Los vaticanistas no parecen muy de acuerdo sobre lo que el futuro –o la providencia– deparan a la Iglesia romana tras la muerte de Benedicto XVI, en quien Francisco tenía un escudo frente a sus críticos. Durante más años de los que duró su pontificado, en sus escritos y confidencias, el papa alemán, el primero en 482 años, desmintió las versiones que aseguraban que le forzaron a renunciar. “Nadie intentó chantajearme. No lo habría permitido”, dijo a su biógrafo Peter Seewald.
Desde su vida claustral en el monasterio Mater Ecclesiae, el papa emérito mostró una impecable discreción y sensus Ecclesiae. El 28 de febrero de 2013, cuando se dirigió en latín al colegio cardenalicio para anunciar su dimisión, la primera de un obispo de Roma desde 1415, dijo a sus miembros que entre ellos estaba su sucesor, al que prometió su “reverencia y obediencia incondicionales”.
Cuando el exarzobispo de Buenos Aires le llamó a Castel Gandolfo la tarde del día en que el cónclave le entregó las llaves de San Pedro, Ratzinger le repitió esas mismas palabras. Pero la cohabitación de los dos papas no fue siempre fácil.
En 2016, el arzobispo Georg Gänswein, su secretario personal, sugirió que dos papas representaban una especie de “magisterio ampliado”, con un miembro “activo y otro contemplativo”. En Nient’altro che la verità (2023) incide en la decepción que causó a Benedicto la decisión de su sucesor “activo” de desalentar la la misa de rito tridentino.
Espadas en alto
En The Crux, John Allen escribe que los tradicionalistas han criticado la frialdad de las exequias del papa teólogo, contraponiéndolas al emotivo panegírico que hizo Ratzinger en los funerales de Juan Pablo II. Y asegura que ya han comenzado a mover sus alfiles para asegurarse que sean sus electores, y no el espíritu santo, quienes elijan al sucesor del papa argentino, el primero no europeo desde el siglo VIII.
Uno de preferidos, según Allen, es el cardenal guineano Robert Sarah, exprefecto de una congregación de la curia que intentó involucrar al papa emérito en un ensayo crítico con Francisco. De ser el elegido, sería el primer papa africano y el segundo no europeo después de Bergoglio. De familia animista, Sarah se convirtió al catolicismo ya adolescente.
«John Allen (…) asegura que los tradicionalistas ya han comenzado a mover sus alfiles para asegurarse que sean sus electores quienes elijan al sucesor del papa argentino»
Entre los paladines del bando ultraconservador está el exnuncio en Washington, Carlo Maria Viganò, que acusa a Francisco de estar del lado “del enemigo” y el cardenal Raymond Burke, que le acusó de “herejía” por hablar de la “Madre Tierra”, un concepto panteísta ajeno a la tradición católica, según él.
La Conferencia Episcopal de Estados Unidos es el bastión y epicentro de la oposición a Bergoglio. En noviembre, sus obispos eligieron al arzobispo Timothy Broglio, excapellán castrense de las fuerzas armadas, para suceder a José Gómez, arzobispo de Los Angeles. Francisco no concedió a Gómez el capelo cardenalicio, saltándose una norma eclesial no escrita. En su lugar nombró a un sufragáneo, el obispo de San Diego, Robert McElroy, abiertamente progresista. Los conservadores, en represalia, no eligieron a ninguno de los cardenales creados por Francisco para ocupar cargos en la Conferencia.
Riesgos de cisma
Hablando con periodistas, en 2019 Francisco dijo que “rezaba” para que no hubiese un cisma, pero que no tenía miedo a uno nuevo o a sus eventuales antipapas. En medio están Italia, España y Francia, con iglesias más o menos equidistantes entre la de Alemania, que lleva años desafiando a la Santa Sede, y la de Polonia, el otro polo del espectro católico europeo.
El problema de los ultraconservadores es que nadan contra la corriente. Las iglesias del Sur Global, la única región del mundo donde el catolicismo sigue ganando adeptos, han eclipsado a las del Norte Global.
En La iglesia arde (2021) Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de Sant’Egidio, advierte que la secularización está llevando a una “fase terminal” al catolicismo en Francia, la “hija primogénita de la Iglesia”. De seguir la tendencia, señala, en 2031 podría celebrarse la última boda católica y en 2044 el último bautizo. En 2018, dos terceras partes de las diócesis francesas no tuvieron seminaristas y solo se ordenaron 114, un 20% de órdenes integristas.
El caso francés es extremo, pero no muy distinto al de otros países europeos. En España, en 2021 solo una de cada 10 bodas fueron religiosas, frente al 76% de hace dos décadas. Desde 2010, cuando comenzaron a salir a la luz los escándalos de pederastia del clero, más de 2,5 millones de católicos alemanes han apostatado, pidiendo que se borren sus nombres de los registros parroquiales. Solo el año pasado se dieron de baja 400.000, el doble que todos los peregrinos que viajaron a Roma para los funerales del Papa bávaro.
El fin de la era de Constantino
En Benedict up close (2017), Paul Badde escribe que con Ratzinger terminaba “la era de Constantino, la era europea de la Iglesia”. Quizá no se equivoque. En 1900, había 267 millones de católicos en el mundo. Hoy son 1.360 millones. En el siglo XX, el catolicismo se expandió más que en cualquier otro. Pero ese crecimiento se produjo sobre todo en África y Asia.
«En el siglo XX, el catolicismo se expandió más que en cualquier otro. Pero ese crecimiento se produjo sobre todo en África y Asia»
Hoy, dos terceras partes de los católicos viven en el Sur Global y serán las tres cuartas partes a mediados de siglo. En 1910, Europa albergaba a dos tercios de los católicos. Hoy los católicos europeos solo representan el 11%. En 1910, el 44% de los europeos eran católicos. En 2010, el 35%. En ese mismo lapso, los católicos africanos pasaron de ser el 1% al 21% del total y los de Asia-Pacífico del 1% al 3%.
Según el Statistical Yearbook of the Church de 2022, en 2020 el 17,7% de la población mundial era católica. El 48% estaban en las Américas y el 28% en Suramérica. Los europeos, que eran uno de cada cuatro católicos en 2004, serán uno de cada seis en 2050. Italia y Polonia tendrán 5,3 millones menos cada uno.
Y es solo el comienzo. Entre 2004 y 2050, la población católica aumentará un 146% en África, 63% en Asia, 42% en América Latina y el Caribe y 38% en América del Norte. La de Europa, en cambio, caerá un 6%. En 2050, Brasil y México seguirán siendo los países con mayor población católica, seguidos de Filipinas, que desplazará a EEUU. República Democrática del Congo triplicará su población católica, por lo que ocupará el quinto lugar de la lista, frente al 11º actual. Los países europeos solo tendrán representantes cinco entre los 25 primeros. Entre los 10 primeros estarán además de RDC, Nigeria, Uganda, Colombia, Argentina y Angola.
La vid y los sarmientos
América Latina, donde lo religioso se entremezcla con la política, se parece cada vez más a Europa occidental en cuestiones de secularización. En 1985, el 80% de los latinoamericanos se decía católico. Hoy solo el 56% (con un fuerte crecimiento de protestantes, agnósticos y no religiosos). Un 20% de los venezolanos, guatemaltecos, hondureños y salvadoreños son protestantes. En Brasil son el 30%.
Y tampoco son tan conservadores. Más católicos latinoamericanos apoyan el matrimonio de personas del mismo sexo que en Italia o Polonia, por ejemplo. El futuro del catolicismo está en otras partes. Entre 2010 y 2020, creció más rápido en Asia (+1,8%) y África (+2,1%).
«El problema es que más del 50% del clero activo vive en el Norte Global, donde solo viven el 30% de sus fieles»
El problema es que más del 50% del clero activo vive en el Norte Global, donde solo viven el 30% de sus fieles. Unos 236 millones de africanos son católicos. EEUU y Canadá juntos albergan a 84 millones, pero tienen casi el mismo número de curas que toda África, que solo cuenta con el 12,3%. En Europa, la media es un sacerdote por cada 1.746 fieles; en las Américas uno por cada 2.086 y en África uno por cada 5.089. Allen cree que si todos los curas extranjeros –mexicanos, vietnamitas, coreanos, filipinos, congoleños…– regresaran a sus países, las parroquias de EEUU tendría que colgar un cartel en sus puertas: “Going out of business”.
La mies está madura
De los casi 500 millones de nuevos fieles que sumará la Iglesia de aquí a mediados de siglo, la gran mayoría provendrán de países como Nigeria o la RDC. En 1900 los católicos africanos eran 1,9 millones (1% del total). Hoy son 236 millones (20%). Entre 1950 y 2000, la población africana creció un 313%. Los católicos, un 708%.
Oriente Próximo y África del Norte, cuna del cristianismo, alberga menos del 1% de los católicos, la misma proporción que en 1900.
Bergoglio es consciente de lo que significan esas cifras. En el próximo cónclave, participarán muchos cardenales de las “periferias globales” que él ha creado: 121 cardenales de 66 países. Timor Oriental, Mongolia, Paraguay y Singapur nunca habían tenido uno. En 2013, los europeos sumaban el 52% del colegio cardenalicio. Hoy son 53 (40%). Los italianos tienen 20 electores (17%); pero fueron 28 (24%) en 2013.
El Sur Global tiene ahora el 45%, frente al 35% en 2013. Los africanos han pasado del 9% al 14%, los asiáticos del 9% al 12,5% y los latinoamericanos y caribeños del 16% al 19%. EEUU solo tiene nueve (7%). En dos consistorios sucesivos en agosto de 2022, Francisco creó 20 nuevos cardenales, 16 de ellos electores, llevando el total a 229. Solo 132 son electores, es decir menores de 80 años, 83 creados por Francisco, 11 por Juan Pablo II y 38 por Benedicto XVI.
Uno de los nuevos cardenales es Giorgio Marengo, misionero italiano y prefecto apostólico de Ulán Bator, cuya diócesis solo alberga seis parroquias con un millar de fieles. Mauro Gambetti, custodio del convento de la basílica de San Francisco en Asís, ni siquiera es obispo. Otros son Wilton Gregory, arzobispo de Washington y primer cardenal afroamericano, y el italiano Oscar Cantoni, obispo de Como. Al igual que en el caso de Gómez, Mario Delpini, arzobispo de Milán, se quedó sin el capelo. Dado que un 63% de los nuevos “príncipes de la iglesia” fueron ungidos por Francisco, su sucesor no necesitará los votos de los que crearon sus dos antecesores.