «Desarrollo, unidad y democracia ‘a la China’». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Mark Leonard, «El amurallado mundo chino». Política Exterior núm. 124, julio-agosto 2008.