El próximo domingo 5 de octubre se celebrarán las elecciones presidenciales de Brasil, y la competición se acelera tras la muerte en accidente aéreo del candidato del Partido Brasileño Socialista (PSB), Eduardo Campos. Se vaticina que su sucesora, Marina Silva, podría batir a Dilma Roussef, del Partido de los Trabajadores (PT), en una hipotética segunda vuelta.
Al confirmarse que Silva será la sustituta de Campos, la carrera hacia la presidencia ha dado un giro de 180 grados. Esta política, ex ministra de Medio Ambiente bajo la presidencia de Lula da Silva (PT), cuenta con un gran apoyo entre los jóvenes y las clases con menores ingresos por sus orígenes humildes y su determinación para formarse –fue analfabeta hasta los 16 años-, además de por una carrera construida con gran fidelidad a sus valores políticos. Se espera que los más desfavorecidos voten masivamente al PSB ahora que ella puede ser la presidenta.
Campos era un líder querido y respetado por su honestidad y trabajo como gobernador de Pernambuco, pero su potencial no era comparable al de Silva. Tras el accidente aéreo, los datos apuntaron a que el 21% de votos serían a favor de un PSB encabezado por Silva, cuando con Campos como líder esta cifra rondaba el 8-9%, según el Instituto Datafolha.
De llegar a la segunda vuelta, la actual presidenta se haría con el 43% de los votos, mientras que Silva lograría una ajustada victoria con el 47% de ellos. Se prevé que Silva convenza no solo a su electorado, sino también a los indecisos, gracias en parte al shock que ha sacudido a la sociedad brasileña a raíz del accidente aéreo. Casi el 75% de los ciudadanos brasileños buscan un cambio trascendental en la política nacional y Silva lo representa.
Quién es Silva
Silva forjó una alianza con el PSB el pasado octubre cuando su partido, Rede Sustentabilidade, no consiguió las 500.000 firmas necesarias para presentarse a los comicios. Ella era la única personalidad −después de Campos− dentro del PSB con posibilidades de encarar a Rousseff, por lo que el debate interno para reemplazar al excandidato fue breve, pese a haber voces discordantes que temen que Silva pudiera romper los pactos que se hicieron en la anexión al PSB.
Por el momento la mayor duda que despierta la candidata es su confesión evangélica, que podría significar una postura demasiado conservadora para Brasil en temas sensibles como el aborto o los derechos de la comunidad LGTB. La candidato aún tiene que ofrecer también su programa respecto a cuestiones macroeconómicas vitales tales como la inflación o el desempleo.
A la competición por la vicepresidencia del PSB llegaron Beto Albuquerque, Eliana Calmon, Luiza Erundina y Renata Campos −viuda de Eduardo Campos−. El “vice” de Silva fue anunciado el martes; será el favorito desde un primer momento, Albuquerque, colaborador cercano a Campos.
Rousseff sigue apostando por la continuidad con Lula y la inversión en el Estado de bienestar. El tercer candidato en discordia, Aécio Neves, que según los sondeos ya está fuera de competición, promociona políticas públicas favorables al desarrollo empresarial. Según los analistas, Rousseff debería trabajar en una mejora de la imagen de su gobierno frente a Silva, que es imagen pura.
Silva ya sorprendió en 2010 cuando su partido medioambientalista obtuvo el 19% de los votos en las presidenciales. Es probable que este año vuelva a dar un golpe sobre la mesa. Rousseff, vienen curvas.
Por Julia Cadierno, internacionalista