Brasil celebraba el 29 de noviembre la segunda vuelta de sus elecciones municipales. En un país continental los resultados de las alcaldías y concejalías siempre tienen sabor nacional y esta ocasión no fue diferente. El mapa político resultante comienza a perfilar los favoritos para las presidenciales de 2022. Como balance del día, la izquierda sale derrotada, principalmente el Partido de los Trabajadores (PT); el presidente, Jair Bolsonaro, no consigue victorias para sus pupilos políticos, y son la derecha y el centro-derecha tradicionales los que acaparan la mayor victoria de las urnas.
Un PT que no convence y una nueva izquierda
Numéricamente, el PT no se recupera respecto a las municipales de 2016, el gran momento del antipetismo, una gran derrota nacional para el partido. Según el mapa nacional de alcaldías, solo gobernará para el 2,6% de la población brasileña y, además, por primera vez desde la redemocratización, se queda fuera de todas las capitales. El PT, además, es desafiado por una izquierda nueva, más juvenil, no tan burocratizada y que ha sabido comunicarse de forma más directa, natural y eficaz con la población. A pesar de que esta izquierda más vibrante solo ha conseguido la alcaldía de Belém (Estado de Pará), su victoria simbólica es indiscutible.
Asimismo, despuntan nuevos líderes de izquierda en el escenario nacional que no son petistas. Es el caso de Manuela d’Ávila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), que llegó a la segunda vuelta en Porto Alegre (Río Grande del Sur), perdiendo con el 45% de los votos. O el de quien es sin duda una de las estrellas de estas elecciones, Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), partido que se fundó en 2004 como escisión del PT y que en los últimos años viene ganando visibilidad.
El candidato del PSOL ha tenido una actuación emblemática en la segunda vuelta en São Paulo. Se enfrentaba a la potente maquinaria de la derecha paulista más tradicional, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), ante el que salió derrotado, sí, pero sumando el 40% de los votos. Boulos se convierte así en la principal figura de una izquierda que, por primera vez en años, no mira al campo petista para encontrar líder.
La campaña de Boulos ha emocionado y movilizado de forma masiva, generando un entusiasmo que no se veía en la izquierda brasileña desde hace años. Boulos ha cosechado el apoyo masivo de los jóvenes, que no se sienten representados por un petismo cuya cúpula se aleja de una base que pide modernización a gritos. Como ejemplo de esta falta de sintonía, el candidato del PT a la alcaldía de São Paulo, representante de una burocracia partidaria que no despierta ningún arrebato entre las bases, obtuvo solo el 8,6% de los votos, el peor número del PT en el mayor colegio electoral de Brasil.
En el lado opuesto a esta cúpula petista que desencanta, Marília Arraes, la candidata del partido a la alcaldía de Recife (Pernambuco), simboliza un nuevo PT que se comunica con los jóvenes y presta atención a cuestiones más modernas (feminismo, LGBT, medio ambiente). Arraes, de 36 años, perdió contra su primo João Campos –ambos descendientes del fundador de la dinastía norestina, Miguel Arraes– sumando el 45% de los votos, pero deja una herencia importante. Arraes no fue la opción de la burocracia petista para la candidatura, pero, mujer joven luchadora y fuerte, con la militancia de su lado, consiguió imponerse frente a la vieja guardia del partido en Pernambuco. Arraes hizo una campaña parecida a la de Boulos, con un lenguaje natural, juvenil y una estética moderna.
En paralelo al fenómeno Arraes, tenemos otro que también simboliza este deseo de renovación petista: las candidaturas colectivas. En todo el país se registraron más de 26 candidaturas colectivas, la mayoría formadas por mujeres negras y jóvenes periféricos que no tienen cabida en las estructuras partidarias más piramidales. Además de esta nueva configuración electoral, ha habido otras novedades como el movimiento “Representa”, una articulación de jóvenes del interior de São Paulo que presentó y apoyó 138 candidaturas petistas jóvenes, sin apoyo de la burocracia del partido, en todo el país. De estas 138 candidaturas, 25 fueron victoriosas, pero lo más importante fue el desafío planteado a la dirección del PT.
Bolsonaro pierde, la derecha tradicional gana
Uno de los resultados más relevantes de estas elecciones municipales en Brasil es que los simpatizantes del campo conservador han votado por la vuelta de la tradición y la estabilidad. El año 2018 fue la elección del outsider, de la disrupción y lo antisistema, con una derecha tradicional víctima de un varapalo histórico debido a una migración masiva de votos a la candidatura de Bolsonaro. Sin embargo, 2020 vuelve a llevar a la política brasileña de derechas a sus cauces clásicos.
La marea de votos bolsonaristas regresa al campo de la derecha y el centro derecha tradicional, en concreto al conjunto de partidos políticos que en Brasil se conocen como el Centrão: partidos conservadores de larga historia, mucho más pragmáticos que ideológicos y que suelen ser la bisagra y llave de la gobernabilidad para cualquier administración. Especial protagonismo cobra el partido Demócratas (DEM), que actualmente ostenta las presidencias de la Cámara de Diputados y del Senado, y que en estas municipales ha ganado casi 200 municipios más que en las anteriores. Su victoria coloca a Rodrigo Maia, líder del partido, presidente de la Cámara y uno de los políticos más hábiles e influyentes del momento, como uno de los políticos con más impacto y capacidad de decisión de cara a las elecciones de 2022. Fijémonos en él en los próximos meses.
En paralelo al DEM, que gobernará para el 11,53% de la población brasileña, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido del expresidente Michel Temer y también representante de la política brasileña más tradicional, sale igualmente fortalecido y gobernará para 12% de la ciudadanía.
Bolsonaro ha demostrado ser el peor apoyo electoral posible en estas municipales. De los candidatos que apoyaba, casi ninguno ha sido elegido y, desde luego, ninguno con impacto político nacional. El ejemplo más claro ha sido el del candidato a la reelección por Río de Janeiro y obispo de la poderosa Iglesia Universal del Reino de Dios, –hoy aliada de Bolsonaro–, Marcelo Crivella, que ha perdido la alcaldía frente a Eduardo Paes, una figura histórica de la política carioca, perteneciente al DEM.
Ahora hay que prestar atención al impacto que puedan tener estos resultados negativos en la popularidad del presidente. Bolsonaro podría volver a demostrar su capacidad de resistencia, no le demos por muerto todavía. Lo que sí está claro es que la política nacional bolsonarista será, cada vez más, rehén de los viejos partidos de derecha y centro-derecha.
2022
Las izquierdas corren peligro para 2022. El Centrão, sobre todo el DEM, se coloca como uno de los grandes articuladores electorales para las próximas presidenciales. Aún no tienen candidato, pero si consiguen un candidato competitivo, la disputa no será fácil. De momento, las hipótesis lanzadas en los medios han sido el exministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, y el célebre presentador de televisión, Luciano Huck.
Otro posible candidato para 2022 que sale fortalecido en estas municipales es el gobernador del Estado de São Paulo, João Doria, cuyo discípulo, Bruno Covas, ha ganado la alcaldía de la capital. Todo el mundo sabe que Covas es el apadrinado de Doria, por lo que su victoria coloca a este último un pasito por delante en la carrera por la presidencia. Además, su partido, el PSDB, es el que más municipios pierde respecto a las elecciones municipales de 2016, pero aún es el partido que más población gobierna: el 16,2% de los brasileños vivirán en ciudades con alcaldías tucanas. Esta capilaridad le vendrá muy bien a Doria en 2022.
El PT pierde fuerza numérica y simbólica. Lula, aislado debido a la pandemia, no tiene la capacidad de movilización que tenía y la irrupción de Boulos deja claro que el campo de la izquierda no petista ha llegado para desafiar al PT y empujarlo hacia la tan ansiada renovación de candidatos, oligarquías y pautas que sus afiliados llevan años pidiendo. Habrá que ver si la cúpula petista accede a llevar al PT hacia nuevos rumbos o si permanecen en un inmovilismo que les está costando caro y que les podrá costar, aún más, en 2022.
Las ilusiones del socialismo autoritario de tinte marxista se estan nuevamente disolviendo, ante el realismo pragmatico de las mayorias que entienden que las ideologías totalitarias buscan la «igualdad» para los demas menos para las corruptas elites gobernantes.