Guillermo Pérez Flórez.
(Analista y consultor independiente de asuntos latinoamericanos).
Colombia es idéntica a sí misma. Impredecible, conservadora y… fundamentalmente uribista. Cuando medio mundo esperaba un cabeza a cabeza entre Juan Manuel Santos y Antanas Mockus se produce una victoria del primero por casi el doble de los votos.
¿Se equivocaron las firmas encuestadoras que vaticinaron un empate técnico? No necesariamente. La última encuesta se llevó a cabo el 16 de mayo y en las dos semanas siguientes ocurrieron algunos hechos importantes que debilitaron seriamente las aspiraciones del candidato verde, Antanas Mockus. En primer lugar, su tajante afirmación de que aumentaría los impuestos. Lo cual aprovecharon los oponentes uribistas, Santos y Vargas, para rechazarla enfáticamente. Segundo, los llamados del presidente Álvaro Uribe a apoyar las tres líneas políticas generales de su gestión (seguridad, confianza inversora y cohesión social); y, terecero, la sombra de duda sobre la capacidad política del candidato verde, quien se vio obligado a aclararse y rectificarse en más de una ocasión, demostrando falta de destreza y experiencia políticas. Todo esto contribuyó a que en menos de dos semanas la llamada “ola verde” perdiera potencia de manera acelerada y pasara de tener el 35 por cien de la intención de voto a quedar en sólo el 21 por cien. Perdió 14 puntos.
Habrá segunda vuelta, es verdad. Pero será carente de interés, dada la diferencia entre los dos candidatos. Santos alcanzó a acariciar la posibilidad de ganar la mayoría absoluta en primera vuelta, a sólo 3,5 puntos de obtener la mitad más uno de los votos, que exige la ley colombiana.
Para Álvaro Uribe el triunfo de Santos es una revalidación de sus dos mandatos. Su candidato tuvo un solo discurso: la necesidad de dar continuidad a las políticas del actual gobierno, y esto funcionó. Al final, pesaron más las dudas sobre las habilidades de Mockus y sus errores estratégicos que las acusaciones sobre el gobierno de Uribe por corrupción, politiquería, problemas de derechos humanos, los escándalos por los llamados “falsos positivos” y la descomposición de su policía secreta, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS).
El resultado electoral confirmó el fin de las lealtades partidistas. Los dos partidos tradicionales (el Liberal y el Conservador), que han gobernado Colombia durante casi dos siglos, literalmente se vaciaron. A duras penas, alcanzaron el 11 por cien de los votos. Los cuatro primeros candidatos, Santos, Mockus, German Vargas y Gustavo Petro, pertenecen a organizaciones nuevas, principalmente el Partido Verde, que era el novato de esta justa electoral, y que ahora deberá afrontar el viacrucis de la segunda vuelta, muy posiblemente sin un Cirineo que le ayude a cargar la cruz.
El Partido de la U se consolida como el partido de gobierno, con amplias mayorías en las cámaras legislativas. Cambio Radical, que orienta Vargas (tercero), se erige en una especie de “aeropuerto alternativo” del uribismo. Y, finalmente, el Polo Democrático Alternativo, continuará representando la izquierda, que en Colombia parece carecer de toda posibilidad de triunfo. El futuro de su hasta ahora candidato, Petro, es incierto aunque es un hombre joven que finalmente tuvo un mejor desempeño del que vaticinaban las encuestas. A Rafael Pardo (liberal) y a Noemí Sanín (conservador), quizás les espere un cargo diplomático. Es casi improbable una nueva participación electoral de los dos grandes derrotados.
La política colombiana entra ahora en una especie de letargo tropical. No sería extraño que el 20 de junio (fecha de la segunda vuelta electoral) se registrara una alta tasa de abstención; es posible que muchos colombianos no vean por qué tienen que ir a las urnas de nuevo, cuando el resultado de la primera vuelta ha sido tan contundente. Los seguidores de Mockus experimentan una inmensa decepción, y el uribismo ya sabe que puede dormir tranquilo, en cuanto a asuntos electorales se refiere.
La expectativa ahora será ver cómo reaccionan los vecinos Hugo Chávez y Rafael Correa, quienes han expresado abiertas reticencias frente al nuevo virtual presidente Santos, y cómo gestionará éste las diferencias políticas e ideológicas, e inclusive personales con ellos.
Para más información:
Guillermo Pérez; “Adiós al ‘sheriff’: Colombia sin Álvaro Uribe”. Política Exterior 135 (mayo-junio, 2010).
Guillermo Pérez: “Chávez y Uribe: divorcio exprés”. Política Exterior 121 (enero-febrero, 2008).