Mario Abdo Benítez, el candidato del oficialista Partido Colorado, durante las primarias de su partido, celebradas el 17 de diciembre. GETTY

Elecciones en Paraguay: alternancia o eterno retorno

Marcos Pérez Talia
 |  5 de febrero de 2018

El 22 de abril Paraguay celebra sus séptimas elecciones presidenciales desde la caída de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-89). La particularidad de estas elecciones es que se presentan únicamente dos fórmulas: la oposición nuevamente unida en torno a Efraín Alegre, intentando emular el triunfo de Fernando Lugo en 2008, y la del oficialista Partido Colorado, encabezada por Mario Abdo Benítez, hijo del secretario privado del general Stroessner, del mismo nombre.

 

Candidaturas, campañas y propuestas

El 17 de diciembre pasado los dos partidos tradicionales –Colorado y Liberal– celebraron sus elecciones primarias para definir candidaturas. En el Partido Liberal la cuestión estaba prácticamente resuelta de antemano. Fue electo candidato a presidente Alegre, quien ya fuera candidato presidencial hace cinco años y derrotado por Horacio Cartes. Alegre es el actual presidente del partido Liberal, y en septiembre pasado logró concretar un amplio acuerdo con sectores opositores a fin de que presentasen una única fórmula electoral. La vicepresidencia corresponde al Frente Guazú, una concertación de partidos de izquierda liderada por el expresidente Lugo, y fue designado el comunicador Leo Rubín.

La campaña política de GANAR, nombre de la alianza opositora, arrancó a mediados de enero y sus candidatos hacen especial hincapié en algunas propuestas: política energética en torno a las hidroeléctricas Itaipu y Yacyreta como generadora de empleos; incentivación a la agricultura familiar campesina y lucha contra la corrupción en la justicia tras el escándalo a finales del año pasado con filtraciones de audios que comprometen seriamente a un senador colorado y su entorno. Dicho senador, Óscar González Daher, fue recientemente destituido del Senado por sus pares; sin embargo, gracias a su lealtad hacia Cartes integra nuevamente la lista definitiva de candidatos colorados, en una posición privilegiada, lo cual le asegura nuevamente recuperar el curul perdido.

En las filas coloradas la campaña está tardando un poco más en arrancar, debido a que continúa el proceso de “curar las heridas” que dejaron las duras elecciones primarias de diciembre. En cuanto a las propuestas de Benítez, estas pueden ser delimitadas con claridad en dos momentos diferentes: (i) unas de mayor intensidad, durante las primarias de su partido en las que derrotó al candidato de Cartes, Santiago Peña, y (ii) unas de intensidad mínima, luego de convertirse en candidato oficial del partido colorado.

Mientras compitió en las primarias sostuvo un discurso de recuperación de la dignidad y militancia del coloradismo en el poder, en abierto enfrentamiento a Cartes con su gabinete mayormente técnico, y a Peña, su rival en las elecciones internas, que antes de ser ministro de Hacienda de Cartes formaba parte del opositor partido liberal. Con menor énfasis, hizo hincapié en mejorar la burocracia estatal y la infraestructura del país. Cuando surgió el escándalo judicial, a semanas de las primarias coloradas, prometió no abrazarse con “la impunidad ni los antivalores” de su partido, en abierta alusión a Cartes y su equipo.

Una vez que Benítez triunfa y se convierte en candidato oficial del partido colorado, entra en el dilema de (i) seguir su línea de campaña, manteniéndose a distancia prudencial de Cartes y su equipo, a expensas de que ello pudiera disminuir sus chances electorales, o (ii) apartarse de su línea de campaña y buscar el célebre “abrazo republicano”, todo un ritual dentro del coloradismo. Benítez optó por la segunda opción, lo cual le generó críticas especialmente en el sector independiente. Como consecuencia, el candidato colorado disminuyó ostensiblemente los decibelios de sus críticas hacia Cartes proponiendo, en su lugar, la “unidad total” del coloradismo para derrotar a la oposición.

No pasó desapercibido en el escenario político que Benítez, hijo de un alto jerarca de la dictadura stronista, reivindicara abiertamente durante su campaña la cruel dictadura militar del general. Lo llamativo es que su alabanza a la dictadura no la realizó únicamente en mítines políticos nacionales, también en entrevistas concedidas a medios periodísticos extranjeros. Ello desencadenó una ola de indignación en muchos sectores de la sociedad, que exigieron unas disculpas del candidato.

 

Alternancia o eterno retorno

El sociológico paraguayo José N. Morínigo describió a la transición paraguaya como una “transición circular”, la cual, lejos de alejarse de su punto de partida, parece volver cada tanto al inicio. Un eventual triunfo de Benítez, quien carga no solo con su historia familiar stronista, sino también con sus frecuentes reivindicaciones del dictador, haría quizá más visible la tesis de la transición circular, que lleva a Paraguay al eterno retorno al pasado.

 

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La oposición, como ante cada elección, no tiene fácil lograr la segunda alternancia política por la vía democrática en poco más de doscientos años de vida independiente. Sin embargo, han logrado reeditar la exitosa alianza entre liberales e izquierda que hace diez años llevó a Lugo a la presidencia. Su gran desafío pasa por convencer con un programa más sustantivo y diferenciado del conservador partido colorado. Pero, sobre todo, por aprender de sus errores que costaron la destitución de Lugo por la vía del juicio político. Nada sencillo.

El 22 de abril los paraguayos deberán decidir qué fórmula electoral se hará cargo del ejecutivo para los próximos cinco años. Mientras tanto, como diría Morínigo, “el nombre de Stroessner vuelve nuevamente a tener vigencia como nunca después de su caída”.

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