El idolatrado líder Sisi, hijo predilecto de Egipto, ganará las elecciones. No es una corazonada ni un cálculo: es un axioma. Abdel Fatah al Sisi, mariscal de campo, exministro de Defensa y golpista devenido demócrata, es el epicentro de un sonrojante culto a la personalidad. A la suya, claro. Hay quienes dicen ver su rostro entre las nubes. Una columnista asegura que puede desposarla tan solo con guiñar un ojo. El Cairo lleva meses inundado de pancartas, camisetas, banderas, pines y hasta bombones que lucen el rostro del querido líder. No está mal, teniendo en cuenta que hace tres años era un perfecto desconocido.
Sisi no puede perder. Es el candidato de las fuerzas armadas y se hizo con el poder en junio de 2013, tras derrocar al islamista Mohamed Morsi en un golpe de Estado. Las elecciones son un montaje que enmascara su coronación. Cuando la participación resultó menor de lo esperado, las autoridades declararon festivo el martes 27 de mayo, segundo día de los comicios. Ese día, y ante la intensidad de la indiferencia, decidieron extender los comicios un día más.
Las elecciones serán flexibles en sus fechas, pero no son inclusivas. Los candidatos –y no es un plural genérico: solo pueden presentarse hombres– deben tener más de cuarenta años y un diploma universitario. No pueden haber pertenecido a ninguna organización política ilegalizada, es decir, a un tercio de los partidos egipcios. Si ellos o sus familiares cercanos han obtenido una segunda nacionalidad, tampoco pueden presentarse.
El esperpento no termina ahí. Un presentador de televisión promete rajarse las venas por su país con tal de que acudan más ciudadanos a las urnas. Otro fusilará a las mujeres que se abstengan, besará los pies de los padres que voten, y bailará desnudo ante las cámaras cuando lo hagan. Una verdadera fiesta de la democracia.
A pesar de todo, la pantomima contienen interrogantes de peso. ¿Cómo de baja será la participación? Es anatema que descienda por debajo del 52%, porcentaje del electorado que acudió a las urnas en 2012. ¿Con qué porcentaje del voto será elegido Sisi? Si Morsi es el baremo, con más del 51,73% que obtuvo hace dos años. Pero una victoria a la búlgara generaría cinismo. Tal vez, como apunta Robert Fisk, Sisi se conforme con un humilde 82% del voto: por debajo del 90% de Hosni Mubarak en 2005 –buenos tiempos, aquellos–, pero más que el 81,5% que ha cosechado en Argelia, desde su silla de ruedas y sin ni siquiera hacer campaña, un Abdelaziz Buteflika decrépito.
¿Quién recibirá el resto de los votos? La Hermandad Musulmana de Morsi está ilegalizada. 23.000 opositores han sido encarcelados a lo largo del año pasado. Los tribunales egipcios, afines al antiguo régimen, han decretado más de 1.000 condenas a muerte en juicios en masa a los islamistas. Incluso el movimiento 6 de abril, que contribuyó a derrocar tanto a Mubarak como a Morsi, ha sido ilegalizado. La oposición, liderada por el izquierdista Hamdin Sabahi, otorga al régimen la apariencia de pluralidad. Pero hasta Sabahi se ha visto obligado a admitir que los comicios carecen de legitimidad.
El ejército continuará gobernando entre bastidores, como hace desde hace más de medio siglo. Tras el compromiso de los generales con la política y su recientemente declarada guerra contra el terrorismo –el islámico, y no el que practica el Estado egipcio– laten inquietudes algo más terrenales. Las fuerzas armadas tratan de evitar que sus presupuestos sean sometidos al escrutinio de civiles. Ocurre que los generales egipcios compaginan la defensa de la patria con la gestión de un vasto imperio económico, que abarca empresas de defensa, construcción y minería, ganaderías, compañías de agua embotellada y guarderías.
No sorprende que la economía nacional, a pesar de su enorme potencial, lleve décadas estancada. Ni que el electorado egipcio, según una encuesta del Pew Research Center, se muestre más cínico que nunca. El número de ciudadanos que prefiere un gobierno fuerte supera al de los defensores de la democracia. En contraste con la euforia revolucionaria de 2011, un 72% se muestra insatisfecho con la situación política del país.
Tampoco sorprende que Europa y Estados Unidos hayan sido cómplices de esta farsa. Como observó Isaac Rosa hace un año, la democracia no es para los musulmanes. El miedo al islamismo político, unido a los abusos y errores que cometió el gobierno de Morsi, garantizaron el apoyo tácito de Washington y Bruselas a los golpistas. La administración de Barack Obama pretende mantener a Egipto entre sus mayores receptores de ayuda militar. Tony Bair, devenido experto en Oriente Próximo tras la guerra de Irak, continúa apoyando a Sisi.
Aunque los resultados finales se darán a conocer a principios de junio, los sondeos a pie de urna otorgan a Sisi un 90% del voto. Su victoria supondrá un varapalo para la primavera árabe. También será un recordatorio de la selectividad con que Occidente defiende la democracia.