Cuando el Parlamento Europeo se fundó en 1952 como Asamblea Parlamentaria de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, se consideraba, con razón, poco más que un “foro multilingüe”, como la calificó el profesor de la Universidad de Manchester David Farrell. Durante dos décadas estuvo formado por diputados de los parlamentos nacionales que se turnaban de vez en cuando para acudir a Estrasburgo, sentados en el hemiciclo prestado del Consejo de Europa, y hablar de temas paneuropeos que no se habían seguido de cerca.
Desde entonces ha sufrido grandes cambios, el más importante en 1979, cuando se convirtió en una institución elegida directamente con diputados al Parlamento Europeo (MPE) y en 2009, cuando el Tratado de Lisboa otorgó al Parlamento nuevas e importantes competencias legislativas. En todo este tiempo, el PE ha tenido que luchar por su relevancia e influencia contra las otras dos instituciones legislativas de la UE: la Comisión Europea, la rama ejecutiva, y el Consejo Europeo, la “cámara alta” de la rama legislativa (que reúne a los gobiernos de los ahora 27 Estados miembros de la UE). Ha sido una batalla ardua, y el Parlamento sigue siendo el menos poderoso de los tres, pero su función ha cambiado mucho.
Más que una asamblea
El Parlamento Europeo es hoy una poderosa “cámara baja” del poder legislativo de la UE por la que debe pasar toda la legislación para convertirse en ley. Los eurodiputados no se limitan a examinar y aprobar las propuestas de la Comisión, sino que añaden enmiendas y, en algunos casos, cambian por completo el texto legislativo. El problema es que, debido a la evolución gradual de la UE, el público no ha comprendido aún el poder de esta institución.
Esto es especialmente cierto en Europa Occidental, donde los sistemas educativos no han actualizado sus planes de estudio sobre el funcionamiento de la UE desde 1992, cuando se creó la Unión Europea a partir de la antigua Comunidad Europea. En Europa del Este, donde los países se adhirieron en 2004, 2007 y 2013 (con Croacia como miembro más reciente de la UE), hay mucha más conciencia de la importancia del Parlamento Europeo porque ya era importante cuando se adhirieron.
El voto protesta
Este año, las encuestas pronostican la posibilidad de que los ciudadanos voten de forma abrumadora a a la extrema derecha, pudiendo éstos convertirse en el bloque más numeroso del PE. El Parlamento siempre ha tenido un fuerte contingente de eurodiputados de extrema derecha debido al habitual elemento del “voto protesta”, en el que muchos votantes utilizan las elecciones para desahogar su frustración con sus gobiernos nacionales, normalmente centristas. A menudo lo hacen no porque quieran que se promulguen políticas de extrema derecha a nivel de la UE, sino porque intentan enviar un mensaje sobre cuestiones nacionales a Bruselas y consideran que las elecciones a la UE son una forma intrascendente de hacerlo.
El auge de este grupo parlamentario también se debe al hecho de que las personas que no quieren emitir un voto de protesta tienen menos probabilidades de acudir a las urnas. La participación en las elecciones al PE suele rondar el 50% (51% en las últimas elecciones de 2019), un porcentaje relativamente inferior al de la mayoría de las elecciones nacionales en Europa, pero superior al 40% de participación media en las elecciones de mitad de mandato al Congreso de Estados Unidos.
¿Giro a la extrema derecha?
El éxito de la extrema derecha en las elecciones europeas es un fenómeno creciente desde hace dos décadas. Desde 2014, el mayor partido francés en el PE ha sido el Frente Nacional de Marine Le Pen, rebautizado como Agrupación Nacional (RN), y desde ese año hasta que el Reino Unido abandonó la Unión Europea tras el voto del Brexit en 2016, el mayor partido británico fue el Partido Independiente del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage. Los eurodiputados afiliados de extrema derecha representan actualmente el 18% del Parlamento Europeo, pero eso sin contar los numerosos eurodiputados de extrema derecha no afiliados. La diferencia es que este año, un aumento previsto de 36 escaños adicionales convertiría a la extrema derecha en el rey de la próxima legislatura.
La extrema derecha en el Parlamento Europeo está dividida en dos grupos: el de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), de la primera ministra italiana Georgia Meloni, y el de Identidad y Democracia (ID), de Le Pen y la Alternativa para Alemania (AfD). El ECR incluye a algunos de los mayores pesos pesados de la extrema derecha europea: el recientemente destituido partido de gobierno de Polonia, Ley y Justicia (PiS), los Hermanos de Italia de Meloni, que es el partido más grande de la coalición de gobierno italiana, los Demócratas Suecos, que apuntalan el gobierno de centro-derecha de Estocolmo, el Partido de los Finlandeses, que quedaron segundos en las elecciones del año pasado en Finlandia, Vox, que estuvo a punto de formar una coalición de gobierno con el centro-derecha tras las elecciones españolas del año pasado, y el nacionalista flamenco N-VA, el partido más grande del parlamento belga.
El grupo más pequeño, Identidad y Democracia, que ha tenido problemas desde que perdió los eurodiputados del UKIP de Nigel Farage tras el Brexit, combina el RN de Le Pen, que se espera que vuelva a ser el partido más grande de Francia en el Parlamento Europeo, y la AfD, que actualmente ocupa el segundo lugar en las encuestas en Alemania. El sondeo de Politico predice que ECR e ID obtendrán 164 escaños, muy por delante de los socialistas y demócratas de centro-izquierda, con 139 escaños, y muy cerca de los 176 del Partido Popular Europeo, de centro-derecha.
Con la pérdida de apoyo del S&D y del grupo liberal Renew Europe, es posible que no haya suficientes escaños para formar la tradicional coalición centrista entre el PPE y el S&D, incluso con la incorporación de los liberales. Esto podría hacer que el control del parlamento recayera en una coalición de derechas del PPE y el ECR, con la ID incluida o actuando como apoyo externo a la coalición. Tres partidos de ID: la Liga de Mateo Salvini en Italia, el Partido Popular Danés y el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) ya se han aliado con partidos de centro-derecha miembros del PPE a nivel nacional en el pasado.
¿Von der Leyen al borde del abismo?
La primera consecuencia de que tantos votantes europeos se decanten por la extrema derecha podría ser el nombramiento de un presidente de la Comisión Europea de extrema derecha en julio, impidiendo la reelección de Ursula von der Leyen. A diferencia de las democracias parlamentarias, en la UE el gobierno no es elegido por el Parlamento en función de su mayoría. El presidente del poder ejecutivo, la Comisión Europea, es nombrado por mayoría de los 27 líderes nacionales en el Consejo Europeo. Pero esa selección debe ser confirmada por el voto mayoritario del Parlamento Europeo.
Incluso si los líderes nacionales quisieran nominar a von der Leyen, a quien el PPE ha adoptado como su Spitzenkandidat, o candidata principal, para un segundo mandato en julio, no está claro si podría ser confirmada en una votación mayoritaria en un Parlamento Europeo recién constituido con una mayoría de derechas. Lo que está claro es que tendría que virar con fuerza hacia la derecha durante la campaña de los próximos tres meses, y ya está sentando las bases para hacerlo, por ejemplo, ofreciendo concesiones a los agricultores tras las protestas en toda Europa el mes pasado y eliminando las disposiciones medioambientales de la Política Agrícola Común.
También es posible que un giro a la derecha de von der Leyen en el último momento no sea suficiente para satisfacer a los eurodiputados de derechas. Eso significaría que el Consejo Europeo tendría que nombrar a otra persona, bien tras un rechazo parlamentario de von der Leyen en otoño tras las audiencias de confirmación, o bien anticipándose y eligiendo a alguien diferente en julio.
Los líderes nacionales no querrán nombrar a alguien que no pueda superar una votación de confirmación parlamentaria, y von der Leyen solo superó la votación de confirmación parlamentaria de 2019 por nueve votos, debido al enfado por el hecho de que el Consejo Europeo no nombrara a alguien que se hubiera presentado como Spitzenkandidat en las elecciones (aunque los tratados europeos dejan claro que no es un requisito). Es inconcebible que los líderes designen a un político de extrema derecha del ECR o del ID, pero podrían inclinarse por alguien del ala derecha del PPE en el molde de Friedrich Merz, el líder de la CDU alemana de centro-derecha (que es también el partido de von der Leyen).
Flexionar el músculo político
Los 26 Comisarios europeos del colegio presidencial, nombrados por los gobiernos nacionales, también deben ser confirmados por el PE este otoño. Después de cada elección, el Parlamento Europeo demuestra su poder rechazando a algunos de ellos. Una mayoría de derechas en el Parlamento al final daría lugar a una Comisión Europea semejante al signo político mayoritario en el Parlamento.
Incluso si von der Leyen puede sobrevivir a los próximos meses para ganar un segundo mandato sin promesas de virar a la derecha, un parlamento de derechas hará que aprobar leyes sobre el clima y legislación social y económica progresista sea muy difícil, si no imposible. Si la historia nos sirve de guía, de hecho, podrían dificultar la aprobación de cualquier ley de la UE.
En el pasado, cuando la extrema derecha europea abogaba por que sus países abandonaran la UE, la pauta tradicional consistía en no presentarse a las sesiones parlamentarias o votar no a todo. Eso ha cambiado desde el Brexit, ya que casi todos los partidos de extrema derecha han abandonado la idea de abandonar la UE y, en su lugar, trabajan ahora para empujarla hacia la derecha desde dentro. Queda por ver, sin embargo, si serían capaces de hacerlo con eficacia porque nunca lo han hecho antes. Podría ser que, con la orientación y la experiencia del PPE, la extrema derecha fuera capaz de impulsar eficazmente su agenda en la política de la UE.
¿Subvertir el objetivo climático?
Esta legislatura se ha aprobado una enorme cantidad de legislación climática bajo el marco del Pacto Verde, por lo que estará protegida de los legisladores del Parlamento Europeo al entrar en la fase de transposición e implementación nacional. Pero un Parlamento de derechas dificultará la aprobación de nueva legislación climática. Por ejemplo, la recomendación que hizo von der Leyen el mes pasado de que la UE se fije un objetivo de reducción de las emisiones del 90% para 2040 podría no tener continuidad en la próxima legislatura si no puede ser aprobada por el Parlamento, o si la Comisión la propone, es probable que sea rechazada. Esto dejaría a la UE sin un objetivo intermedio entre 2030 y 2050. La gran derrota que se espera para el grupo de Los Verdes europeos, que según las encuestas caerá de 73 a 44 escaños, dejará la legislación climática con pocos defensores en el Parlamento.
Un voto de protesta a favor de la extrema derecha puede satisfacer a muchos votantes en junio. Pero también es posible que no les siente tan bien dentro de un año. Hasta ahora, el mayor legado de la extrema derecha en el Parlamento Europeo ha sido su incapacidad para coordinarse o gobernar. El resultado más probable de un parlamento de extrema derecha será el caos y la disfunción, más que la hazaña de conseguir victorias concretas a sus votantes.
Artículo traducido del inglés de Internationale Politik Quarterly.