En Costa Rica el escenario electoral es de indecisión, apatía política e inestabilidad, de electores volátiles que tienen dificultades para identificarse con un partido político, consolidando una nueva mayoría “sin partido”. Este grupo desencantado de la política, cuyas frases típicas son “hay que votar por el menos malo”, “no hay por quién votar”, “todos son iguales”, parece sufrir de una histeria colectiva: quieren votar en las elecciones pero no saben a quién, deciden su voto en el último momento, son reactivos, utilizan el voto útil como último recurso y en las encuestas de intención de voto, se definen como indecisos, ocupando más del 30% durante toda la campaña.
Mientras tanto, los tradicionales Partido Liberación Nacional (PLN) y Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) tienden a la baja en los últimos años. Mantienen su estructura que les da poder en el legislativo, pero pierden protagonismo en la carrera por el ejecutivo. El candidato del PLN, Antonio Álvarez Desanti, se mantuvo en los primeros dos lugares en prácticamente todas las encuestas, pero al final no logró convencer a la población ni unificar el partido internamente. En el caso del PUSC, Rodolfo Piza tomó fuerza en los últimos días, pero ciertos arrebatos de enojo en los últimos debates mermaron el apoyo recibido.
En 2014, Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), ganó la presidencia en la segunda vuelta, llegó al poder con altas expectativas, promesas de transparencia y una agenda progresista que concluyó en acciones poco convencionales, como izar la bandera que simboliza la diversidad sexual en la Casa Presidencial o implementar guías de educación sexual en escuelas y colegios, entre otros asuntos.
Estas medidas generaron reacciones de todo tipo entre la población y un sector de los “sin partido” que habían respaldado al PAC comenzaron a sentirse distanciados, mientras que cuestiones como economía y finanzas públicas perdieron protagonismo ante el debate de la diversidad.
Veinte días antes de la primera vuelta de las elecciones, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó un fallo indicando que el matrimonio no debe limitarse solo a personas heterosexuales –en respuesta a una consulta del gobierno–, lo que levantó la participación de sectores a favor y en contra.
A partir de ese momento, el discurso de Fabricio Alvarado –candidato del Partido Restauración Nacional (PRN), diputado y predicador de la Iglesia evangélica– se centró en defender la “familia tradicional” y los valores cristianos, indicando que de ser presidente su primera acción sería desvincular a Costa Rica de dicha Corte. Así obtuvo el apoyo de líderes religiosos evangélicos y católicos.
Antes de este hecho, el PRN estaba por debajo del 5% en las encuestas. Después del fallo llegó a ocupar el primer lugar y ha acabado ganando la primera vuelta con más del 24% de los votos. En la otra cara de la moneda, Carlos Alvarado, candidato del PAC, se posicionó a favor de la diversidad, creciendo de un 10% en las encuestas a un 21% en la primera vuelta, según datos preliminares del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
El poder legislativo y la segunda vuelta
En el legislativo el multipartidismo volverá a ser la norma, con la diferencia de que el grupo progresista disminuye de manera considerable. Según datos preliminares del TSE, el PLN volverá a tener la fracción más grande con diecisiete diputaciones, el PUSC obtiene diez, el Partido Integración Nacional (PIN) tres y Republicano Social Cristiano dos.
El grupo cristiano del PRN ha pasado de un diputado en la pasada legislatura a tener catorce, con un gran número de líderes religiosos. El PAC obtiene diez diputaciones y el Frente Amplio, principal aliado del PAC en la actual legislatura, pasa de nueve a un solo diputado, por lo que en caso de una eventual victoria de Carlos Alvarado tendrá que encontrar la forma de crear algún vínculo con una oposición fuerte y conservadora.
Después de la tormenta viene la calma (y el análisis). El fallo de la CIDH fue un factor determinante para que un gran sector de la población indecisa votara por el candidato menos esperado. Una parte del grupo “sin partido” dijo No al matrimonio igualitario, votando por el PRN y sus diputados. En respuesta, los sectores progresistas levantaron al PAC, que podría estar a las puertas de un segundo mandato si logra aglutinar diversos sectores de cara al 1 de abril.
La próxima jornada electoral será en domingo de Resurrección, una fecha en la que muchos costarricenses aprovechan para viajar, mientras otros lo toman como un tiempo de reflexión espiritual. Es probable que muchos de los “sin partido” no vayan a votar, mientras otros acuden al llamado religioso. Los más críticos verán más allá de un asunto y tomarán una decisión objetiva y justa, en la medida de lo posible. De cara al futuro, las heridas de una campaña que dividió al país sería deseable que sanasen, y que la hermandad volviese a sentirse entre los costarricenses sin importar credo, orientación sexual o creencia.