Laudato Si, la encíclica de Francisco I sobre el calentamiento global, no deja indiferente. En sus 192 páginas, el documento, inspirado en la figura de San Francisco de Asís, denuncia la transformación de nuestro planeta en “un inmenso depósito de porquería”. Un problema sistémico: el calentamiento global, asegura el Papa, tiene “graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas”. Para combatirlo será necesario “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.”
Con su condena a un orden económico que considera insostenible y sus guiños progresistas –menciona la “deuda ecológica” de los países desarrollados y defiende el acceso al agua como un “derecho humano básico”–, Laudato Si aumenta los recelos que sienten muchos católicos conservadores hacia su pontífice. Pero el documento también ha recibido críticas desde la izquierda. En su intento de reformar la Iglesia Católica y traerla al siglo XXI, Francisco I necesita compaginar su labor de pontífice con la de equilibrista.
A la cabeza del desafecto está la derecha estadounidense. Aunque los católicos se cuentan entre los cristianos menos doctrinarios de Estados Unidos, la cuestión del cambio climático los divide considerablemente. Según una encuesta del Pew Research Center, más de la mitad de los católicos americanos opinan que el ser humano no es responsable del cambio climático y que el calentamiento global no es peligroso. Se trata de dos ocurrencias que la encíclica papal rechaza de forma categórica, pero que no desentonan en un país en el que se ha extendido la desinformación sobre el calentamiento global.
El documento del Papa es especialmente inoportuno para Jeb Bush. El hermano de George W. Bush acaba de lanzar una candidatura presidencial en la que intentará seducir a los votantes hispanos, resaltando, entre otras cosas, su conversión al catolicismo. “No me dejaré dictar la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi Papa”, ha sentenciado el republicano, consciente de que su partido aún intenta negar la mayor en lo que respecta al cambio climático. Pero esta reivindicación de la separación entre Iglesia y Estado suena incoherente: en 2009, Bush criticaba la idea de que un político deba aparcar sus convicciones religiosas mientras gobierna. En cualquier caso, el pensamiento económico del Papa, inspirado en Karl Polanyi, es anatema para el Partido Republicano.
Un segundo perjudicado por la encíclica es Polonia. “El carbón y la Iglesia Católica son dos de las instituciones más poderosas de Polonia”, observa Kalina Oroschakoff. “El Papa Francisco acaba de ponerlas en conflicto”. En un país en el que el 90% de la población es católica, pero que depende de una fuente energética que el Papa ha condenado por ser excesivamente contaminante, Laudato Si presenta un dilema considerable. Andrzej Duda, el nuevo presidente polaco, ejemplifica esta contradicción: durante la campaña electoral, atacó al gobierno de Ewa Kopacz por intentar reformar el sector del carbón, al tiempo que proclamaba su fe católica. Más de uno echará de menos los tiempos de Juan Pablo II, cuando catolicismo y la resistencia contra Moscú formaban un cuerpo ideológico inquebrantable.
No todas las críticas a la encíclica provienen de la derecha. Los puntos 117 al 120 ligan la defensa del embrión humano a la de la naturaleza y otras personas vulnerables, como pobres o discapacitados. “Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto”, concluye. Según el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, “si los partidos defendieran la ecología, no estarían a favor del aborto ni la ideología de género”. En el punto 155, Francisco opina que: “No es sana una actitud que pretenda cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma”. Para muchos de sus críticos, estos razonamientos contienen, valga la ironía, considerables saltos de fe.
Las ideas económicas de Francisco I, progresistas cuando no abiertamente izquierdistas, le han permitido imprimir un giro importante en la Iglesia Católica. Pero el Papa en ningún momento ha dejado de ser conservador en lo social. Aunque ha logrado revitalizar la Iglesia en los últimos dos años, esta tensión acompañará al pontífice a lo largo de su papado. Laudatio Si es el ejemplo más reciente.