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El presidente de Argentina, Alberto Fernández, durante una conferencia de prensa en la Casa Rosada con motivo de la visita del presidente español, Pedro Sánchez, en Buenos Aires, el 9 de junio de 2021. MATIAS BAGLIETTO. GETTY

El mito de la ‘Argentina blanca’ agoniza

Cuando América entera, desde Canadá a Chile, reformula su identidad para rescatar el legado de sus pueblos originarios, en Argentina siguen negando o minimizando sus raíces mestizas.
Luis Esteban G. Manrique
 |  18 de junio de 2021

“Aquellos campos desiertos tienen un porvenir grandioso (…)  la solemne majestad de su silencio pide brazos y trabajo. ¿Cuándo brillará para ellas esa aurora? (…)  cuando los ranqueles hayan sido exterminados o reducidos, cristianizados y civilizados”.
Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles (1870)

 

La atribución por Alberto Fernández a Octavio Paz de una cita según la cual los brasileños salen de “la selva”, los mexicanos de “los indios” y los argentinos “de los barcos”, ha dejado en evidencia lo arraigado que sigue en el imaginario del país el mito de la “Argentina blanca”, cuya actualización peronista se produjo en un momento menos oportuno: cuando el hemisferio entero, desde Canadá a Chile, está reformulando su identidad para rescatar el legado de sus pueblos originarios. En Bolivia, la wifala, la bandera con los siete colores del arco iris, preside las ceremonias oficiales al lado de la enseña nacional y es el emblema oficial de la ciudad peruana de Cusco y del movimiento Pachakutik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie).

En realidad, el presidente argentino recordó los versos de una canción de Lito Nebbia, uno de sus ídolos de juventud. Pero con su tropiezo verbal ante Pedro Sánchez durante la breve visita de este a Buenos Aires se convirtió en una caricatura de la proverbial arrogancia argentina. Paz había dicho, con ironía literaria, que los mexicanos descendían de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. El mito tiene sustento: entre 1881 y 1914, el país austral recibió más de cuatro millones de europeos. En 1914, 7,8 millones de personas habitaban un inconmensurable territorio de 3,7 millones de kilómetros cuadrados, buena parte de ellos ocupados por las fuerzas federales entre 1878 y 1885 en la llamada Conquista del desierto contra las tribus ranquel y tehuelche de la antigua Tierra del Fuego.

La reforma constitucional de 1994 consagró los derechos indígenas, pero esa medida apenas ha tenido un correlato en políticas públicas. Según escribe Daniel Gigena en La Nación, las palabras presidenciales han actualizado el debate del racismo al poner sobre la mesa cuestiones históricas pendientes –la limpieza étnica en la Patagonia– y la desaparición –cultural y política– de sus descendientes.

 

Más Cantinflas que Paz

Ante el revuelo, Fernández pidió disculpas, pero no se retractó del todo. Antes de la primera colonización europea, habitaban entre las cuenca del Paraná y el estrecho de Magallanes unos 40 pueblos: querandíes, guaraníes, ranqueles y tehuelches, entre ellos. Argentina, sin embargo, ha construido una narrativa identitaria europeizante que hoy, sin embargo, está reformulándose, tanto como en cualquier otro país americano.

Por sugerencia de Hugo Chávez, la mentora de Fernández y actual vicepresidenta, Cristina Kirchner, retiró la estatua de Colón que estaba a un tiro de piedra de la Casa Rosada y la confinó en uno de sus patios, de donde la sacó Mauricio Macri, hijo de napolitano, para llevarla a la costanera que bordea el estuario rioplatense, un lugar más discreto y alejado de potenciales vándalos.

Hoy, los días en los que los verdaderamente (y prioritariamente) argentinos eran de ascendencia europea es cosa del pasado, pese a que la prensa suela hablar de “conurbanos africanizados” y en las redes sociales los conflictos por tierras enfrenten a “la gente” con “los negros”.

El gobierno mexicano presidido por Andrés Manuel López Obrador, aliado político de Fernández, guardó un piadoso silencio. Pero en Brasil, hasta el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva deslizó su malestar. El presidente, Jair Bolsonaro, reaccionó con un tuit: “¡Selva!”, escribió debajo de una foto suya rodeado de nativos amazónicos. El expresidente mexicano Felipe Calderón dijo que la frase “era más propia de Cantinflas que de don Octavio”.

 

 

 

En un tono más serio, la Folha de Sao Paulo editorializó que la “frase racista” revelaba un rasgo cultural profundo que minimiza o niega las raíces mestizas de los argentinos, una idea que recorre el pensamiento intelectual y político nacional desde el siglo XIX. La Constitución de 1853 estableció que el gobierno federal fomentaría la inmigración europea, un artículo aún en vigor.

En su célebre Facundo (1845), Faustino Sarmiento habló de la necesidad de “blanquear” el país para desarrollarlo. Borges solía decir que los argentinos eran “europeos en el exilio”. El diario paulista recuerda que en 2018 en Davos, Macri dijo que en Argentina casi todos eran descendientes de europeos y que en 1993, en un discurso en la Universidad de Maastricht, Carlos Menem negó que el país tuviera “negros” y que ese era un “problema brasileño”. Un columnista de O Globo escribió que ahora entendía mejor por qué tantos nazis –Eichman, Mengele, Priebke…– se refugiaron en Argentina después de la guerra.

 

La vía chilena

Chile ha tomado la dirección contraria. La Convención Constituyente ha asignado 15 de sus 155 escaños a representantes de pueblos nativos (mapuche, aymara, diaguita, likan antay, colla, quechua, rapa nui, chango, kawashkar y yagán), que van a pedir que la carta magna reconozca a Chile, hasta ahora una república férreamente unitaria, como una nación multiétnica.

En las revueltas de octubre de 2019 fueron derribadas las últimas estatuas de Pedro de Valdivia que quedaban en las plazas y parques chilenos. Sus cabezas fueron puestas a los pies de las de Caupolicán y Lautaro, los protagonistas de La Araucana (1569), el poema épico de Alonso de Ercilla.

Tras la llamada Pacificación de la Araucanía (1861-1883), el Estado chileno redujo las tierras mapuches de cinco millones a 500.000 hectáreas, otorgando a cambio “títulos de merced” a los lonkos (jefes tribales) de comunidades desgajadas y empobrecidas. Las tierras usurpadas fueron concedidas muchas veces a inmigrantes alemanes, suizos y croatas.

 

«Entre 1979 y 1983, las comunidades mapuche reconocidas legalmente en Chile disminuyeron de 3.000 a 300 por las políticas del régimen de Pinochet»

 

La presencia indígena en la Convención Constituyente, como antes en Australia y Canadá, obligará a replantear la autonomía territorial y jurídica de los pueblos originarios. Durante las protestas de 2019, flamearon las wenufoye, las banderas mapuche, en señal del poder constituyente del wallmapu (pueblo y territorio en mapudungún). No es casual. Entre 1979 y 1983, las comunidades mapuche reconocidas legalmente disminuyeron de 3.000 a 300 por las políticas del régimen del general Augusto Pinochet (1973-89), que dijo que “ya no existen mapuches porque todos somos chilenos”.

En enero de 2013, Werner Luchsinger y su esposa murieron en un incendio provocado en su fundo de Vilcún (Cautín) por una veintena de encapuchados. En la fecha de ese doble asesinato se cumplía el quinto aniversario de la muerte de Matías Catrileo, estudiante mapuche que fue abatido por carabineros en una finca de los Luchsinger. El gobierno dijo que el asesinato de la pareja indicaba la presencia de un “grupo terrorista organizado” en la Araucanía.

Según José Bengoa, autor de una historia del pueblo mapuche, el malestar social en la zona se manifiesta con rasgos de “intifada”: marchas, huelgas de hambre, bloqueos de carreteras… Así, no resulta extraño que el Aukiñ Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras) busque un tipo autodeterminación para las regiones australes, que concentran al 25% de la población mapuche, similar al que tienen los rapa nui en el “territorio especial” de la Isla de Pascua.

 

La deconstrucción del mito

El ensayista argentino Santiago Gerchunoff cree que la frase de Fernández va a ser la más recordada de su mandato porque, lejos de ser una broma, indica que para el nacionalismo argentino la diversidad cultural es una amenaza. Ezequiel Adamovsky, historiador de la Universidad Nacional de San Martín, sostiene que mientras México promovió el mito de una identidad nacional mestiza y Brasil el de una “democracia racial”, con bases más o menos creíbles, Argentina nunca renunció a sus ideales europeizantes decimonónicos.

Hasta hace unos años, los billetes, que hoy solo llevan ilustraciones de flora y fauna, mostraban al expresidente Argentino Roca, el general que lideró las campañas de la Conquista del desierto, cuyas heridas aún no ha cicatrizado. Según Amnistía Internacional, en el país existen más de 200 conflictos por tierras indígenas. Según su directora para Argentina, Paola García Rey, sus territorios han sido vendidos a compañías como Benetton y a multimillonarios como Ted Turner y George Soros, que se quejan de ocupaciones, incendios, bloqueos de carreteras e intimidaciones a los empleados de sus propiedades.

 

«Lejos de Buenos Aires y del litoral, en el noroeste colla, el noreste guaraní y la Patagonia mapuche las reivindicaciones nativistas son cada vez más visibles»

 

Reinventar un nacionalismo nunca es fácil. Bartolomé Mitre, el primer gran historiador del país, escribió que el carácter europeo de la nación argentina era un rasgo distintivo que la distinguía de la “barbarie” de sus vecinos. Pero lejos de Buenos Aires y del litoral, en el noroeste colla, el noreste guaraní y la Patagonia mapuche las reivindicaciones nativistas son cada vez más visibles. Y militantes.

El hecho de que haya sido un presidente peronista –un movimiento político que las élites estancieras y porteñas consideraban una cosa de “negros”– se contradice con el hecho de que su gobierno esté aplicando una serie de políticas antirracistas cuyos orígenes se remontan a la crisis de 2001, cuando surgieron movimientos como Identidad Marrón y organizaciones de afrodescendientes. Los gobiernos no tuvieron más remedio que incorporar el racismo a la agenda política.

El revisionismo histórico es el primer paso. Juan Bautista Alberdi, el mayor jurista de su época, coincidió con Sarmiento en que “todo lo civilizado en nuestro suelo es europeo (…) en América lo que no es europeo es bárbaro”. Los postulados racistas no eran meras teorías: justificaban la expansión territorial del Estado sobre áreas “salvajes”. En uno de sus informes al Congreso, Roca precisó que había tomado prisioneros a “10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros”. Muchos de ellos fueron desterrados y sometidos a labores forzadas en las cosechas de uva y caña en Cuyo, Salta y Tucumán.

10 comentarios en “El mito de la ‘Argentina blanca’ agoniza

  1. Quiero aclarar como argentino, que si bien lejos estamos de poder decir que somos una patria multicultural y que rechaza la xenofobia, las palabras del presidente no representan a la mayoría. Por otro lado, cuando en Argentina se hace referencia a “los negros”, no se refiere a su color de piel o descendencia, sino a un sector social el cual carece de educación, falta el respeto, es prepotente, y en general, viste de manera distintiva, y en general son considerados «chorros» (ladrones). Con esto no busco justificar el gentilicio, solo quiero aclarar que no es por el color de piel la utilización del termino.

    1. Prepotentes? Mmmm, mírate a un espejo argentino.

    2. El relacionar características negativas con el calificativo «negro» que lleva conotaciones raciales, es ya una postura que implica racismo. No solamente racismo, sino, como lo demuestra tu propio comentario, un racismo racionalizado y justificado.

  2. Quiero aclarar como argentino, que en nuestro pías también existen los blancos, que es un sector social que tiene educación pero carece de inteligencia, son respetuosos cuando prevalecen sus condiciones, deposita su prepotencia en sus tenencias materiales y monetarias, viste de manera distintiva y en general son considerados chorros «(ladrones) y drogadictos. Ladrones porque se dedican a evadir impuestos y llevar el dinero, generado por argentinos , hacia el exterior y se jactan de ello. Por otro lado son consumidores de cocaína que pagan muy cara y evitan por todos los medios ser descubiertos. Y por ultimo su rasgo mas distintivo es que la «culpa» de sus males siempre las tiene el otro, por lo general un «negro».
    Saludos

  3. Argentina se hizo de inmigrantes. Hubo pueblos anteriores, todos llegados de otras latitudes. Las conquistas de Roca y de de Rosas permitieron la confirmación de una identidad, la de una nación que aspiraba a la cultura y al trabajo. Algo de lo que estaban lejos los conquistados. Así lo entendió Sarmiento. Entre otros como los del 37 y la del 80. Definir con los conceptos de hoy sobre todo ese proceso y negar lo anterior es una falacia intelectual.

  4. Ezequiel, se puede ser tan pelotudo?

    1. Nahuel, gracias por brindarte como ejemplo de mi descripción.

  5. o sea que hasta que no llegaron los gringos, nadie trabajaba en Argentina? La riqueza en nuestro pais la hicieron los peones de las estancias arreando y faenando ganado Cuando llegaron los gringos Argentina ya tenia identidad cultural, la misma que tiene hoy A ojos vista la mayoria de los argentinos tenemos (o tienen ) rasgos indigenas

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