Los titulares sobre los campos de reeducación en Xinjiang y el cambio forzado al mandarín como lengua de enseñanza en las escuelas primarias de Mongolia Interior han despertado la preocupación de la comunidad internacional por el bienestar de las minorías étnicas de China.
Las políticas de la República Popular China sobre las minorías han ido evolucionando desde 1949, pero las campañas forzadas de asimilación lingüística y cultural alcanzaron su punto álgido durante la Revolución Cultural. En sus primeros años, China adoptó el modelo soviético de construcción de un Estado multinacional, donde ser “chino” significaba “socialista en el contenido y nacionalista en la forma”. Las minorías podían mantener sus lenguas y culturas autóctonas en sus zonas autónomas siempre que permanecieran fieles a la República Popular.
Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, China ha cambiado de manera gradual hacia un modelo de nación china unificada con diversidad, imitando en gran medida el modelo estadounidense. Este modelo pretende asimilar las minorías a la corriente principal china mediante el desarrollo económico y la inclusión cultural. El gobierno trata de reducir la brecha económica entre las comunidades minoritarias y la mayoría de etnia Han, abriendo las puertas de la China occidental a la par que envía a las minorías a trabajar a la China costera.
«El modelo chino de asimilación cultural empezó a sufrir presiones durante el mandato de Hu Jintao, debido a los disturbios étnicos en Xinjiang y las protestas de autoinmolación en Tíbet»
La inclusión cultural es teóricamente bidireccional, ya que exige a las minorías que aprendan el mandarín y la cultura Han, al tiempo que eleva las culturas minoritarias como parte de una cultura china unificada, mediante programas en la televisión estatal y eventos como la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Pero algunos se preguntan si China puede convertirse en un crisol de culturas. El modelo chino empezó a sufrir presiones durante el liderazgo del predecesor de Xi Jinping, Hu Jintao, debido a los disturbios étnicos en Xinjiang y las protestas de autoinmolación en el Tíbet en 2009.
Poco después de suceder a Hu, Xi comenzó a mostrar cómo debería ser la nación china unificada bajo su reinado. En la Segunda Conferencia de Trabajo sobre Xinjiang, celebrada en mayo de 2014, pidió a los grupos étnicos que tomaran conciencia del Estado, la ciudadanía y la comunidad de la nación china unificada. En la Sexta Conferencia de Trabajo sobre el Tíbet en 2015, dijo que esta conciencia implica cinco identificaciones: con el Estado, la nación china unificada, la cultura china, el Partido y el socialismo chino.
Todos los aspectos de las políticas de Xi sobre las minorías se elevaron a un único lema de trabajo, “forjar la conciencia de la comunidad de la nación china unificada”, un principio que se adoptó además en una enmienda a la Constitución de la República Popular en 2018. El impacto de esta nueva política se demuestra en el discurso de Xi en la Tercera Conferencia de Trabajo sobre Xinjiang en septiembre de 2020. Allí dijo a los funcionarios que, de las cinco identificaciones, la cultura china es la más fundamental.
«La resistencia a aprender mandarín conlleva castigos, como campos de reeducación, detenciones, pérdida de empleo y retribuciones económicas»
La política de Xi ha sido entendida y aplicada por el gobierno chino de tres maneras esenciales. En primer lugar, aprender a hablar mandarín se considera fundamental para la identificación con la nación china unificada. En los últimos años, las minorías de Xinjiang, Mongolia Interior, Tíbet y otras comunidades minoritarias han sido obligadas a aprender mandarín. La resistencia a este enfoque conlleva castigos, como campos de reeducación, detenciones, pérdida de empleo y retribuciones económicas. La enseñanza y la investigación bilingües se han convertido en un tabú político en Xinjiang y otras zonas minoritarias, y el gobierno obliga a cerrar las revistas académicas sobre el asunto y a los académicos a investigar en cambio la educación en mandarín.
En segundo lugar, la cultura china se entiende como la de la mayoría Han, y cada vez es más criminal sugerir lo contrario. El documental The War in the Shadows describe cómo editores asociados a los libros de texto en lengua uigur y kazaja para las escuelas primarias y secundarias fueron recientemente condenados a muerte o a cadena perpetua. Su presunto delito es haber incluido en los libros de texto un alto porcentaje de material indígena y lecturas relativas a figuras históricas que no eran de la China actual o que se rebelaron contra los opresores Han.
En tercer lugar, a principios de este año, el Comité de Asuntos Jurídicos de la Asamblea Popular Nacional dictaminó la inconstitucionalidad de los artículos de las leyes autonómicas locales que apoyan el uso de las lenguas minoritarias en las escuelas locales como medio de enseñanza. En su primera sentencia de constitucionalidad, el comité las acusó de violar el artículo constitucional sobre la promoción del putonghua o mandarín estándar.
Estos titulares son solo la punta del iceberg del programa de asimilación coercitiva y acelerada de China. Con Xi, el país se está convirtiendo no tanto en un crisol de culturas como en una olla a presión.
Artículo publicado en inglés en el East Asia Forum.