Desde hace décadas, la agricultura se ha convertido en una actividad global que tiene que combinar funcionalidad y preservación de la sostenibilidad medioambiental. En 2050, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el mundo va a tener 9.600 millones de bocas que alimentar. Se necesitará invertir unos 83.000 millones de dólares anuales, la mayoría del sector privado. Los principales retos son la escasez de tierras cultivables (aproximadamente el 11% de la superficie terrestre) y de agua dulce. Para abastecer a toda la humanidad en las siguientes décadas, la tierra cultivable debe crecer en un 70%, muy por encima de cómo lo ha hecho hasta ahora.
Fuente: FAO.
La seguridad alimentaria está relacionada con el acceso físico, social y económico de todas las personas a los suficientes alimentos seguros y nutritivos para satisfacer las necesidades nutricionales y sus preferencias, para una vida activa y sana. Hace referencia, además de al acceso de las personas a los alimentos, a la disponibilidad de estos y a su aprovechamiento biológico.
La alimentación en el mundo se sostiene sobre 570 millones de granjas. El 80% de estas son pequeñas explotaciones familiares. Tradicionalmente, el sector agroalimentario ha sido un negocio familiar, pero al ser una industria sólida, ha atraído a grandes inversores. Las grandes empresas, que ahora controlan el sector, tienen una enorme influencia en la fijación de precios, el control de las reservas e incluso la toma de decisiones políticas. La alimentación está en manos de multinacionales y sus decisiones influyen en la seguridad alimentaria. Esto pone en duda si la necesidad de producir más es real, o se trata de una estrategia empresarial para obtener beneficios. Pero el hecho de que 795 millones de personas siguan hoy subalimentadas no solo está relacionado con la cantidad de producción, también con el acceso a la alimentación.
Alimentación, agricultura y nuevas tecnologías
Las soluciones tecnológicas pueden ser la respuesta al futuro de la producción alimentaria. Hay grandes empresas del sector que ya trabajan en ello. Gracias a las nuevas tecnologías aplicadas en el sector, los rendimientos por hectárea se han multiplicado. Ahora mismo, invertir en I+D agrícola es muy productivo, porque seguramente reporte grandes beneficios.
Ya existen numerosos avances tecnológicos, al aumentar la inversión en el mercado de equipamientos agrícolas. El regadío, por ejemplo, se ha perfeccionado para utilizar menos agua. También se utilizan drones en la agricultura, y se han desarrollado semillas y productos agrícolas tolerantes a la sequía. Las sembradoras y tractores disponen de GPS que les permite moverse con precisión por el terreno y ahorrar costes, al reducirse el número de zonas solapadas en las pasadas y las horas de trabajo empleadas. Y la agricultura de precisión se presenta como una de las alternativas más viables. Esta tecnología debería trasladarse también a los mercados emergentes y pequeños agricultores que utilizan técnicas tradicionales poco productivas, y que además dificultan el trabajo.
Por otro lado, los consumidores buscan cada vez más variedad en los productos que consumen. Esto ha fomentado el crecimiento de pequeñas empresas especializadas en productos específicos difíciles de conseguir con la producción en masa de los grandes grupos empresariales del sector. También exigen calidad. Grandes cantidades de producto se desechan porque no cumplen este requisito, sobre todo en los países industrializados. Aunque lo recomendable sería cambiar los hábitos de las personas, la tecnología puede ayudar a producir, por ejemplo, una fruta visualmente más atractiva.
Agricultura familiar, ¿el futuro de la seguridad alimentaria?
La agricultura familiar está vinculada a la seguridad alimentaria. Es la forma predominante en la producción de alimentos a nivel mundial: hay más de 500 millones de explotaciones familiares. Para la FAO, se trata de una actividad agrícola de base familiar vinculada a varias áreas del desarrollo rural, gestionada por una familia, que también sería la principal mano de obra.
Las explotaciones familiares son necesarias para garantizar la seguridad alimentaria y terminar con la pobreza y malnutrición. Con la agricultura familiar se contribuye al empleo, especialmente en los países en desarrollo. Es una oportunidad para impulsar las economías locales, por sus vínculos con la sociedad rural. Además, colaboran con la biodiversidad agrícola y con la preservación de alimentos tradicionales.
Pero la agricultura familiar tiene que llegar a ser más productiva y sostenible, mediante la innovación y el reconocimiento de su diversidad. En las políticas nacionales deben reconocerse sus contribuciones. Hay que crear un entorno normativo favorable, advierte la FAO, recopilar datos del sector y facilitar el acceso a los mercados, a la tierra, a la tecnología y a la financiación.
La mayor parte de las explotaciones agrícolas se encuentran en Asia, principalmente en China e India, que representan el 59%. En África subsahariana solamente se encuentran un 9% de las granjas del mundo, y en Europa y Asia central, un 7%. Menos aún en América Latina y el Caribe (4%).
Fuente: FAO.
Los retos de alimentar a la humanidad pasan, en primer lugar, por ampliar el acceso a la alimentación. La FAO advierte que esto es posible con la agricultura familiar, la verdadera esperanza de la seguridad alimentaria. También es cierto que hay que considerar las limitaciones de recursos naturales como la tierra cultivable y el agua dulce. La agricultura va a tener que competir por la tierra y el agua con la expansión de los núcleos urbanos, mientras se adapta al cambio climático y contribuye a su mitigación. Se necesitan nuevas tecnologías que permitan rentabilizar los recursos mientras se protege el medio ambiente. En esta lógica, el sector privado es un actor clave en el futuro del sector, pero se necesita que actúe de una manera responsable en pro de la seguridad alimentaria de la humanidad.