El 4 de junio de 2024, mientras se consolidaban los resultados de las elecciones generales indias, un terremoto político sacudió el país. El Partido Bharatiya Janata (BJP) de Narendra Modi no consiguió la mayoría absoluta de los escaños (272), obteniendo solo 240, 63 menos que en 2019. La Alianza Democrática Nacional (NDA), liderada por el BJP, apenas superó el umbral de la mayoría, asegurándose 294 escaños, muy lejos de los 400 que había declarado que obtendría. La “victoria” del BJP, puesta en el contexto político indio, parecía en realidad una estrepitosa derrota.
Unas semanas después del veredicto electoral –y basándose en los datos de las encuestas posteriores al escrutinio– es posible analizar las razones de este resultado y extraer algunas consecuencias para el futuro de la política india.
¿Es la economía, o no?
Empecemos por dos razones ampliamente difundidas de los decepcionantes resultados del BJP: las dificultades económicas y una reacción contra el creciente autoritarismo. En general, ahora está claro que ambas razones, aunque influyen en los resultados, no constituyen una explicación completa del resultado electoral. Por un lado, es cierto que el país acudió a las urnas en un contexto de incertidumbre económica. En una encuesta previa a los comicios, hasta el 62% de los encuestados mencionaron el desempleo, el aumento de los precios o el descenso de los ingresos como la principal razón por la que el BJP no debería tener otra oportunidad en el gobierno. A esto hay que añadir que la situación agraria –un problema persistente que ha dado lugar a protestas generalizadas y duraderas– ha marcado gran parte de los mandatos de Narendra Modi. Por último, la desigualdad se ha disparado en los últimos años, acelerando una tendencia que viene de lejos.
Sin embargo, estados con problemas económicos similares –como gran parte del “cinturón hindi” del norte del país– respondieron de forma muy diferente. En Uttar Pradesh, por ejemplo, el BJP sufrió un importante descenso de su porcentaje de votos (-8,3 puntos porcentuales), mientras que en los estados vecinos el cambio fue mucho más moderado (-3,1 puntos porcentuales en Bihar) o incluso positivo (+1,3 puntos porcentuales en Madhya Pradesh). En general, como muestran los datos de las encuestas posteriores a los comicios, el BJP mantuvo su ventaja entre los votantes pobres: hasta un 37% de los pobres votó al BJP, ligeramente por encima del 36% que prefirió a la Alianza INDIA, una constelación de 26 partidos que hicieron campaña con un programa muy progresista y marcadamente de centro izquierda. La angustia de los agricultores parece haber pesado más, ya que el BJP sufrió grandes pérdidas en los estados que han sido testigos de importantes protestas de agricultores (Rajastán: -9,3 puntos porcentuales; Haryana: -11,9 puntos porcentuales). Además, el partido de Modi perdió terreno entre la mayoría de las castas agrícolas de todo el país, excepto en Gujarat y Madhya Pradesh, donde el partido prácticamente no tiene rival.
En conjunto, la cuota de voto nacional del BJP disminuyó marginalmente (del 37,4% al 36,6%). Sin embargo, el desglose regional del porcentaje de voto indica que allí donde el BJP era el partido dominante –en la mayor parte del norte y el oeste del país– su cuota de voto disminuyó de forma bastante drástica (-4,6 puntos porcentuales), mientras que en las zonas donde el partido era el aspirante de los partidos regionales (en el sur y el este) obtuvo ganancias sustanciales (+5. 9 puntos porcentuales), compensando así las pérdidas en sus principales zonas de apoyo. En otras palabras, parece que los sentimientos de oposición a los partidos tradicionales –provocados en parte por las dificultades económicas– fueron una de las razones por las que el BJP no arrasó en las urnas.
Frenar la deriva autoritaria
Podría hacerse una observación similar sobre la interpretación de los resultados electorales como una reacción contra el creciente autoritarismo. No hay que confundir las consecuencias del veredicto de las urnas con sus causas. Hay muy pocas pruebas en los datos de las encuestas posteriores a los comicios de que los votantes resintieran fuertemente el retroceso democrático de la India. Si más de dos tercios de los votantes piensan que el gobierno elegido debe ser controlado por otros órganos constitucionales, una proporción similar está de acuerdo con la afirmación de que “debemos tener un líder fuerte que no tenga que preocuparse por las elecciones”. Estos datos contradictorios indican, como mínimo, que no hubo una fuerte reacción en defensa de la democracia y los valores liberales de la India, a pesar de que los partidos de la oposición hicieron de la defensa de la Constitución uno de sus principales pilares en las elecciones.
Sin embargo, hay al menos un sentido en el que los votantes sí defendieron las disposiciones constitucionales. De hecho, los datos de las encuestas posteriores muestran que se produjo un cambio significativo de los votantes dalit –pertenecientes a las llamadas castas inferiores–, que se alejaron del BJP. Esta es una de las pocas tendencias nacionales que pueden extrapolarse de los datos. Las razones apuntan a la ansiedad entre los votantes dalit –promovida inadvertidamente por el BJP y alimentada por los partidos de la oposición– de que el partido gobernante hubiera utilizado su mayoría para cambiar la Constitución y librarse de las disposiciones que reservan escaños a las castas inferiores en el Parlamento y en el empleo del sector público. Es probablemente en este sentido –el temor a una marcha atrás en las políticas de discriminación positiva– en el que debemos interpretar la intención de los votantes de defender la Constitución, más que como una preocupación más general por la erosión de la democracia liberal.
Los datos sobre si los votantes aprobaban el giro mayoritario dado por Modi a la política india también son contradictorios. Por un lado, una abrumadora mayoría de los votantes cree que India no pertenece sólo a los hindúes. Además, la proporción de votantes que están “totalmente de acuerdo” con la afirmación de que “en una democracia, debe prevalecer la voluntad de la comunidad mayoritaria” descendió del 23% al 19% entre 2019 y 2024, aunque sigue siendo mucho mayor que antes de que Modi se convirtiera en Primer Ministro. Por otra parte, la mayoría de los encuestados está de acuerdo en que las minorías deben adoptar las costumbres de la mayoría. En otras palabras, no se puede afirmar que los votantes indios hayan rechazado de plano la lógica mayoritaria que ha sustentado gran parte de la política de Modi durante la última década. Sin embargo, el descenso general de la popularidad del BJP –especialmente en el norte de la India, donde se han dado las manifestaciones más flagrantes de mayoritarismo– sí indica que los votantes no estaban dispuestos a respaldar la transformación de India en una nación hindú de iure.
Unidad de la oposición, fisuras en el bloque de Modi
Otros dos factores, aunque no muy comentados en los medios de comunicación, desempeñaron un papel clave en los resultados electorales, con importantes repercusiones en el funcionamiento del sistema político indio. En primer lugar, está claro que los partidos de la oposición demostraron estar mucho más alineados y dispuestos al consenso de lo que la mayoría de los observadores habían pronosticado. La unidad de la oposición, su coordinación y su capacidad para acordar el reparto de escaños fueron cruciales en estados clave, especialmente en Uttar Pradesh. De cara al futuro, es plausible esperar que los mecanismos de creación de confianza establecidos durante la campaña electoral fortalezcan a la oposición, que a su vez podría actuar como fuerza moderadora de la acción gubernamental.
En segundo lugar, existe evidencia de que el Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS, la organización matriz del BJP) podría haber apoyado al BJP con menos entusiasmo que en las dos últimas elecciones. El RSS, al que Modi perteneció desde muy joven, es la mayor organización nacionalista hindú de la India, con millones de voluntarios en todo el país, que han sido los “soldados de a pie” del BJP en el pasado. Se trata de una organización paramilitar, calcada de la Balilla italiana, cuyo objetivo último es transformar la India en un Estado hindú. Sin embargo, el RSS ha recelado históricamente de los líderes políticos que actuaban con demasiada independencia de él. Poco después de que se anunciaran los resultados, los líderes del RSS culparon a la arrogancia del BJP de los malos resultados electorales, un mensaje interpretado como una crítica al Primer Ministro. Estos comentarios son importantes porque podrían señalar la apertura de un cierto respiro para quienes se oponen al Primer Ministro dentro del ecosistema del nacionalismo hindú, incluido el BJP. De hecho, apenas es un secreto que muchos en el partido están resentidos por la excesiva centralización del poder, así como por la marginación de altos dirigentes del partido durante la última década. Esto podría actuar también como una fuerza restrictiva sobre la acción del gobierno.
Estas dos fuerzas coercitivas podrían ampliar el margen de maniobra de las demás instituciones del Estado, así como de los medios de comunicación, un cambio que se ha hecho evidente en las semanas posteriores a las elecciones. Sumadas a las presiones de dirigir un gobierno de coalición junto con partidos (como el Rashtriya Janata Dal o el Partido Telugu Desam, los mayores aliados del BJP dentro de la NDA) que cuentan con el apoyo de las minorías religiosas, esta nueva situación podría hacer realidad la expectativa de que las elecciones han detenido o al menos ralentizado el retroceso democrático de la India.
De cara al futuro
Sin embargo, no hay que esperar un giro de 180 grados. Especialmente en los estados en los que el BJP está en el poder, el mayoritarismo seguirá estando a la orden del día.
En las semanas transcurridas desde que se anunciaron los resultados de las elecciones, continuaron las demoliciones de viviendas de musulmanes, vigilantes de las vacas han atacado a las minorías y los opositores siguen siendo blanco de la acción policial, incluido el ministro principal de Delhi, Arvind Kejriwal (que sigue en la cárcel) y la escritora ganadora del premio Booker, Arundhati Roy, que actualmente está siendo procesada en virtud de la ley antiterrorista por unos comentarios de hace 14 años sobre Cachemira. Además, acaba de entrar en vigor un nuevo código penal potencialmente draconiano (aprobado por el Parlamento anterior).
Una forma de comprobar la dirección que tomará el país es fijarse en los proyectos de ley que el gobierno presentará ante el Parlamento. Por ejemplo, si el gobierno decidiera presentar un proyecto de Código Civil Uniforme –un tema muy controvertido que sustituiría las leyes personales basadas en la religión por normas estandarizadas sobre cuestiones como el matrimonio, el divorcio y la herencia y que, por tanto, es visto por las minorías religiosas como una usurpación de sus derechos–, sería una clara señal de que el BJP está dispuesto a poner a prueba los límites de la política de coalición para hacer realidad su proyecto ideológico. Por otro lado, el gobierno podría decidir centrarse en las cuestiones económicas y el empleo. Esto sería indicativo de un enfoque más pausado por parte del BJP, posiblemente posponiendo temas más controvertidos hasta que el partido obtenga un mandato más despejado durante una de las muchas elecciones a nivel estatal de los próximos meses (la primera será la de Maharashtra en octubre).
En otras palabras, por el momento, el destino de la India como democracia sigue siendo en cierto modo un interrogante.
Artículo traducido de la web del Istituto Affari Internazionali (IAI)