Política Exterior entrevista a Cornel Ban, economista político y profesor de Relaciones Internacionales en Boston University, con motivo de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Rumania el 16 de noviembre.
Política Exterior (PE): El experto en desigualdad económica Branko Milanovic sitúa a Rumania entre los éxitos relativos en el bloque del Este tras la caída del telón de acero. ¿Cuál es el balance 25 años después de la caída del muro y la muerte de Nicolae Ceausescu?
Cornel Ban (CB): Las expectativas desatadas en 1989 no podrían haber sido más diferentes al capitalismo neoliberal que tenemos hoy. Las encuestas de opinión a principios de los años noventa mostraban a una sociedad socialdemócrata y socialista en lo que concierne a las relaciones entre mercado y Estado. La mayoría de la gente detestaba el régimen que murió en 1989, pero a lo que se aspiraba era a un modelo macroeconómico keynesiano, con pleno empleo y un Estado del bienestar; es decir, el verdadero enemigo del socialismo realmente existente.
En términos convencionales, Rumania está en buena forma. Un crecimiento elevado para estándares europeos, una economía basada en manufacturas que cada vez exporta productos de mayor complejidad, y una infraestructura que mejora a toda velocidad. La nueva ola de cine rumano arrasa en los festivales internacionales, y el sistema educativo aún conserva nichos de excelencia. Pero también es una economía que ha obligado a emigrar a millones de ciudadanos; en la que la gente subsiste con el salario mínimo más bajo de la Unión Europea y uno de los Estados del bienestar más exiguos. La precariedad social para niños y adultos es la más elevada de la UE. La marginación extrema de la comunidad romaní acentúa estos datos negativos.
PE: Traian Basescu, el actual presidente, supervisó la entrada de Rumania en la UE. ¿Han cambiado las actitudes hacia el proyecto europeo desde la crisis de 2008, como ha ocurrido en España?
CB: A diferencia de Hungría y en consonancia con Italia, Rumania continúa siendo uno de los países más europeístas, tanto dentro de las instituciones europeas como a nivel popular.
PE: 2014 es también el décimo aniversario del ingreso del país en la OTAN. ¿Se considera en Rumania que la Alianza ha reencontrado su razón de ser con la actual crisis de Ucrania, o existen problemas más urgentes, como el auge del extremismo entre las minorías húngaras?
CB: Budapest (desde donde reciben apoyo organizaciones de extrema derecha como Jobbik) no es un problema en términos de seguridad. La minoría húngara está representada en la mayoría de los gobiernos de la región y los nacionalistas moderados no quieren asociarse con Jobbik. Las garantías de seguridad americanas son apreciadas por todos en el contexto de la crisis de Ucrania. Aunque la derecha rumana tiene un discurso bastante delirante en cuanto a Rusia, creo que el país no se mostrará ni tan nervioso hacia Moscú como Polonia, ni tan cercano como Bulgaria. No dependemos del gas ruso como lo hacen nuestros vecinos al sur del Danubio.
PE: Los gobiernos de la periferia de la zona euro que han aplicado políticas de austeridad se han tenido que enfrentar a movimientos sociales y nuevos partidos políticos –Syriza en Grecia, los “indignados” y Podemos en España, Beppe Grillo en Italia– que en Europa del Este no se han hecho sentir, a pesar de que la crisis haya venido acompañada de recortes aún más duros. ¿Cuáles son las opciones de los movimientos de protesta en el este?
CB: Rumania tuvo sus propios “indignados” en 2011 y 2012. Los movimientos de protesta no han producido una reacción política organizada como con el caso de Podemos, aunque una nueva generación de periodistas de izquierda y académicos, la mayoría formados en Occidente, está empezando a hacerse notar en la arena pública.
PE: Los candidatos a la presidencia en la segunda vuelta son Victor Ponta, del Partido Socialdemócrata de Rumania (PSD), y Klaus Iohannis, del Partido Nacional Liberal (PNL). ¿Qué está en juego en estas elecciones?
CB: Como economista político, me interesan principalmente los programas socio-económicos de los candidatos. En general, la campaña ha estado dominada por debates vigorosos sobre cualquier tema menos las patologías sistémicas de la economía rumana Mi impresión es que a nivel macroeconómico los dos están claramente en la derecha. Lo mismo ocurre con su posicionamiento respecto al Estado del bienestar.
Hay dos diferencias destacables. Primero, el PSD ha mostrado algo de interés en reducir los niveles de desigualdad y pobreza a través de más impuestos y gasto público, aunque sin especificar los objetivos que pretende alcanzar. En segundo lugar, Ponta es el único candidato que se interesa por aplicar políticas industriales que hagan al país subir peldaños en la escala económica y reduzcan los niveles de dependencia estructural. Pero las ideas de Ponta vienen acompañadas de un discurso conservador exaltando el orgullo nacional, el conformismo religioso y demás guiños a la derecha. Es un híbrido ideológico bastante interesante.