El resultado de las elecciones parlamentarias en Corea del Sur parece innegable. El opositor Partido Democrático (PD) obtuvo una convincente victoria y, junto con sus aliados progresistas, tendrá una mayoría dominante de 192 escaños en la Asamblea Nacional de 300 escaños. El excandidato presidencial del PD y actual líder del partido, Lee Jae-myung, se consolida, por ahora, como el probable abanderado presidencial cuando se celebren las próximas elecciones dentro de tres años.
El presidente Yoon Suk-yeol se enfrenta ahora a una oposición vigorizada, ansiosa por desafiarle en todos los frentes. El conservador Partido del Poder Popular (PPP) está fracturado y es probable que entre en una batalla por la sucesión que podría dejar a Yoon cada vez más aislado dentro de su propio partido.
Lo que sigue siendo incierto es si la capacidad de Yoon para remodelar la política exterior y de seguridad de Corea del Sur –el sello distintivo de su gobierno hasta la fecha– puede sobrevivir. El consenso entre los observadores extranjeros es que, dados los amplios poderes del ejecutivo en el sistema político de Corea del Sur y el amplio apoyo público a los objetivos generales de las políticas de Yoon, no se producirá ningún cambio significativo en la política exterior surcoreana.
La oposición está dispuesta a centrarse más en los asuntos internos, desde las investigaciones de irregularidades cometidas por la primera dama y altos funcionarios hasta el tratamiento de potentes cuestiones económicas, en la creencia de que éstas pondrán a los conservadores a la defensiva y podrían incluso abrir la puerta a la destitución.
Yoon, por su parte, ha señalado que no ve motivos para cambiar de rumbo. En su primer discurso tras las elecciones, el mensaje del presidente fue que la orientación de su política era la correcta para el país, pero que no lograba comunicar ni producir resultados visibles, observa Benjamin Engel, profesor de investigación de la Universidad Nacional de Seúl.
La obstinada determinación de Yoon de mantener el rumbo no es nueva, pero el resultado de las elecciones demuestra que no puede superar la poderosa fuerza de la opinión pública en el entorno altamente polarizado de Corea del Sur. Aunque el apoyo a la alianza con Estados Unidos sigue siendo abrumador, existe una fuerte corriente de nacionalismo que a menudo adquiere tintes antinorteamericanos.
El PD y sus aliados cercanos en la recién elegida Asamblea Nacional incluyen ahora a defensores abiertos de la retirada de las tropas estadounidenses e incluso del fin de la alianza de seguridad. Estas opiniones tienden a coincidir con las pro-norcoreanas, a menudo expresadas en la creencia de que Estados Unidos es el principal obstáculo para el retorno a un compromiso con Pyongyang. La política hacia Corea del Norte será, sin duda, un continuo punto de discordia entre la oposición y el gobierno de Yoon.
La oposición también refleja una crítica más amplia a lo que se caracteriza como una política antichina adoptada bajo la presión de Estados Unidos en detrimento de los propios intereses económicos y de seguridad de Corea del Sur. La caída de las exportaciones de Corea del Sur a China y las tensiones por la presión de Estados Unidos para limitar el comercio de tecnología con Pekín ya se han utilizado como punto de ataque contra Yoon.
«Yoon está haciendo todo lo posible por mantener el impulso en la relación con Japón, al igual que Kishida. Pero ambos están debilitados, con índices de apoyo estancados en los 20 o 30 puntos»
China era el principal mercado de exportación de Corea del Sur, pero ahora Seúl es la que importa sobre todo de China”, declaró Lee durante la campaña de la Asamblea Nacional. “¿Por qué nos importa lo que ocurra en el estrecho de Taiwán? ¿No deberíamos ocuparnos de nosotros mismos?”.
La administración de Yoon ya se muestra reacia a los llamamientos a la confrontación con China, sobre todo en el ámbito económico. Al parecer, Seúl acogerá la reanudación de la cumbre trilateral China-Japón-Corea del Sur en mayo de 2024.
Pero el llamamiento de Yoon para que Corea del Sur se convierta en un “Estado pivote mundial” se basa en una alianza consolidada con Estados Unidos, la elevación de los lazos con Japón y el estrechamiento de la cooperación trilateral en materia de seguridad. Todo ello lleva a Corea del Sur a una estrategia de contención de China de facto.
El mayor punto vulnerable de la política exterior de Yoon es el impulso de las relaciones con Japón y el intento de resolver las tensiones históricas de la guerra mediante una medida unilateral para ofrecer pagos compensatorios a los antiguos trabajadores forzados coreanos. Sin el acuerdo de Japón para permitir los pagos de las empresas japonesas, que han sido demandadas ante los tribunales surcoreanos, Yoon propuso utilizar un fondo surcoreano ya existente.
Pero ha resultado ser, como algunos predijeron, una solución frágil: el fondo carece de dinero suficiente y numerosos casos siguen avanzando por los tribunales. Las encuestas de opinión muestran una importante diferencia de percepción entre japoneses y surcoreanos sobre el estado de las relaciones, motivada en gran medida por lo que los surcoreanos consideran una incapacidad de Japón para reflexionar sobre su pasado y promover la reconciliación. Este escepticismo es compartido tanto por los progresistas como por los conservadores.
Los funcionarios estadounidenses y japoneses tienden a dejar de lado estas preocupaciones, deseosos de reclamar los frutos de la cooperación en materia de seguridad y la inversión en el liderazgo personal de Yoon. Pero los resultados electorales plantean ahora serias dudas sobre la sostenibilidad de esta política, argumenta Wi Sung-lac, antiguo alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores y recién elegido miembro de la Asamblea Nacional.
Llevo mucho tiempo expresando mi preocupación por esta situación a mis amigos japoneses y estadounidenses”, dijo a este redactor el embajador Wi, estrecho asesor del líder del PD, Lee, en un intercambio de correos electrónicos. Sostuvo que “la administración Yoon debería comunicarse más con la oposición para recabar el apoyo de la opinión pública, Japón debería responder con más flexibilidad y Washington debería ser consciente de esta situación y ofrecer el asesoramiento necesario a Tokio y Seúl. Sin embargo, muchos no prestaron suficiente atención porque creían que el asunto ya estaba resuelto”.
En opinión de Wi, compartida por muchos en su partido y por la opinión pública, la “enorme derrota” sufrida por los conservadores en el poder y por Yoon reabre la puerta a otras posiciones entorno a la política exterior coreana. A la cabeza de la lista de políticas impopulares está la historia Corea-Japón. Los medios de comunicación surcoreanos están centrados ahora en el envío de ofrendas del primer ministro japonés, Fumio Kishida, al controvertido santuario de Yasukuni.
Yoon está haciendo todo lo posible por mantener el impulso en la relación con Japón, al igual que Kishida. Pero ambos están debilitados, con índices de apoyo estancados en los 20 o 30 puntos. Si la relación entre Japón y Corea del Sur entra en conflicto, se socavará no solo la alianza con Estados Unidos, sino también la capacidad de mantener una línea dura con Corea del Norte.
Sobre todo, esto planea la incertidumbre de un posible regreso al poder de Donald Trump, conocido partidario de la retirada de las fuerzas estadounidenses de Corea del Sur. Si por alguna razón parece que Trump va a ganar”, dice Engel, “es entonces cuando Yoon empezará a cambiar su enfoque”.
Artículo traducido del inglés de la web de East Asia Forum (EAF).