El 9 de febrero el gobierno de Egipto lanzó una campaña militar contra los distintos grupos armados, y en concreto la filial del Estado Islámico, Ansar Bayt al-Maqdis (ABM), que desde hace años han puesto en jaque a las fuerzas de seguridad egipcias en el Sinaí. La Operación Sinaí, según las autoridades, tiene el propósito de “acabar con el terrorismo” así como luchar contra otra criminalidad que afecta a Egipto.
Hasta la fecha, han muerto 121 militantes y 18 militares, mientras que otros 25 efectivos de las fuerzas armadas han resultado heridos. En total, han sido arrestados más de 2.800 sospechosos, muchos de los cuales han sido posteriormente liberados. Se han destruido más de 2.200 almacenes y escondites, así como 44 vehículos, seis túneles y se han desactivado más de 550 artefactos explosivos, según información difundida por el portavoz de las fuerzas armadas egipcias, Tamer al-Rifai.
Desde 2011, distintos grupos armados, con ABM a la cabeza, han llevado a cabo numerosos ataques contra las fuerzas militares pero también contra civiles, causando cuantiosas pérdidas humanas. Una búsqueda en la base de datos de Terrorismo Global (START) de los ataques registrados en Egipto entre 2011 y 2016 arroja 1.676 resultados. Aunque en muchos casos la autoría no está clara, la mayor parte de ellos han sido adjudicados a ABM y están localizados en la región del norte del Sinaí, en las áreas de El-Arish, Rafah y Sheikh Zuweid, en su inmensa mayoría. En esta búsqueda no figuran los más sangrientos atentados cometidos contra objetivos civiles, como el ataque a una iglesia copta en El Cairo el domingo de ramos de abril de 2017, que dejó 40 muertos, o el ataque a la mezquita de Bir Al Abed, en el norte del Sinaí, en noviembre de 2017, que acabó con la vida de 235 personas. Sin embargo, sí está el avión de pasajeros ruso que explotó en el aire cuando sobrevolaba el Sinaí en octubre de 2015, y en el que murieron todos los pasajeros y tripulantes.
Al-Sisi se pone serio
¿Por qué ha decidido ahora Abdel Fatah al-Sisi lanzar esta operación? Dos principales razones explican la premura decisión de las autoridades egipcias en abordar finalmente la situación de seguridad en la península del Sinaí: las elecciones que se celebran entre el 26 y el 28 de marzo y la exploración del gas natural en la costa egipcia.
No hay dudas sobre el resultado de las elecciones presidenciales en Egipto: Al-Sisi saldrá reelegido con casi el total de los votos emitidos después de que los posibles rivales en la carrera presidencial se hayan retirado y tan solo Musa Mustafá Musa, que apoya al régimen, sea el único rival del actual presidente. Sin embargo, la legitimidad de Al-Sisi se encuentra en cuestión por los mismos motivos que llevaron a los egipcios a las calles en enero de 2011; entre ellos, la violencia del régimen, la desastrosa situación económica, a los que se suma ahora el terrorismo. Acabar con la amenaza armada puede dar un balón de oxígeno al presidente, aunque no mejore ostensiblemente su popularidad entre la población.
La otra razón es el gas natural. En 2012 fue descubierto en aguas territoriales egipcias el mayor yacimiento de gas natural del Mediterráneo. El yacimiento Zohr tiene una capacidad de 850.000 millones de metros cúbicos y, para numerosos analistas, podría ser la solución a los problemas energéticos del país. El elevado crecimiento demográfico d Egipto ha provocado una creciente demanda energética en las últimas décadas que ha convertido al país en importador de energía. El descubrimiento del yacimiento Zohr podría situar a Egipto en el foco de una nueva red regional de exportación de gas natural.
Sin embargo, y pese a contar con infraestructura para la producción y exportación en Idku y Damietta, la explotación de Zohr no ha sido posible hasta enero de este año, debito tanto a impedimentos técnicos y económicos como a razones de seguridad. Zohr y la infraestructura energética egipcia se hallan en el Sinaí, en zonas donde la presencia de grupos armados es importante. Sin ir más lejos, el gaseoducto Árabe, que conecta las terminales egipcias con Jordania a través del golfo de Aqaba, fue repetidamente atacado durante 2011 y 2012, dejándole fuera de servicio hasta la fecha y comprometiendo la seguridad energética jordana. Este gaseoducto y el que conecta dichas terminales con Israel pasan por la ciudad de El-Arish, donde la presencia de grupos armados es muy importante y supone un obstáculo al transporte del gas natural. La reciente firma de un acuerdo por valor de 15.000 millones de dólares para el transporte del gas israelí del yacimiento Leviatán durante los próximos 10 años explica en gran parte el lanzamiento de la operación militar.
Como señala el analista Emilio Sánchez de Rojas, “la dinámica actual hace pensar que el problema podría estar solucionado en cuestión de años, más que de lustros. No obstante, si no se resuelven las causas profundas de la radicalización y no se integra de forma eficiente el Sinaí con el resto de Egipto, las probabilidades de reemergencia de la violencia son muy altas”. Habrá que ver si la enésima operación en el Sinaí contribuirá de verdad a la seguridad de la región o solo cortará algunas cabezas de las que brotarán otras.