Por Francisco Láuzara, investigador del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado.
La cola sigue siendo aparentemente igual. Los mostradores del control de frontera parecen no haber cambiado, pero tras aterrizar en el aeropuerto de Túnez-Cartago, la experiencia se ha transformado de forma sustancial. Al menos las miradas sospechosas y el interrogatorio exhaustivo se lo ahorran los funcionarios de aduanas tras leer en el impreso de entrada “profesión: periodista”. Durante el régimen de Zine el Abidine Ben Alí, la presencia de informadores en el país estaba fiscalizada exhaustivamente y el acompañamiento –y “guía”– de alguien del ministerio de Interior era condición indispensable para poder circular (si es que se contaba con la suerte de obtener un salvoconducto).
La “primavera árabe” ha supuesto un cambio profundo en las maneras en este pequeño Estado, así como en la perspectiva con que se le observa desde el exterior y la lectura interior que hacen sus ciudadanos de la propia vida sociopolítica.
El periodismo ha acompañado a las revueltas y al derrocamiento de Ben Alí, y ha llegado para quedarse. Sin embargo, no escasean las presiones para domesticar la recompuesta escena mediática del país y hacerla sumisa a los nuevos poderes. La lucha por la libertad de prensa está en curso y de momento nada está decidido, aunque de hecho se disfruta de una libertad de expresión como nunca antes en el país de los jazmines.
La batalla por la palabra está mostrando y poniendo de manifiesto la línea de falla fundamental que atraviesa Túnez: las discrepancias entre laicos e islamistas. Pero no es ésta la única existente ni es tan nítida como pudiera parecer a priori. El escenario sociopolítico tunecino comprende territorios de conflicto en torno a la distribución de la riqueza, y en especial en las abismales diferencias entre el desarrollo urbano y el rural. Las tensiones por el abandono del interior del país han dado lugar a multitudinarias manifestaciones, reprimidas con violencia inusitada por las fuerzas del orden, que han llegado incluso a disparar sobre la masa –en el caso de Siliana– , con el resultado de numerosos heridos y algún fallecido.
Pero el descontento no se limita al campo. La ciudad bulle con protestas diarias por las numerosas demandas de una población insatisfecha y decepcionada en buena parte, por los magros resultados de la llamada “revolución” en cuanto que no perciben ninguna mejora de su estatus socioeconómico, si acaso lo contrario.
La gestión de la frustración es un monstruo que está haciendo mucho daño al gobierno y parlamento, ya debilitados en buena medida por la demora en la redacción de la Carta Magna y las decisiones tomadas en estos dos años de transición política.
La falta de legitimidad de un ejecutivo y asamblea constituyente que han prorrogado la convocatoria de elecciones sin fecha fija, erosiona su capacidad de implementar reformas de calado. Además, el énfasis en las cuestiones de carácter religioso no hace más que ahondar las diferencias y el atrincheramiento entre distintos sectores de la población, al tiempo que expande un miedo a la emulación de la actuación que están llevando a cabo otros gobiernos liderados por partidos de inspiración islámica surgidos con la “primavera árabe” como el egipcio, que no supone precisamente un modelo de consenso a la hora de proponer un ejemplo de Estado para todos y con todos.
En este contexto, el apoyo internacional se hace perentorio y la Unión Europea y Occidente en su conjunto están apostando por el sostén a las instituciones de la transición y el buen curso del proceso constituyente, aunque no sin dificultades por la, en ocasiones, actitud despótica de los dirigentes actuales. Éstos han llegado a saltarse la propia normativa que ampara los logros y avances conseguidos tras la salida de Ben Alí demorando el desarrollo e implementación de leyes tan importantes para la transformación en una democracia plena como la ley de medios, que respete el pluralismo y la independencia de los mismos frente a las instituciones. Asentarse en el hemiciclo se vislumbra como el único objetivo de los partidos que ocupan hoy los escaños de la asamblea nacional.
Aún así, la atención y esperanzas internacionales están depositadas en este país magrebí en el corto y medio plazo, dado que la transición democrática incipiente en sus otros vecinos norteafricanos parece descarrilar o, en su caso, ralentizarse sobremanera para ofrecer una solución a mucho más largo plazo. Esta esperanza de la comunidad internacional y el saberse objeto de ella contribuye a una transición más ordenada o al menos, en la medida de lo posible, menos convulsa, que no carente de fuertes tensiones, reflejadas en el día a día del país.
Frentismo político
Es el momento de la visión de Estado para construir un marco de convivencia, pero el frentismo político socava esta necesidad perentoria. La política pensando en el ciudadano de cualquier tendencia y no solo en los propios electores, a fuer de ser la población mayoritaria, no está de momento sobre el tablero, con discursos más bien sectarios adaptados a los diferentes públicos. Así, por ejemplo en las filas islamistas, podemos encontrar al menos hasta tres discursos según convenga: el enunciado de cara a las bases radicales, el que se declama frente a los moderados y el que se vende en la esfera internacional. Estrategia para contentar a todos los públicos pero vacía de contenido, inspirada en exclusiva en conservar el crédito electoral y copar el espacio político y cada vez más cotas de poder.
Entre los poderes que no han cambiado de manos tras las revueltas está en buena medida el económico, lo que ha generado un malestar agudo en el grueso de la población, sufridora en primera persona de la crisis. El desempleo, el subempleo y la falta de expectativas invaden el ambiente, lo que hace tambalearse a los dirigentes políticos y dispara la conflictividad laboral y social. Sin embargo, si comparamos la situación macroeconómica de Túnez con respecto a la de otros Estados de la zona encontramos una mejor posición de partida derivada de años de reformas de los gobiernos anteriores, aunque no se culminaran completa y satisfactoriamente. En cualquier caso, las tensiones derivadas de las estrecheces económicas no han hecho sino empeorar por la dificultad de financiación en los mercados y la difícil coyuntura internacional.
Un ambiente de nerviosismo al que la actitud de una policía de otro tiempo no contribuye a apaciguar. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, aún hipertrofiadas, necesitan una profunda transformación desde los cimientos, pues no ejercen ya las funciones de control social previas a la revolución. La redimensión, formación y adaptación a las normas democráticas se hace imprescindible para apoyar la fortaleza del proceso de transición y luchar eficazmente contra los verdaderos peligros que acechan a la sociedad: el salafismo yihadista y el crimen organizado, dejando en la cuneta de la historia al Estado policial que sostuvo al régimen de Ben Alí y la plutocracia del clan Trabelsi.
Enormes desafíos y exigencias que por el momento no se han traducido en consensos, aunque al menos se mantiene el debate mediático, parlamentario y ciudadano en torno a la multitud de problemas del país en un ambiente de libertad y contraste de pareceres. Si lo anterior es un indicativo de su potencial democrático, las perspectivas de Túnez como un moderno Estado de derecho son positivas a pesar de las grandes dificultades y resistencias.
Para más información:
Entrevista con Larbi Chouikha, «Política y medios de comunicación en Túnez». Afkar/Ideas 36, invierno 2012-2013.
Josep Giralt i Balagueró y Carina Soriano, «Creación artística y libertad de expresión en Túnez». Afkar/Ideas 36, invierno 2012-2013.
Gema Martín Muñoz, «Las transiciones árabes a la democracia: año II». Política Exterior 151, enero-febrero 2013.
Pol Morillas, «Crisis, ‘primavera árabe’ y política exterior europea». Política Exterior 149, septiembre-octubre 2012.
Nick Witney, «¿A qué puede aspirar la UE en el norte de África?». Política Exterior 149, septiembre-octubre 2012.
Luis de Vega, «Victorias islamistas y Occidente» . Afkar/Ideas 33, primavera 2012.
Pablo Colomer, «Libros: Primeras crónicas de la revolución orgullosa». Política Exterior 147, mayo-junio 2012.
Haizam Amirah Fernández, «España ante un Mediterráneo transformado». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.
Khadija Mohsen-Finan, «Túnez: las paradojas de la transición» . Afkar/Ideas 31, otoño 2011.
Ridha Kéfi, «Desafíos para la transición y el consenso en Túnez». Política Exterior 143, septiembre-octubre 2011.
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Un artículo actual y ponderado.