Por Pablo Colomer.
El 24 de mayo de 2007, el Fianna Fáil volvió a ganar las elecciones legislativas irlandesas logrando 78 escaños en el Dáil Éireann (de 166 escaños), cámara baja del Oireachtas, el parlamento nacional irlandés. Nada nuevo bajo el sol, pues el partido republicano había venido ocupando el gobierno de manera intermitente desde que en 1932 alcanzó el poder. Todos sus dirigentes han ocupado alguna vez el cargo de primer ministro.
La segunda fuerza entonces fue el Fine Gael, también conservador, que logró 51 escaños, seguido del Partido Laborista, que obtuvo 20 asientos. Malos tiempos para los primeros, que no gobernaban desde 1987 –los laboristas, desde 1997. Buenos tiempos para Irlanda, considerada uno de los alumnos aventajados de Europa, el conocido como tigre celta gracias a sus elevados ritmos de crecimiento. Entre 1991 y 2003, la economía irlandesa creció a un ritmo promedio anual del 6,8% del Producto Interior Bruto. Desde 2004, el PIB creció a un 5%, convirtiendo la renta per cápita del país en la segunda más elevada de la Unión Europea.
Un lustro más tarde, en las elecciones del 25 de febrero de 2011, el Fianna Fáil ha cosechado apenas 20 escaños, por 76 del Fine Gael y 37 de los laboristas, que en estos momentos negocian la formación de un gobierno de coalición. Un terremoto electoral en toda regla que tiene una explicación sencilla: el estallido de la burbuja inmobiliaria.
La crisis financiera que sufre Irlanda desde finales de 2008 ha sumido al país en la bancarrota: el déficit público alcanzó en 2010 el 32% del PIB. La mayor parte de ese dinero se ha ido en rescatar a un sistema bancario que apostó fuerte al mercado inmobiliario y lo perdió casi todo. Así, el 21 de noviembre de 2010 el gobierno irlandés no tuvo más remedio que solicitar ayuda externa y acudir al fondo de rescate (de 750.000 millones de euros) creado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI). El paquete de ayuda, de 85.000 millones, ha permitido a Irlanda recapitalizar el sector bancario y cubrir los gastos corrientes de los próximos tres años. ¿La contrapartida? Un interés del 5,83% y la imposición de un severo plan de ajuste que recorta el gasto público (reducción del número de funcionarios, recorte de subsidios, etcétera) y aumenta los impuestos (tanto directos como indirectos).
Este plan de recortes ha provocado protestas entre la población irlandesa. Los bonus que han recibido los directivos de algunos de los bancos rescatados por el Estado no han ayudado a calmar los ánimos. El programa electoral del Fine Gael se ha hecho eco de estos sentimientos y ha situado la renegociación de los términos del rescate de la UE y el FMI en el corazón de la campaña para las legislativas. Finalmente, los electores han respaldado esas promesas.
Está por ver los siguientes pasos que adopta el nuevo gobierno, en coalición con los laboristas o en solitario. Entre las alternativas, el gobierno podría forzar a los acreedores a aceptar quitas en el valor nominal de sus bonos.