686 candidatos se registraron en mayo para las elecciones presidenciales iraníes. Quedaron ocho, bajo la atenta mirada del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei; dos se han retirado a última hora. El 14 de junio se celebran comicios en todo el país, y en el caso de que ningún candidato alcance la mayoría de votos, habría una segunda ronda una semana más tarde.
Tras ocho años en el poder, el presidente saliente, Mahmud Ahmadineyad, lega un Irán en crisis: las divisiones sociales están latentes, la clase media percibe que su capital y su futuro se encuentran en peligro, y la política económica ha hundido a gran parte de la población en una crisis sin precedentes desde la posguerra con Irak, bajo el imperio de una absoluta incertidumbre.
El país está más dividido que nunca: no solo hay ruptura entre reformistas y conservadores, sino que este último grupo se divide entre moderados, partidarios de Ahmadineyad y simpatizantes de la política fundamentalista del presidente, pero sin el presidente. El apoyo con el que contaba Ahmadineyad se debilitó, primero, por la polémica alrededor de su reelección en 2009, en la que un sector importante de la población se sintió engañado por sus radicalismos; después, por entrar en disputas con el Parlamento, el Consejo Judicial, la Guardia Revolucionaria, la televisión estatal y los veteranos de la República islámica, entre ellos el ayatolá y ex presidente Akbar Hachemí Rafsanyaní, la influyente familia Larijani y el propio Alí Jamenei.
El líder supremo le había defendido en el 2009, declarando que era cercano a sus ideas y dando por cerrada la disputa de las elecciones. Sin embargo, aunque Ahmadineyad empezó su primer mandato con fervoroso apoyo a las enseñanzas del Corán y a las ideas de la revolución islámica de Jomeini, a partir de su reelección no solo puso en cuestión las órdenes del líder supremo, sino que mostró mayor laxitud en la vestimenta de los jóvenes, disminuyó la presión sobre la vida privada e incluso intentó desmarcarse de las persecuciones de las fuerzas de seguridad del Estado.
En Política Exterior 153, Catalina Gómez Ángel nos habla, en su artículo “El legado de Ahmadineyad”, sobre las elecciones en Irán, en las que la pregunta es “cómo recuperar la estabilidad con unos ciudadanos que ya no creen en la política”. Este artículo analiza la situación del país y los posibles candidatos, llegando a una conclusión compartida por la mayoría de analistas: la experiencia sugiere que no se puede predecir quién ganará las elecciones. Depende de la participación ciudadana y del círculo de poder, que podría intentar orquestar los resultados.
En un debate llevado a cabo por la televisión estatal, los candidatos describieron sus propuestas en política económica. El desempleo, las relaciones entre los tres poderes, la inflación, la justicia económica, la reducción de ingresos procedentes del petróleo, la reforma económica y las manufacturas fueron los protagonistas.
Conservadores versus reformistas
El grupo de candidatos a la presidencia se divide entre conservadores y reformistas. Entre los primeros, Said Yalilí es el favorito de los tradicionalistas y representa la “resistencia” de los valores musulmanes. Mohamed Baqer Qalibaf, moderado, se compara a sí mismo con Amir Kabir (visir modernizador de la Persia del siglo XIX) y es uno de los candidatos más impredecibles, pues criticó las elecciones de 2009 al tiempo que muestra un gran apoyo al líder supremo. Ali Akbar Velayati, exministro de Asuntos Exteriores, parece ser la elección real de Jamenei, aunque sus posibilidades de éxito disminuyen en competencia con Yalilí. Gholam-Ali Haddad Adel, filósofo y exportavoz del Parlamento, se ha retirado de la carrera electoral a última hora. Mohsen Rezaei ya participó en las anteriores elecciones sin éxito. Y Mohamad Gharazi, único candidato independiente, no cuentan con apenas apoyo.
Dos figuras representaban el movimiento reformista, aunque Mohammad Reza Aref, uno de los hombres más cercanos al expresidente Mohamed Jatamí, se ha retirado en el último momento. Aumentan así las posibilidades de Hassan Rohani, quien, cercano a las ideas del expresidente Rafsanjani, no rompe tanto con la ideología islámica.
El desenlace de las votaciones es incierto, pero el resultado que se derive de ellas es vital para el futuro del país, tanto en su vertiente interna como en sus relaciones con los países vecinos y el resto del mundo.
Para más información:
Catalina Gómez Ángel, “El legado de Ahmadineyad”. Política Exterior 153, mayo-junio 2013.
Alex Vatanka, “La política exterior iraní tras la primavera árabe”. Política Exterior 153, mayo- junio 2013.
William Pfaff, “Irán y las armas nucleares”. Política Exterior 150, noviembre- diciembre 2012.
Toni Johnson y Lauren Vriens, “Islam: governing under sharia”. Council on Foreign Relations, enero 2013.
The Economist, “Iran´s upcoming election, Qatari politics, Libyan oil and Rich Arabs”. Artículo, junio 2013.