Los residentes de la ciudad Siria sitiada de Madaya continúan muriéndose de hambre. Las fotos virales que reflejaban la terrible realidad de la ciudad consiguieron abrir el cerco, pero no por mucho tiempo, puesto que el régimen de Bachar el Asad continúa bloqueando la entrada de suministros médicos de primera necesidad a la ciudad, según Médicos Sin Fronteras (MSF). Esta organización calcula que entre y millón y medio y dos millones de personas se encuentran atrapadas en ciudades cercadas en el país.
Fuente: Médicos Sin Fronteras
Cuando se dio la voz de alerta y testimonios de muertes por inanición comenzaron a circular por todo el mundo, parecía que la situación de Madaya, cercada por el ejército de El Asad y sus aliados de Hezbolá, iba a mejorar. Naciones Unidas logró introducir por primera vez en seis meses suministros médicos y mantas en la ciudad, a 25 kilómetros al noreste de Damasco y a 11 kilómetros de la frontera libanesa. No ha sido suficiente, dado el número de pacientes en estado crítico con riesgo de muerte inminente. Desde la entrada del convoy humanitario han fallecido 35 personas.
Según un informe de la ONU “interno, no apto para citas” que filtró Foreign Policy, los funcionarios de la ONU conocían la situación en Madaya mucho antes de que se volvieran virales las fotos de niños famélicos. El silencio de la organización ha despertado la indignación entre funcionarios internacionales y ONG que actúan en Siria, que acusan a la ONU de dar prioridad a sus relaciones con Damasco en lugar de proteger a la población civil asediada.
Diferentes cercos, ¿mismo horror?
Las ciudades de Fuaa y Kefraya también sufren cercos, en este caso por las milicias del Yaish al Fatah (Ejército de la Conquista), integrado por el Frente al Nusra y Ahrar al Sham, entre otros. Por no hablar de la tragedia de Yarmouk, donde a finales de 2012 miembros del rebelde Ejército Libre de Siria (ELS) entraron al campamento causando una violenta respuesta de las fuerzas gubernamentales en forma de bombardeos. Siguió un cerco parcial durante siete meses, hasta que en verano de 2013 se convirtió en un bloqueo absoluto. El régimen de El Asad lo justifica por la presencia de al menos cuatro grupos opositores en el campo, atrincherados entre los civiles.
Si bien desde la ONU subrayan la importancia de ayudar a todas las ciudades sitiadas, pues todas sufren el mismo horror, no se puede obviar que Madaya es diferente. A diferencia de Fuaa y Kefraya, donde aún se filtran un mínimo de alimentos, en Mandaya la situación es de tal gravedad que ha desaparecido hasta el mercado negro por falta de productos con los que traficar. El kilo de arroz ronda los 184 euros y menos de un kilo de leche en polvo para bebes, casi 300. En Madaya ya no quedan frutas ni verduras y los habitantes resisten como pueden a base de sopa de hierba hervida o porciones mínimas de arroz.
El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, fue crítico con todos los bandos del conflicto sirio el 14 de enero. “Permítanme ser claro: el uso del hambre como arma de guerra es un crimen de guerra”, dijo. “Todas las partes –inclusive el gobierno sirio, que tiene la responsabilidad principal de proteger a los sirios– están cometiendo este y otros actos atroces prohibidos por el derecho internacional humanitario (…). Yo diría que están retenidos como rehenes, pero es algo peor. Los rehenes son alimentados”.
Mediante la adopción de la resolución 2254 del 18 de diciembre, el Consejo de Seguridad repetía lo que ya instó en 2014 con la resolución 2139: que se permita el acceso de la ayuda humanitaria a través de fronteras y líneas de fuego. Si bien la primera resolución se hizo con el sitio de la ciudad de Homs en mente, un año después sigue siendo igual de necesaria.
Tres barrios de Deir Ezzor, capital de provincia del norte de Siria, aún bajo el control del régimen, llevan sitiados casi diez meses por el Estado Islámico (EI). Aquí también se han dado casos de muerte por inanición entre las cerca de 250.000 personas cercadas. La única ayuda que reciben estas poblaciones la constituyen los cargamentos aéreos que distribuyen las fuerzas aéreas rusas al tiempo que bombardean objetivos terroristas.