El oso en su taiga

Pablo Colomer
 |  30 de mayo de 2016

En una conferencia en Madrid el 17 de mayo, la ganadora del Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich advertía sobre los problemas profundos de Rusia, más allá de la figura de su máximo representante, Vladimir Putin. “Ahora hablamos de Putin, pero cada ruso lleva dentro un pequeño Putin”, afirmaba la escritora bielorrusa, y añadía que la filosofía de fortaleza asediada había regresado a Rusia, de la mano del militarismo.

A Putin le gustan las fábulas. Lo demostró en la célebre Conferencia de Sochi en octubre de 2014, rodeado de politólogos. “Recuerden aquel maravilloso dicho –explicó Putin–: ‘Lo que le está permitido a Júpiter, no le está permitido al buey’. Nosotros no podemos estar de acuerdo con esta fórmula. Puede que al buey no le esté permitido, pero les quiero decir que el oso no va a pedir permiso a nadie. El oso se considera aquí el rey de la taiga y sé con seguridad que no tiene intención de trasladarse a otras zonas climáticas, porque no está cómodo allí. Su taiga no se la dará a nadie. Creo que eso está claro”.

 

[La frase de la taiga, a partir del minuto 6:20]

 

Merece la pena continuar viendo el vídeo: Putin comienza a hablar con mayor franqueza ante un auditorio de expertos a los que recrimina que parezcan diplomáticos, todo el rato “hablando y hablando”. El líder ruso explica entonces el orden mundial durante la guerra fría, cuando había que tener en cuenta a la Unión Soviética, con todos sus misiles –“Créanme, eran muchos misiles”, ríe Putin– y a continuación pasa a definir el orden mundial tras la caída de la URSS, dominado por una única superpotencia, Estados Unidos, que no ha podido evitar las tentaciones del poder sin oposición. Un mundo donde los intereses de Rusia ya no cuentan. Un mundo donde la legalidad internacional, se queja Putin, ya no es respetada. “Irak, Libia, Afganistán y antes Yugoslavia… ¿Todo ello se gestionó bajo el marco de la legalidad internacional? –se pregunta Putin–. ¡No más cuentos de hadas!”.

 

Oso herido

Cuidado con juzgar a los libros por la cubierta. Si Rusia es un oso, se trata de un oso herido. Potencia fósil, el país sufre por la caída de los precios del petróleo, además de por las sanciones impuestas tras su anexión de Crimea, pero sobre todo sufre por los problemas estructurales de su economía, ni diversa ni moderna. En 2015 el PIB ruso se contrajo un 3,7% y este año se espera que lo haga un 1,3%. Para 2030, Rusia habrá pasado de ser la décima economía del mundo a la número quince. Un dato revelador: para esa misma fecha, cuando Putin cumpla 78 años, se estima que la Federación Rusa –salvo anexiones de última hora– tendrá cinco millones de habitantes menos.

Y cuidado, sobre todo, con las potencias debilitadas, se decía el 24 de mayo en un seminario sobre las relaciones entre Rusia y la Unión Europea organizado por el European Council on Foreign Relations (ECFR). Y venían a la mente imágenes de grandes animales heridos, acorralados. Quizá los más peligrosos.

Durante sus dos primeros mandatos, la legitimidad de Putin derivó de la recuperación económica, que cabalgó a lomos de los precios de los hidrocarburos. De un salario medio mensual de 60 dólares en 1999, los rusos pasaron a uno de 940 dólares en 2013. Sin embargo, debido a problemas económicos acuciantes el viejo contrato social ha quedado obsoleto. ¿Cuál ha sido la respuesta del Kremlin? Cambiar la letra del contrato: ahora la legitimidad del poder deriva del nacionalismo, del aventurismo militar y de la existencia de enemigos externos. La popularidad de Putin nunca ha sido mayor.

 

Rusia y el precio del petróleo

 

 

Taiga disputada

En la actualidad, el problema para los países limítrofes a la taiga –Europa del Este, pero también Georgia o Azerbaiyán– es cómo dialogar con una potencia realista que solo ve esferas de influencia por todas partes. ¿Cómo lidiar con 140 millones de Putin? Peor, ¿cómo lidiar con los sueños mezquinos de grandeza de un país que pierde población, que se desangra a un ritmo de 350.000 personas al año?

Un vistazo a los destacados que encabezan la portada de RT del 25 de mayo, por ejemplo, dice mucho de la Rusia con la que el mundo tiene que coexistir. Las tres primeras noticias giran en torno al mismo asunto: los fracasos del nuevo orden mundial. Del acoso de la OTAN a las declaraciones de fuerza, pasando por las consecuencias de los desmanes de Occidente y sus aliados: Kosovo se ha convertido en refugio de terroristas.

 

RT

 

Para los países de su entorno, una Rusia propensa al aventurismo militar supone un riesgo existencial. Pero un riesgo que hay que relativizar, como indica Javier Morales, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea. La estrategia de Moscú es defender lo que considera su esfera de influencia con uñas y dientes, pero también con cabeza. Es decir, siendo conscientes de sus limitaciones, lo que se traduce en la participación en “pequeñas guerras victoriosas”, en palabras de Fredrik Wesslau y Andrew Wilson, investigadores del ECFR, no en una guerra abierta con un enemigo, Occidente, netamente superior. Guerras de “diversión” como las de Crimea y Siria que, al tiempo que distraen a la opinión pública rusa de los problemas económicos, lanzan un mensaje al mundo: el oso ruso vigila su taiga.

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