Han tenido que pasar cuatro años desde el inicio de la crisis de los refugiados sirios para que la Unión Europea se tomase en serio la cuestión. Pero por fin lo hace. Y parece que con seriedad y con buen tino.
El 9 de septiembre, en su primer discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, abordó la cuestión sin ambages y dejando claro que, a pesar de todas las renuencias y los problemas que han asediado a la UE, la solidaridad europea no se va a poner en cuestión. La Comisión acordó acoger a un cupo de 120.000 nuevos refugiados, que se repartirán entre los países miembros de acuerdo con cuotas relacionadas con factores como la población, el PIB, la superficie, etcétera. De acuerdo a estos factores, Alemania, Francia y España acogerán a cerca del 60% del total de refugiados.
El mensaje fundamental que ha surgido del debate ha sido doble. Por un lado, que Europa necesita y debe seguir siendo un bloque unido, pues las divisiones solo debilitan el proyecto común y ante la adversidad hay que unirse, no separarse. Más Europa, el mantra que se repite siempre desde Bruselas (“There is a lack of Europe in the European Union. And there is a lack of union in this European Union. That has to change, and now”, en http://www.politico.eu/article/juncker-eu-not-in-a-good-place/). Por otro lado, se incide en que la UE es, y seguirá siendo, un faro de esperanza para todos aquellos que viven en su periferia. Pese a todos sus problemas internos, la Unión sigue siendo un modelo de convivencia sin parangón en el mundo, un ejemplo para el resto de regiones que buscan aparcar la competencia y las guerras y buscar un ensamblaje de cooperación y solidaridad. Y son precisamente esos ideales europeos los que obligan a que se acoja y se integre a los refugiados que ahora llaman a sus puertas.
Lo ha dicho Juncker en un tono alejado de la retórica pomposa, cercano y conversacional, pero con una energía que no deja dudas acerca de la importancia de la situación. Y la situación es, ciertamente, dramática. Además, con buen tino, ha sabido enfrentarse a aquellos que consideran demasiado elevado el volumen de los refugiados: “[los refugiados] representan solo un 0.11% de la población total de la UE. En el Líbano, representan el 25% de la población. (http://www.politico.eu/article/what-juncker-said-what-he-meant-translation-union-greek/) Esta, y no otra, es la clave fundamental de lo que se necesita actualmente.
No todo han sido palabras, y lógicamente la Comisión ha puesto sobre la mesa un nuevo plan para hacer frente a la situación de crisis. Uno de los pilares de este plan es Frontex, la agencia de gestión de las fronteras exteriores, cuyas capacidades se van a ver sustancialmente aumentadas gracias a un presupuesto que se triplica para el período 2014-2020. Otra decisión importante es la creación de dos puntos de acogida (hotspots), uno en el Puerto del Pireo y otro en Catania, a través de los cuales se podrá gestionar y dirigir el flujo de refugiados que vaya llegando. En estos hotspots habrá delegados de los países miembros encargados de proporcionar lo necesario para reubicar a todas las personas que correspondan a sus cupos. También se ha planteado la necesidad de crear una lista común de países considerados seguros, para agilizar y homogeneizar los procesos de acogida de refugiados entre los países miembros.
En resumen, esta semana ha significado un punto de inflexión en la crisis de los refugiados a nivel europeo, y pese a que siga habiendo quienes se muestren remisos a aceptar sus cuotas, o que disputen la idea de la solidaridad europea, la Unión en su conjunto va a actuar para tratar, en la medida de sus posibilidades, de afrontar con contundencia este gravísimo problema.