Colectivos coreográficos actúan en el estadio "Libertad" durante el desfile "Canto a la Tierra" el 3 de enero de 2024 en Pasto, Colombia. GETTY

El impacto económico de la cultura iberoamericana

La continua expansión de la cultura iberoamericana se debe en gran medida al creciente reconocimiento mundial de su diversidad, riqueza y calidad cultural y artística, con una creciente demanda de productos culturales iberoamericanos en diferentes mercados de todo el mundo.
José Henrique Paim Fernandes
 |  8 de enero de 2024

Con una población de más de 650 millones de personas, la comunidad de países iberoamericanos está formada por Portugal, España y Andorra en la península Ibérica, Guinea Ecuatorial en África y las 19 naciones de habla española y portuguesa situadas en América Latina, que comparten el castellano o el portugués como lengua, una historia, una religión –el cristianismo– y una serie de tradiciones culturales. Rica en diversidad cultural, la comunidad iberoamericana percibe en los últimos años cómo su cultura adquiere cada vez más relevancia en la economía mundial, impulsando el crecimiento en diversos sectores. En auge incluso durante la pandemia de Covid-19, la cultura iberoamericana abarca una amplia gama de ámbitos, como la música, el cine, el teatro, la televisión, la literatura, la moda y el arte. impulsando el crecimiento de sectores como música, cine, teatro, televisión, literatura, moda y arte; en auge incluso durante la pandemia.

 

 

La continua expansión, incluso en un momento de crisis global, se debe en gran medida al creciente reconocimiento mundial de la diversidad, riqueza y calidad cultural y artística de estos países, que ha generado una demanda de productos iberoamericanos en diferentes mercados de todo el mundo. La globalización y el aumento del consumo de contenidos en streaming han contribuido a este crecimiento. Así, en las últimas dos décadas, el sector ha tenido un impacto significativo en la economía regional, representando una importante fuente de empleo e ingresos. Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, el sector cultural y creativo en América Latina y el Caribe –sin considerar los países europeos de la comunidad– generó en 2019 ingresos por valor de unos 174.000 millones de euros, es decir el 2,4% de su PIB.

Al mismo tiempo, los gobiernos empiezan a ser conscientes de la importancia económica de su cultura y han puesto en marcha programas e iniciativas para el fomento de la producción cultural, como incentivos fiscales y subvenciones. Por su parte, el sector privado también está invirtiendo en proyectos culturales por el potencial beneficio que ofrecen. Basta recordar que la música es una de las principales exportaciones de América Latina y el Caribe y la península Ibérica y que, en 2020, la música latina fue la cuarta categoría más consumida en Estados Unidos.

Así, la cultura iberoamericana se está convirtiendo en un sector económico cada vez más importante, impulsada por diversos factores. Por ello, es preciso entender qué es la cultura iberoamericana, por qué es relevante y cuáles son los beneficios socioeconómicos derivados de la inversión en cultura, así como los retos a los que se enfrentan los países de la comunidad iberoamericana en este contexto.

 

¿Qué es la cultura iberoamericana?

La cultura iberoamericana hace referencia al conjunto de tradiciones, prácticas, creencias y manifestaciones artísticas surgidas en los países de América Latina y el Caribe y la península Ibérica.

Se compone de una variedad de influencias –incluidas las tradiciones indígenas y africanas, así como las convenciones y prácticas europeas de los colonizadores españoles y portugueses– y desempeña un papel importante desde el punto de vista histórico y social, ya que la región ha estado marcada por conflictos políticos, sociales y económicos a lo largo de los siglos, como la colonización, la esclavitud, las luchas por la independencia y la determinación de las fronteras entre países. Estos acontecimientos tuvieron un impacto significativo en la población, contribuyendo a conformar las identidades nacionales y, en consecuencia, la producción artística. Fuente de identidad y orgullo para los pueblos de la región, la cultura es una expresión de la historia, los valores y las tradiciones de sus países y, como tal, una forma de preservar la memoria colectiva.

 

«Fuente de identidad y orgullo para los pueblos de la región, la cultura es una expresión de la historia, los valores y las tradiciones de sus países y, como tal, una forma de preservar la memoria colectiva»

 

Como indicaba el estudio realizado en 2012 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), “Iberoamérica es una región de inconmensurable riqueza natural y cultural. Un extenso territorio que alberga distintas geografías, climas y paisajes, dando lugar a bellezas naturales elogiadas en todo el mundo. También acoge gran diversidad de culturas y lenguas, con historias, tradiciones y manifestaciones culturales propias que enriquecen su patrimonio. Una riqueza forjada a lo largo de los siglos en el territorio iberoamericano, cuya sustancia se encuentra en nuestros pueblos originarios, el choque con la cultura europea y africana y los diversos flujos migratorios que, a lo largo del tiempo, han contribuido a la constitución de nuestras identidades.

 

El sector cultural es una de las áreas más dinámicas de la economía mundial, y se considera un importante motor de desarrollo económico y social. Esto se debe  a su extraordinaria capacidad para generar riqueza y a su amplitud y alcance, ya que involucra a “muchos sectores y porque es una economía articulada con otras economías, creando oportunidades para mejorar la calidad de vida y la ocupación, el trabajo y los ingresos de diversas poblaciones”, según el sociólogo Juca Ferreira, exministro de Cultura de Brasil.

En este sentido, la cultura iberoamericana es una de las más importantes de este sector, al presentar una gran diversidad cultural y artística, que se manifiesta en áreas como la música, la literatura, el teatro, el cine, las artes plásticas y la danza, entre otras. Tiene un gran valor económico en varios países de la región, como generadora de empleo e ingresos para un número considerable de personas, al promover el turismo y la atracción de visitantes –y divisas– de todo el mundo. Además, como la región está marcada por una gran diversidad cultural, con muchas lenguas, tradiciones y costumbres diferentes, al compartir estas expresiones culturales, la población aprende a apreciar y respetar las diferencias, convirtiéndose en un ejemplo mundial de coexistencia, comprensión y tolerancia. En los últimos años, ha sido reconocido como un sector económico con un importante potencial de creación de empleo y crecimiento económico.

 

La economía de la cultura

Según el estudio “El impacto económico de las industrias creativas en las Américas”, patrocinado por la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el British Council y elaborado por Oxford Economics, la región representa aproximadamente 87.000 millones de dólares de las exportaciones creativas mundiales, cerca del 14% del total mundial.

Representa casi dos quintas partes de las exportaciones de personal y servicios culturales y recreativos (incluidos los servicios audiovisuales) y más de un cuarto del mercado mundial de exportación de artes visuales. También ha demostrado una enorme resistencia frente a la crisis económica mundial, creciendo una media del 4,3% anual desde 2008. Se estima que el sector cultural en América Latina y el Caribe emplea a unos 29,5 millones de personas. Según la OEI, en Iberoamérica, el sector representa entre el 1,7% y el 3,1% del empleo total de la región, siendo un sector dinámico y en constante evolución.

A medida que ha ido teniendo mayor impacto económico, han surgido, a su vez, nuevas expresiones para definir el sector: economía creativa, economía naranja, industrias creativas, economía de la cultura… Esta diversidad de denominaciones dificulta los estudios e investigaciones en el área porque no hay consenso ni en la terminología ni en el nivel de cobertura del sector. La economía creativa es el concepto predominante, pero en Bolivia, Cuba y Perú, se denomina industrias culturales; en Argentina y Uruguay, industrias creativas, mientras que en España, Guatemala y Panamá se utilizan indistintamente ambas expresiones.

Brasil adopta economía da cultura; Chile, economía creativa; Costa Rica, economía naranja; Portugal, sector creativo, Ecuador y Honduras, y, en sus documentos, la OEI habla de industrias culturales y recreativas.

 

«Para que los países iberoamericanos tengan un mayor control y obtengan más beneficios de su cultura, será necesaria una acción común y concertada, que requerirá articulación y pactos en distintos ámbitos»

 

En cuanto al ámbito de aplicación, en algunos países se consideran todas las producciones del ámbito cultural y, en otros, solo las sujetas a derechos de autor. A menudo, incluso cuando los países utilizan el mismo término para un sector, ese sector se define de forma diferente. Por ejemplo, Reino Unido incluye la moda en su definición de industrias creativas, pero Francia no. Esta, por su parte, incluye la arquitectura en su definición de industrias creativas, mientras que España no lo hace.

Otra barrera para la elaboración de estudios y trabajos es la falta de estadísticas recientes sobre el sector y, una vez más, la falta de uniformidad en cuanto a las áreas incluidas en los datos disponibles. Dado que las comparaciones solo pueden hacerse utilizando una metodología consistente y que comparar datos de diferentes estudios que utilizaron métodos distintos lleva a conclusiones inexactas, los países iberoamericanos deberían trabajar seriamente para estandarizar los términos y el alcance de las acciones y producciones del sector, de modo que los gobiernos puedan actuar de forma conjunta basándose en información precisa.

Las estadísticas y datos contenidos en el Marco de Estadísticas Culturales de la UNESCO, que deberían ser los indicadores de referencia para el sector, están desactualizados, datan de 2009, mientras que el departamento de Estadísticas de la organización ya está revisando la información para crear un nuevo marco de indicadores culturales para la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. El panorama más completo y actualizado lo encontramos en el estudio “La contribución de la cultura al desarrollo económico en Iberoamérica”, de la CEPAL y la OEI, una recopilación y comparación exhaustiva de datos del sector.

 

Cultura, mundo digital y Estados-nación

Es interesante tener en cuenta que una de las razones que explican el impacto económico de la cultura es el hecho de que se trata de un bien no rival y no excluible. Es decir, puede ser consumido por un gran número de personas al mismo tiempo, sin que el consumo de una persona afecte a la capacidad de otra para consumirlo. Además, es fácilmente reproducible, lo que significa que puede ser compartido y distribuido a un gran número de personas con poco o ningún coste adicional. Naturalmente, esta situación se deriva de la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación. Internet, la digitalización y la globalización no solo han revolucionado el concepto de cultura, sino que también han democratizado y ampliado el acceso a ella y sustentan una poderosa economía mundial.

Sin embargo, y en sentido contrario a esta expansión y democratización, el dominio del flujo internacional de bienes y servicios culturales está en manos de unos pocos conglomerados empresariales, que son los principales beneficiarios. Los países desarrollados se han visto muy favorecidos, con porcentajes superiores a la media mundial, mientras que los países de Mercosur, por ejemplo, han tenido un porcentaje inferior a la media del 3%.

“En un contexto marcado por el desarrollo de las industrias culturales y la globalización, hoy muchos bienes culturales solo pueden ser ofrecidos por empresas con un volumen de producción importante para abastecer los mercados nacionales y extranjeros, lo que ha dado lugar a la aparición de empresas transnacionales. Como consecuencia de estos procesos, la producción y distribución de bienes culturales está muy concentrada en unos pocos países y en unas pocas empresas. Iberoamérica ocupa un lugar secundario en el panorama mundial, lo que tiene efectos económicos, pero también culturales para nuestra región, en la medida en que su diversidad deja de ser visible frente al consumo masivo de bienes culturales estandarizados que llegan del exterior”.

Según Ferreira, “las empresas multinacionales, que producen y difunden contenidos culturales y artísticos, y las gigantescas empresas virtuales supranacionales, que transportan y ponen a disposición en internet contenidos culturales a una escala sin precedentes, operan a nivel mundial y forman parte del juego y la disputa económica y geopolítica en el mundo. En muchos aspectos son ya más decisivas que muchos Estados nacionales. No pueden dejar de ser parte expresiva de las estrategias de desarrollo económico, mantenimiento y reproducción de las hegemonías geopolíticas vigentes y de la afirmación del capitalismo globalizado. No es posible pensar en un desarrollo económico y social nacional sostenible, soberano y democrático sin tener en cuenta estas cuestiones”.

 

«Internet, la digitalización y la globalización han democratizado y han ampliado el acceso a la cultura. Sin embargo, el flujo internacional de bienes y servicios culturales está en manos de unos pocos conglomerados empresariales»

 

Por tanto, el único actor con la visión y el poder para proponer e impulsar políticas públicas culturales que puedan aumentar el impacto de la cultura a nivel nacional y en términos de economía global es el Estado. Sin él a la cabeza del proceso, será difícil que los países de la comunidad iberoamericana adoptasen medidas estratégicas conjuntas para alcanzar este objetivo.

Existen, naturalmente, medidas a poner en práctica por los Estados nacionales: por ejemplo, invertir en infraestructuras culturales, promover sus expresiones culturales, estimular la economía creativa, proteger los derechos de autor, promover el turismo cultural, fomentar la colaboración regional y estimular la inclusión social, lo que añade programas de educación artística en comunidades desfavorecidas, la promoción de artistas y expresiones culturales de grupos minoritarios, y la preservación y valoración de las tradiciones culturales locales.

Estimular la integración de la cultura con la innovación y la tecnología, apoyar proyectos que exploren nuevas formas de expresión cultural como la realidad virtual, el arte digital y las plataformas de distribución en línea, e integrar la cultura en otras políticas sectoriales son otras medidas que pueden reforzar la posición de la cultura como sector estratégico e impulsor del desarrollo económico y social de los países de la comunidad.

Sin embargo, para que los países iberoamericanos tengan un mayor control y obtengan más beneficios de su cultura, será necesaria una acción común y concertada, que requerirá articulación y pactos en distintos ámbitos, desde la adopción de criterios, términos y metodologías de investigación comunes hasta cambios en las legislaciones nacionales y el establecimiento de marcos reguladores compartidos que permitan la formación de un sólido mercado cultural en el vasto territorio que ocupan los 23 países que forman esta rica y diversa comunidad.

Este artículo forma parte del especial “Una agenda común de futuro”.

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