En las primarias demócratas y las elecciones presidenciales de 2020, que se celebrarán en noviembre, no solo está en juego el futuro de Estados Unidos, sino también el impacto de su siguiente presidencia –si es que la hay– en el resto del mundo. Desde Política Exterior cubriremos el proceso con una serie especial, coordinada por Jorge Tamames.
Fallout: New Vegas, el icónico videojuego de Bethesda, transcurre en un erial apocalíptico conocido como el Yermo de Mojave. Siglos después de una guerra nuclear entre China y Estados Unidos, diferentes facciones –esclavistas disfrazados de legionarios romanos, politoxicómanos con motosierras, crupieres caníbales– compiten por las últimas brasas del Viejo Mundo, lumbre en la oscuridad del nuevo. Son la presa Hoover, reliquia del New Deal que aún sirve para electrificar el estado de Nevada; y el Strip de Las Vegas, donde un multimillonario cíborg se vale de alambradas, robots de combate y clanes mafiosos para mantener abiertos los casinos más emblemáticos del planeta. La Nueva República de California, nominalmente en control del territorio, teme que una emboscada de sus enemigos termine con su intento frágil y modesto de restablecer la democracia en un mundo roto.
Salvando diferencias, los caucuses de Nevada –22 de febrero– presentan un escenario similar. El Partido Demócrata llega fragmentado y sus candidatos en las primarias compiten por dos grandes botines. El primero también parece el ascua de un mundo antiguo, pero brilla con fulgor en el nuestro: es el Culinary Workers Union Local 226. En una era en que los sindicatos son descritos como vestigios del pasado, Culinary cuenta con 60.000 miembros en el sector servicios –concretamente, hostelería– capaces tanto de arrancar concesiones a los casinos en los que trabajan como de convertir Nevada, tradicionalmente republicano, en un estado competitivo para el centro-izquierda (en 2016, Hillary Clinton se impuso a Donald Trump). Ante los debates obtusos sobre las vicisitudes del obrero blanco, la columna vertebral del sindicato lo componen trabajadoras latinas. De cara a las primarias demócratas, su apoyo es esencial para obtener la victoria en Nevada.
El segundo botín es una promesa de futuro. Se trata del voto latino, en juego por primera vez tras dos comicios en estados predominantemente blancos. La población latina –29% en Nevada, 18% del total de EEUU– será clave en las elecciones presidenciales. Los republicanos consiguen retener su apoyo puntual y crítico en Florida –precisando, en Miami–, pero su estatus como partido cada vez más blanco pone en peligro su dominio de estados como Texas. En las primarias demócratas el apoyo latino es determinante, porque las coaliciones electorales de este partido son más diversas que las de la derecha. Por eso los candidatos cuyo apoyo está circunscrito a votantes blancos –Elizabeth Warren, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar– renquearán del sábado en adelante.
Un desert ranger de la Nueva República de California en el Yermo del Mojave. ¿Qué nueva emboscada aguarda a las tropas de Bernie Sanders en Nevada? Fuente: Bethesda.
¿Cómo se presenta el campo de batalla? Tras un empate turbio en Iowa y una victoria reñida pero clara en New Hampshire, el senador socialista por Vermont, Bernie Sanders, llega como outsider transformado en favorito. Lidera el voto latino en encuestas y se espera que gane los caucuses. Como el ejército de la Nueva República de California, no obstante, su campaña se expone a caer en trampas tendidas por las de sus rivales.
La emboscada tiene tres posibles componentes. El primero es tecnológico. En Nevada se celebran caucuses y no primarias. La aplicación que gestiona el recuento de votos será similar a la que fracasó estrepitosamente en los caucuses de Iowa, de la mano de una compañía vinculada a rivales de Sanders. El Partido Demócrata de Nevada no parece estar gestionando la situación de manera competente: el proceso es opaco y ya en 2016 hubo quejas sobre irregularidades durante el proceso. Nuevos fraudes en el recuento, no obstante, dañarían tanto a Sanders como al conjunto del Partido Demócrata, que se retrataría como una institución incapaz de llevar a cabo unas simples primarias, no digamos derrotar a Trump. Tal vez por eso sería razonable esperar un mínimo de aptitud.
A mediados de febrero se reveló la segunda trampa, en este caso laboral. Culinary se posicionó en contra del programa de sanidad pública universal que defiende Sanders. Un gesto en apariencia desconcertante: el senador socialista por Vermont es el candidato más izquierdista del partido y aventaja a los demás en apoyo sindical. Sus rivales se lanzaron contra el en un ataque coordinado, aprovechando la oportunidad inédita de golpearle en nombre de la clase trabajadora estadounidense.
La explicación de este giro es relativamente sencilla. El movimiento sindical estadounidense acumula décadas perdiendo fuerza. La ausencia de sanidad pública universal en EEUU implica que muchos sindicatos –incluso los influyentes, como Culinary– se dedican a negociar la cobertura sanitaria (privada) de sus miembros, por lo que la propuesta estrella de Sanders vuelve superflua su función principal (aunque, al convertir la salud en un derecho, les permitiría centrarse en otras reivindicaciones). Además, existen cálculos políticos: en 2016, la dirección de los principales sindicatos estadounidenses optó por Clinton frente a Sanders, al que percibían como un candidato protesta sin posibilidades de ganar.
Como escriben los politólogos Jacob S. Hacker y Paul Pierson en su influyente libro sobre la deriva oligárquica de EEUU, la debilidad se convierte en un círculo vicioso para muchos sindicatos. Les obliga a cultivar a políticos que ni siquiera les son afines, dañando así su credibilidad; y sus reivindicaciones afectan a cada vez menos trabajadores, de modo que los republicanos pueden presentarlos como grupos de interés que no se preocupan por el conjunto de la sociedad. La conducta de Culinary es un buen ejemplo, si bien ni en 2016 ni esta vez se ha posicionado explícitamente contra Sanders. El 13 de febrero, el sindicato declaró que no daría su apoyo formal a ningún candidato. El principal damnificado es Joe Biden, que llegó a esperar un espaldarazo del sindicato pero ha pasado de liderar a desplomarse en las encuestas.
#National YouGov/@YahooNews Head-2-Head Poll
Among Hispanics:Sanders 69% (+56)
Klobuchar 13%Sanders 64% (+35)
Buttigieg 29%Sanders 61% (+31)
Bloomberg 30%Sanders 59% (+25)
Warren 34%Sanders 60% (+22)
Biden 38%— Political Polls (@PpollingNumbers) February 17, 2020
El tercer reto –más bien una incógnita– es difícil de evaluar. En Nevada el principal contendiente de Sanders no es Biden, Warren, Buttigieg ni Klobuchar. Tampoco el multimillonario Mike Bloomberg, que participará en las primarias a partir del 3 de marzo, sobre el que se centraron las críticas de los demás candidatos durante el primer debate demócrata en el que participa, celebrado la noche del 19 de febrero en Las Vegas. Es Harry Reid, líder demócrata del Senado entre 2007 y 2017. En el aparato demócrata de Nevada, nada se mueve sin su permiso. ¿Cuenta Sanders con su imprimátur?
Reid es un personaje sui generis. Mormón, exboxeador, nacido en un poblado minero en medio del desierto del Mojave. En una época en que la derecha radical recurre a la manipulación ante el escándalo del progresismo biempensante, Reid nunca tuvo reparos en insultar o acusar sin fundamento a sus adversarios. Cuando el Partido Demócrata viró hacia el centro optó por moverse a la izquierda, empujado por asesores más jóvenes e inquietos. En 2016 aconsejó a Warren que se presentase a las primarias demócratas, convencido de que Sanders era muy radical y Clinton demasiado tibia (aunque terminó apoyándola).
En 2020 Reid ha seguido los pasos de Culinary, evitando pronunciarse. En una columna reciente en The New York Times, uno de sus antiguos asesores lanza pistas sobre el estado de las primarias. La incertidumbre es su elemento definitorio, explica. Biden ha resultado ser un candidato débil; Buttigieg y Klobuchar no son viables; nominar a Bloomberg conllevaría la reelección de Trump. Palabras elogiosas para Warren, que sin embargo no despega. Y un mensaje para Sanders: es el candidato con más probabilidades de obtener la nominación, pero su intento de desbordar al partido con nuevos votantes no cuaja. Necesita, por lo tanto, alcanzar un modus vivendi con los demócratas.
Erigir ese puente no depende solo de Sanders y su campaña, sino de los resultados que obtengan y de la disposición de piezas clave dentro del aparato demócrata. Como Harry Reid.