La economía de Cuba creció el 0,4% en 2016, un quinto de la meta inicial fijada a fines de 2015 y el 40% de la meta reducida de julio de 2016; es decir, una caída del 91% respecto al crecimiento del PIB del 4,4% oficial en 2015. Para otras estadísticas macroeconómicas y del sector externo habrá que esperar a noviembre de 2017, cuando se cuelgue completo el Anuario Estadístico de Cuba 2016. No obstante, las cifras de 2015 comparadas con las de 2014 muestran una crisis cada vez más profunda: las exportaciones de mercancías cayeron el 31%, las de servicios profesionales (primer ingreso en divisas de Cuba) mermaron un 18%, y el excedente entre el saldo positivo de servicios menos el saldo negativo de mercancías declinó el 47%. Si esto ocurrió cuando el PIB crecía el 4,4%, es de esperar un deterioro aún mayor en 2016, con crecimiento del PIB de apenas el 0,4%. Los pronósticos para 2017 son peores. Cuba sufre la crisis más grave desde el decenio 1990-99, el llamado “período especial en tiempo de paz”. ¿Cuáles son las causas de este desastre?
La principal es la gravísima crisis económica de Venezuela, que en 2010 aportaba un quinto del PIB cubano y probablemente más en 2012. El PIB venezolano cayó el 9,7% en 2016 (un desempeño muchísimo peor que el cubano), la inflación creció el 181% (23 veces el promedio latinoamericano y la mayor del mundo), las reservas internacionales eran un 27% de las existentes en 2008, hay una severa escasez de alimentos y otros bienes de consumo, y una situación política que borda el caos. Aunque la ayuda venezolana a Cuba no ha desaparecido, como ocurrió con la antigua Unión Soviética en 1991, ha disminuido sustancialmente: el suministro de petróleo bajó de un cénit de 105.000 barriles diarios a 77.000 en 2016, y virtualmente se detuvo la exportación de crudo para la refinería de Cienfuegos; el intercambio comercial entre Venezuela y Cuba pasó del 40,5% en 2014 al 28,7% en 2015; y la venta de servicios profesionales se redujo un 18%.
Otras causas de la crisis son: el estancamiento y en algunos casos retroceso en las cruciales reformas económicas de Raúl Castro, especialmente después de la visita de Barack Obama a La Habana en marzo de 2016 y la celebración del VII Congreso del Partido Comunista en abril de ese año; la caída en los precios mundiales del azúcar y el níquel, junto con una disminución en la producción de ambos.
Incertidumbre política
En medio de esta tensa situación, Donald Trump fue elegido presidente en Estados Unidos. Su posición sobre la relación con Cuba ha cambiado múltiples veces: en 1998 intentó sin éxito construir un hotel en la isla violando el embargo; en enero de 2016 dijo que iba a continuar con el proceso de normalización iniciado el 17 de diciembre de 2014, pero que conseguiría un mejor convenio que Obama; en septiembre, amenazó con anular todas las órdenes ejecutivas de aquel, y en noviembre señaló que mantendría algunas de ellas pero subordinadas a que Cuba implemente libertades políticas y económicas. Trump tildó de “dictador brutal que oprimió a su pueblo” a Fidel Castro después de su deceso el 25 de noviembre, y designó a un cabildero cubano-americano en su equipo de transición, mientras quien será el vicepresidente del país, Mike Pence, expresó “el tirano Castro ha muerto” y tiene lazos con el congresista cubano-americano Mario Díaz-Balart y con otros de la línea dura con Cuba.
Por otra parte, Trump es sobre todo un hombre de negocios que persigue las ganancias prescindiendo de la ética y la moral. Quizá sueña con construir Torres Trump en La Habana y en Varadero, así como campos de golf de lujo. En el Congreso de EEUU hay republicanos cuyos Estados han estado vendiendo alimentos a Cuba desde que George W. Bush abrió un resquicio en el embargo estadounidense y apoyan el restablecimiento de relaciones comerciales con La Habana. Hay muchas compañías de EEUU que están tratando de invertir en Cuba, en hostelería, extracción de petróleo, venta de maquinaria agrícola, etcétera. Rex Tillerson, nominado secretario de Estado, consiguió varios contratos de Exxon con el gigante monopolio estatal energético ruso Rosnef, y tiene largas y amistosas relaciones con Vladimir Putin, por lo que podría fungir cómo mediar a favor de Cuba con Trump. Quizá surgiese una coalición entre Trump y congresistas republicanos a los que podrían unírsele algunos demócratas. Teniendo en mente el acercamiento de Richard Nixon con China, ¿será Trump capaz de lograr un mejor acuerdo con Cuba que el de Obama, quien no demandó concesiones?
Estrategia negociadora
En principio hay dos escenarios plausibles. En el primero Trump decide hacer negocios sin poner restricciones; en mi opinión, esto es dudoso teniendo en cuenta el análisis anterior y el carácter arrogante y ególatra del magnate-presidente, que siempre cuida su imagen. En el segundo, Trump le dice a Cuba “si ustedes no hacen concesiones, yo anulo las órdenes ejecutivas de Obama”, lo cual chocaría con la persistente posición de Cuba de no negociar sus asuntos internos. Frente a esto, Trump podría derogar todas o parte de las órdenes ejecutivas en vigor, un desenlace que tendría un impacto económico adverso en la isla, agravando la crisis actual.
Pongamos un ejemplo. Al cierre de 2016, el único aspecto positivo de la economía cubana era el boom turístico facilitado por las decisiones de Obama que permiten a los estadounidenses visitar Cuba, salvo que digan expresamente que lo hacen como turistas, lo cual por supuesto nadie hace. Se estima que unos 200.000 estadounidenses viajaron a Cuba en 2016, más que duplicando el número de 2014 y convirtiendo a EEUU en el mayor emisor de turistas a la isla después de Canadá y la “comunidad cubana en el exterior”. El número total de turistas internacionales en 2016 llegó a unos cuatro millones, y el ingreso bruto a 3.000 millones de dólares, el principal generador de divisas después de las ventas de servicios profesionales. Si Trump deroga las 12 categorías de viajes estadounidenses permitidos a Cuba, aminoraría el actual boom turístico, con la consiguiente pérdida para Cuba.
Cualquiera que sea el desenlace bajo la presidencia de Trump, Cuba debe acelerar y profundizar las reformas económicas estructurales lanzadas por Raúl, esenciales para incrementar la producción, expandir las exportaciones, aumentar la productividad y lograr un crecimiento económico sostenido. Esto sería aun más fundamental si se materializase el peor escenario de una política dura de Trump.