La moderación es lo opuesto al radicalismo o al extremismo. Un obispo inglés del siglo XVII se refería a los moderados como a “aquellos que sostienen ese cordón de seda encargado de mantener el hilo de perlas que componen las virtudes”. No hace falta llegar a tanto para coincidir con el pensamiento del profesor Aurelian Craiutu, de la Universidad de Indiana, en Bloomington. Craiutu ha editado en Estados Unidos a François Guizot, Mme. de Staël, Alexis de Tocqueville y en torno a ellos ha escrito uno de sus ensayos editados en Francia, Le Centre introuvable (Plon/Commentarire, 2006.) El último de sus estudios ha aparecido en Princeton, esencia de la Ivy League, con el título A Virtue for Courageous Minds: Moderation in the French Political Thought, 1748-1830 (Princeton University Press, 2012).
El profesor Craiutu enseña, inútil decirlo, filosofía política. Su estudio busca las raíces de los grandes teóricos –y prácticos– que tienen su origen en Montesquieu: Benjamin Constant, Necker, Mounier… Son los fundadores del liberalismo francés, primera mitad del siglo XIX, y abrieron el camino al gran pensador que sería Tocqueville. El autor presenta un decálogo de la moderación que resumimos aquí. Puede encontrarse in extenso en una interesante revista minoritaria, Commentaire, fundada hace más de medio siglo por Raymond Aron: número 148, invierno 2015.
Uno, la moderación tiene más de una cara. Es una virtud cardinal que invita a controlar los deseos. Como virtud, se opone al fanatismo y al extremismo. Por tanto cabe definir la moderación como una forma de civilidad con una tendencia política que la aproxima generalmente al compromiso.
Dos, hay personas que se inclinan por su temperamento a la moderación. Se es moderado por temperamento (Necker) pero también por miedo (Montesquieu), también por necesidad (Staël)… La moderación puede ser también pugnaz y combativa. No debe asociarse con indecisión o timidez; o tendencia a la sumisión.
Tres. Atención a los elementos constitucionales de la moderación. No estamos ante una ideología fijada por un programa partidario; ni una virtud útil. No debe interpretarse solo como un rasgo particular, un estado de conciencia o una filosofía.
Cuatro, los programas moderados favorecen el pluralismo y el equilibrio de poderes, valores e intereses, en defensa de los derechos individuales. Ha de ser compatible con un liberalismo de la regla y un liberalismo de la balanza. Mantendrá la interdependencia de los poderes mutuamente limitados (Montesquieu, poderes distribuidos).
Cinco, en ocasiones moderación equivale a visión política. Montesquieu proponía no solo el pluralismo: rechazaba toda definición monista del bien político. Y rechazaba igualmente la división intransigente del mundo entre lo puro y lo impuro. No a la política como una derivación de las ciencias exactas…
Seis, honremos a aquellos que se esfuerzan por mantener el equilibrio del navío del Estado. Es necesario preservar y alimentar el pluralismo de las ideas, de los principios y de los intereses esenciales de la libertad. No teoricemos siempre en términos abstractos.
Siete, prestemos al eclecticismo de la moderación una atención especial. No existe ni un modelo único de moderación política ni una receta que garantice un buen trabajo legislativo (he aquí una de las grandes lecciones de Montesquieu). La moderación puede acomodarse a una gran variedad de ideas y de visiones políticas, de leyes y formas de gobernar. Los moderados adoptan a veces actitudes sumamente combativas.
Ocho, no se debe entender la moderación como una virtud conservadora. La moderación política desborda las distinciones ideológicas. No puede ser comprendida con la sola ayuda del vocabulario político convencional. Se encuentran moderados en la izquierda, en el centro y en la derecha.
Nueve, los moderados promueven a veces ideas radicales. Moderación no es sinónimo de apatía o de indecisión. Para Necker la moderación era un medio de purificar la democracia y protegerla de elementos anárquicos y revolucionarios. Moderación: instrumento de crítica al poder absoluto. Fomento permanente de la reforma política.
Y diez, la moderación no es una virtud para todos; ni para todos los tiempos, sea en el sentido de estaciones, épocas o milenios. Aristóteles recuerda en la Ética a Nicómaco cómo circunspección y prudencia son elementos indispensables de la vida política. Lo que nosotros, hace casi 24 siglos, entenderíamos por prudencia política. Más cerca de nosotros, David Hume trataba de definir a los trimmer, los que se esfuerzan por buscar el equilibrio del navío. Y Edmund Burke contestaba: Cuando ese equilibrio sufre de sobrecarga bien a babor, bien a estribor, el buen marino se esfuerza de inmediato por buscar el contrapeso, la armonía de la sustentación.