Una mujer iraní pasea por la sede de la campaña electoral de Hasan Rohaní. (Teherán, 20 de mayo de 2017). GETTY

El triunfo de la moderación

Luciano Zaccara
 |  22 de mayo de 2017

Los 24,5 millones de votos logrados por Hasan Rohaní en las elecciones iraníes del 19 de mayo refrendan sin duda la continuidad de la moderación en las políticas implementadas por el actual presidente. Rohaní ha ganado su segundo mandato con el 57% de los votos, frente al 38% de su contendiente, el clérigo Ibrahim Raisí. El resultado también muestra los límites electorales de los sectores más conservadores de Irán. Ni siquiera la retirada de la candidatura del actual alcalde de Teherán, Mohamad Baqer Qalibaf, y el explícito apoyo del otro candidato conservador, Mustafa Mirsalim, fueron suficientes para desbancar a Rohaní. Tampoco surtió efecto el discurso populista de Mahmud Ahmadineyad, ni las críticas relacionadas con la corrupción del gobierno de Rohaní o con los escasos beneficios visibles tras el levantamiento de las sanciones. En Irán una mayoría social votó –aunque sin entusiasmo– por el actual presidente.

Con la tercera derrota consecutiva tras las presidenciales de 2013 y 2017 y las legislativas de 2016, los conservadores tendrán que replantearse sus estrategias electorales para el futuro. Los políticos con pasado militar, como Qalibaf o Mohsen Rezaei, no han logrado atraer al electorado. Tras esta elección, tampoco un clérigo al frente de la más poderosa bonyad (fundación), la Astan Quds Razavi de Mashad, cercana al establishment de Qom, ha podido hacerlo. El supuesto apoyo del líder supremo, Alí Jamenei, que nunca es explícito, al candidato Raisí, significó para muchos en Irán su claro respaldo en la carrera por la sucesión del liderazgo. La derrota electoral significa para algunos su total descarte como sucesor.

Y esto lleva de nuevo al punto de partida, ¿quién será? Una pregunta que tras muchos años de especulaciones aún no tiene respuesta clara, ya que muchos candidatos incluso han fallecido antes que la situación tuviera lugar, como Hashemi Rafsanyaní. Los otros nombres que circulan, Mojtaba Jamenei, o Hasan Jomeini, tampoco parecen tener grandes respaldos en la actual Asamblea de Expertos, el órgano colegiado elegido cada ocho años que tiene la atribución de elegir al líder de la República Islámica.

 

Economía y política exterior

Una vez despejadas las incógnitas de los resultados, toca hacer balance y previsión de los próximos cuatro años. El mandato de Rohaní se caracterizó por la moderación tanto en política interna como exterior, más que por una reforma profunda o políticas exteriores grandilocuentes y confrontacionistas. Su apuesta principal, y para algunos la única, ha sido la de solucionar el contencioso nuclear, con el convencimiento de que sería suficiente para mejorar la economía y las relaciones exteriores del país. Aunque los frutos del acuerdo aún están por concretarse, ya que apenas ha pasado un año y medio desde la implementación, en enero de 2016, es evidente el repunte de la economía, con un crecimiento del PIB del 7% anual; la firma de algunos contratos estrella –con Airbus y Boeing–; el tímido repunte de las exportaciones petroleras y la reducción de la inflación a tasas de un dígito.

Nadie duda de que el acuerdo es lo que los iraníes deseaban y necesitaban. Irán debe convertirse en un actor de peso en el sistema internacional, un socio comercial fiable en el que invertir y un elemento estabilizador en los conflictos regionales en los que Irán tiene algo que decir.

El segundo mandato de Rohaní no garantizará que la economía vaya a dar un salto cualitativo en los próximos años, porque los impedimentos externos e internos siguen siendo aún muy fuertes tras 30 años de sanciones y proteccionismo económico y legal. Pero el crecimiento económico y la gradual llegada de inversores extranjeros pueden convertirse en el medio plazo en una inflación totalmente controlada, una reducción gradual y sostenida del desempleo y una planificación económica que no dependa tanto de las fluctuaciones del precio del petróleo, como ha ocurrido hasta hace al menos dos años.

Los desafíos desde el punto de vista económico han estado presentes en los debates de campaña electoral. A pesar de haberse planteado ya en el mandato anterior, Rohaní no ha logrado los resultados esperados. Las tareas pendientes son muchas; entre ellas, una profunda reforma del sistema bancario para regular las instituciones creadas al margen del sistema y que desaliente la especulación financiera; la imposición de un sistema de impuestos generalizados, incluyendo empresas vinculadas a la Guardia Revolucionaria y las bonyads, que están exentas de fiscalización hasta el momento; y la lucha en contra de la corrupción y el contrabando. Estos han sido los puntos pendientes de los primeros cuatro años de Rohaní. Más allá de los avances en determinados derechos sociales y la libertad de prensa, el respaldo que ha logrado no viene por el reconocimiento de sus logros, sino más bien por el temor al regreso de un periodo similar al de Ahmadineyad.

En política exterior, Rohaní tiene el desafío de mantener el compromiso firme de Irán en relación al acuerdo nuclear con el Grupo 5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania), evitando a toda costa que cualquier nueva sanción o política unilateral de EEUU tire por la borda lo conseguido, y manteniendo el interés europeo y asiático en las posibilidades económicas que ofrece Irán. Esto es más importante aún en medio de la gira del presidente Donald Trump a Oriente Próximo, en la que Irán ha vuelto a ser calificado de Estado patrocinador del terrorismo. Es fundamental que Rohaní mantenga el tono sin entrar en batallas dialécticas que lleven a una escalada regional, menos aún a la ruptura del acuerdo nuclear.

Sin embargo, la prioridad de Rohani debe ser la mejora de las relaciones con sus vecinos árabes del golfo Pérsico. Un Estado que pretende ser potencia regional no estar en confrontación casi directa en tres escenarios de la región (Siria, Irak y Yemen). Si bien existe un consenso tácito (y a veces explícito) en las políticas seguidas por Irán –y principalmente la Guardia Revolucionaria– para defender al gobierno de Bachar el Asad en Siria, sobre todo ante el convencimiento de que el combate al Estado Islámico implica la defensa misma de las fronteras iraníes, empieza a existir en la sociedad civil cierto cansancio tras cinco años de una guerra donde están muriendo soldados iraníes. En este sentido, Rohaní deberá demostrar principalmente a Arabia Saudí que Irán está dispuesto a salidas negociadas tanto en Siria como en Yemen, en las que ambas potencias regionales vean cumplidas sus demandas de seguridad ante las percibidas amenazas externas.

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