El 25 de mayo, 13,2 millones de colombianos, el 40% del total de habilitados para votar, asistieron a las urnas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Los resultados reflejaron un país dividido entre los dos primeros candidatos por sus posturas frente al conflicto interno armado que por más de 50 años ha aquejado al país. El opositor del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, lideró los comicios con el 29,25% de la votación, seguido de cerca por el actual presidente Juan Manuel Santos, quien busca su reelección, con el 25,69%.
La derrota del mandatario en ejercicio no sorprendió a nadie. Por más de dos años los índices de popularidad de Santos han venido cayendo, y el rechazo a su gestión supera porcentualmente a quienes la respaldan. Esto no deja de ser paradójico ante el balance positivo de la administración Santos en los indicadores macroeconómicos, la baja de la tasa de desempleo y la reducción de la pobreza, así como el éxito de programas sociales de impacto como casas gratis para los más pobres. A pesar de esos logros, en las encuestas publicadas en los últimos meses de campaña, la intención de voto por el hoy ocupante de la Casa de Nariño se mantuvo entre el 25 y 30%. Por eso no causó sorpresa que en la primera vuelta solo uno de cada cuatro votos haya sido depositados a favor de reelegir a Santos.
La estrecha victoria de Zuluaga es asimismo una victoria del expresidente Álvaro Uribe. El antiguo mentor de Santos gobernó Colombia entre 2002 y 2010, desplegó una estrategia populista de gobierno y lideró una exitosa política de seguridad contra las FARC. Cuando el presidente Santos lanzó un proceso de diálogos de paz con esa guerrilla en Cuba, Uribe montó no solo una estrategia contra las conversaciones de paz sino también un partido opositor para retornar al poder. La arremetida política uribista se benefició de un creciente pesimismo de la opinión pública frente al lento avance de las negociaciones en Cuba. Zuluaga es el candidato por ese bloque político de un año de antigüedad que ganó un quinto del Senado en las pasadas elecciones parlamentarias.
El pulso entre los dos líderes políticos más poderosos de Colombia, el presidente Santos versus el expresidente Uribe, enmarca el proceso electoral de 2014 y tiene en la paz la diferencia más marcada. El mapa de los resultados de las urnas en la primera vuelta refleja una nación literalmente partida en dos: las Costas Caribe y Pacífica más el suroccidente y el Amazonas con Santos; mientras el centro andino, los llanos orientales y Antioquia votaron mayoritariamente por Zuluaga. La hegemonía uribista que caracterizó la política colombiana desde 2010 terminó este año con la fractura entre seguidores de Uribe y de Santos, quien atrajo el apoyo del partido Liberal.
Ante ese reñido panorama las alianzas para la segunda vuelta con los tres aspirantes restantes adquieren un mayor valor estratégico y electoral. A Zuluaga y Santos siguieron en este orden: la conservadora Martha Lucía Ramírez, con el 15,5%; la izquierdista Clara López, con 15,2%; y el verde Enrique Peñalosa, con 8,6%. Tras convertirse durante meses en uno de los fenómenos de la campaña de este año, al alcanzar el 30% en las encuestas, el voto en blanco se quedó en el 6%. Los días siguientes a las elecciones han ratificado las alianzas “naturales” por cercanía ideológica: Ramírez, quien obtuvo los votos de las bases conservadoras en contravía de las maquinarias de sus parlamentarios, adhirió a los uribistas y es la nueva jefa de debate de Zuluaga. Por 12 años los llamados “azules” constituyeron un leal y fuerte pilar de las mayorías de Uribe.
La izquierda está gravitando hacia la reelección del presidente Santos por una simple razón: el proceso de paz con las FARC. Dentro de los santistas ya están los seguidores del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, el político electo de izquierda más importante del país; la Marcha Patriótica y la UP, impulsores de los diálogos con la guerrilla, y un bloque del Polo Democrático, partido de López. Otra tendencia del Polo, con una agenda más económica, se debate entre la abstención y el voto en blanco. Por último, a pesar de que Peñalosa dejó sus votantes de la Alianza Verde, varios congresistas de esa organización anunciaron su voto por Santos.
Quedan poco más de dos semanas para el ballotage del 15 de junio. Las primeras encuestas después de la primera vuelta muestran que el escenario a cabeza se mantiene y el electorado se debate entre la continuidad del proceso de paz de Santos, con todas sus críticas, y el regreso al poder del uribismo.