La expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y su exjefe de gabinete Alberto Fernández saludan a sus simpatizantes (25/05/2019) / GETTY

Elecciones PASO en Argentina: peronismo variopinto

Mariana Sendra
 |  26 de junio de 2019

El 11 de agosto de 2019 se celebrarán las elecciones PASO en Argentina, una convocatoria de Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias para decidir las candidaturas que optarán a la presidencia y los cargos legislativos en los comicios generales de octubre. Las candidaturas se han ido presentando en efecto dominó, ya que el primer movimiento obligó al resto a reposicionarse y replantear su estrategia. Las fórmulas de candidato a presidente y vicepresidente que se confirmaron hace pocos días han sido tan sorprendentes como amargas para quien esperaba la renovación político-partidaria. Encontramos la fórmula Alberto Fernández y Cristina Fernández, que promete captar al voto duro del kirchnerismo; a Mauricio Macri con su aliado peronista Miguel Ángel Pichetto, que se queda disputando al votante de derecha conservador y, finalmente, el tándem Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey, que espera captar a los votantes que pasen por la “amplia avenida del medio”. Más a la izquierda se mantiene el Frente de Izquierda-Unidad, con Nicolás del Caño encabezando la fórmula junto a Romina del Plá. Pero, ¿qué significan en términos representativos las estrategias electorales por las que han optado los principales referentes políticos de cara a las próximas PASO?

 

El fracaso del relato de Cambiemos, con Macri-Pichetto

Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales de 2015 con la coalición partidaria “Cambiemos”. Una alianza que, si bien estaba integrada por la Unión Cívica Radical (UCR) y Coalición Cívica, tuvo como núcleo duro de decisiones, estrategias y candidatos a Propuesta Republicana (PRO), un partido que comenzó con un carácter local para ir poco a poco expandiéndose a nivel nacional. Por eso, cuando el PRO designó como presidente a su fundador surgió la expectativa de que esta fuerza pudiera constituirse en un espacio competitivo representativo de la centroderecha a escala nacional que, hasta entonces, no había tenido espacio en la política argentina.

Sin embargo, la decisión de Macri de proponer a un peronista como candidato a vicepresidente para que lo acompañe en la búsqueda de la relección, significa el fracaso de un relato que había intentado construir Cambiemos, pero sobre todo el PRO, respecto a la necesidad de forjar un “cambio cultural”, para terminar de una vez por todas “con la corrupción y la mentira”. Esta propuesta discursiva fue comprada por muchos votantes, que sin importarles si su situación económica había empeorado o no, estaban dispuestos a seguir apoyando al presidente para que, haciendo los esfuerzos necesarios, se encarara de una vez por todas un proyecto de país “en serio” y llegará finalmente esa prometida justicia para los funcionarios corruptos del gobierno anterior.

 

La polarización con Fernández-Fernández

Cristina Fernández de Kirchner tomó la iniciativa en esta cadena de definiciones políticas electorales al proponer a Alberto Fernández como candidato a presidente, relegándose ella misma para el cargo de vicepresidenta. Esta jugada sorprendió y obligó al resto de los actores políticos a repensar su posición, principalmente la de Sergio Massa, un jugador clave para formar las listas, ya que atesora un considerable 21% de votos del partido Frente Renovador, en 2015. Mientras la elección se polarice entre Macri y Cristina, el papel de un tercer actor como Massa y la posibilidad de que este dé su apoyo a una de las dos opciones es fundamental para evitar un balotaje y ganar en primera vuelta. Finalmente, el kirchnerismo logró atraer a Massa y después de que se descartara la posibilidad de que compitieran en las PASO dentro del frente, su lugar estará encabezando la lista de diputados en la provincia de Buenos Aires.

También se suman a este frente sectores del arco progresista que había sido muy críticos con el kirchnerismo en sus últimos años de gobierno, como Proyecto Sur de Pino Solanas, los radicales K y el Movimiento Libres del Sur de Victoria Donda. De esta forma, la fórmula Fernández-Fernández tiene asegurado el voto duro del kirchnerismo, que podría rondar en torno al 30%, pero además busca el apoyo de aquellos sectores de centroizquierda que no son peronistas pero tampoco votan a la izquierda ortodoxa. Este grupo está convencido de que es necesario depositar su papeleta en un gran frente que pueda ganarle a Macri y que ofrezca una salida de la crisis donde estén incluidas las minorías y los más perjudicados con políticas de ajuste.

 

La “avenida del medio” con Lavagna-Urtubey

Finalmente, con la intención de ofrecer una alternativa superadora, se confirmó la fórmula Lavagna-Urtubey bajo el Frente Consenso Federal. Lavagna se venía perfilando como un futuro presidente, pero no terminaba de definirse. El anuncio de que Pichetto sería el segundo de Macri hizo mover las piezas restantes. El exministro de Economía goza de un considerable respeto tras su buena actuación durante los gobiernos de Duhalde y Néstor Kirchner, y está considerado un hombre conciliador. No obstante, su punto fuerte radica en ser uno de los más idóneos para solucionar el problema de la deuda externa y la crisis económica, puesto que algunos de los logros económicos del gobierno de Kirchner tuvieron que ver con el plan de reestructuración de deuda, obra de Lavagna.

Por su parte, Juan Manuel Urtubey, actual gobernador de Salta, hace tiempo que hace su propia campaña expresando sus intenciones de estar en el ejecutivo nacional. Urtubey fue otro de los que se desligó rápidamente del kirchnerismo cuando se avecinaba el triunfo de Macri, y también facilitó muchas de las medidas aplicadas por el actual presidente durante su gobierno. Urtubey aporta el ingrediente peronista de la fórmula que todas las demás candidaturas tienen, y cuenta con el reconocimiento de haber hecho un buen trabajo en su provincia. Además de ser representarte del peronismo federal, es conocido por ser un buen gestor y un hombre de ideas más bien conservadoras.

 

Para peronistas, los colores

Como se puede ver, las tres fórmulas presidenciables tienen elementos peronistas en su composición. Si analizamos el espacio de competencia electoral que ocupan estas tres propuestas con la clásica dimensión izquierda-derecha, se podría dividir el espectro ideológico en “peronismo de derecha”, representado por Macri-Pichetto; el espacio de “peronismo de izquierda”, o más progresista, ocupado por Fernández-Fernández y, por último, el “peronismo de centro” donde se posicionaría Lavagna-Urtubey. El gran ausente es la Unión Cívica Radical que, a pesar de seguir apoyando a Macri, ha quedado fuera de la posibilidad de proponer a un radical para conformar la candidatura oficialista. Este partido se ha desvanecido a nivel nacional, pero mantiene su poder en el interior del país, donde a través de una estructura partidaria propia, gobierna en provincias como Mendoza o Corrientes.

Así las cosas, con una UCR extinta a nivel nacional y la expectativa truncada de que el PRO representara una auténtica fuerza de derecha en el espacio ideológico desvinculado del marco peronista, el sistema de partidos argentinos se ve poco estructurado de cara a las próximas elecciones PASO. Macri puso a su electorado en una encrucijada, ya que ahora la opción disponible es votar por una opción que lleva como candidato a vicepresidente a un peronista de primera hora, pragmático por excelencia, oficialista de todos los gobiernos desde Menem en adelante (excepto de De La Rúa) y, principalmente, el actor de veto (por ser el presidente del Bloque Justicialista en el Senado de la Nación) que ha impedido la suspensión de fueros parlamentarios de Cristina Fernández de Kirchner para que se haga efectiva la solicitud de su prisión preventiva. Por tanto, al votante duro de Cambiemos, al que le prometieron “el cambio real” y que incluso estaba dispuesto a votar de nuevo por Macri, convencido de que 4 años no alcanzan para solucionar los males estructurales que dejaron 70 años de peronismo, lo está encerrando en una opción confusa y poco coherente.

Queda claro que más allá de la falta de estructuración ideológica del sistema de partidos, la crisis económica parece afectar también al espacio político-partidario en Argentina. La realidad es que el coste que deberá afrontar quien finalmente gobierne y las decisiones que deberán tomarse para mejorar la deuda, la inflación y el desempleo, es muy alto, y nadie quiere arriesgarse demasiado. Todos aspiran al centro y al peronismo con el fin de respaldarse en un gobierno lo suficientemente mayoritario que asegure la gobernabilidad en caso de triunfo.

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