“No importa cuánto planee uno las cosas, la vida interviene”, dice un proverbio chino, en alusión a la necesidad de tomarse con prudencia las acometidas inesperadas de la vida, porque seguramente nos cambiarán los planes. En esa situación debe de encontrarse ahora el líder chino, Xi Jinping, ante la guerra de Ucrania. La iniciativa del presidente ruso, Vladímir Putin, de invadir el país le sitúa en una posición incómoda en un primer momento, pero con expectativas de obtener importantes réditos a medio y largo plazo si persiste el pulso entre Rusia y Occidente y es capaz de adaptar su estrategia a los nuevos tiempos.
Resulta evidente que las autoridades chinas caminan por la cuerda floja desde el momento que Putin declaró la guerra a Ucrania. La incomodidad es obvia. Sus sucintas y equilibradas declaraciones lo demuestran. Pekín evita mostrar preferencias en este conflicto, tanto por intereses como por principios. Considera que el choque entre Rusia y Occidente puede ser beneficioso para China, pero le irrita profundamente la invasión militar de un Estado soberano y el apoyo a movimientos separatistas en el este de Ucrania, ya que va en contra de sus principios de no injerencia en los asuntos internos de otro país. Una situación que hace que el gigante asiático se mantenga frío y distante respecto a los planes de Putin.
“China tiene socios, no amigos”, se suele escuchar en los coloquios donde se analiza su papel en el mundo, y este caso no es una excepción. En la crisis de Ucrania, Pekín busca maximizar sus intereses en un momento de enfrentamiento entre Rusia y Occidente, al tiempo que intenta minimizar el daño a su economía.
Las autoridades chinas son conscientes de que la guerra de Ucrania les sitúa en una posición muy incómoda, pero de la que pueden salir muy beneficiados si juegan sus cartas con prudencia e inteligencia. Son conscientes de que la estabilidad internacional es primordial para el desarrollo de su economía y no quieren que el conflicto bélico se prolongue en el tiempo. Consideran que cuánto más tiempo dure, mayor será el efecto devastador en la economía mundial y en la cadena de suministros, aún más cuando el mundo apenas comienza a recuperarse de la pandemia del Covid-19.
«China no quiere que la guerra se alargue: considera que cuánto más tiempo dure, mayor será el efecto devastador en la economía mundial y en la cadena de suministros»
Las excelentes relaciones entre los dos países impiden a China desairar a Rusia, su principal aliado y suministrador primordial de petróleo y gas, y criticar abiertamente la iniciativa de Putin. Pero, por otra parte, el gigante asiático es el principal socio comercial de Ucrania –por delante de Rusia–, un país fundamental en la nueva Ruta de la Seda para entrar en Europa, y si no apoya a Kiev se cierra la puerta de la Unión Europea, su segundo socio comercial.
Y en el ámbito político, Xi tampoco lo tiene fácil, aunque sabe que el tiempo juega a su favor. Solo tiene que mantener un perfil bajo y esperar. Cree que tanto Washington como Bruselas y el resto de las capitales europeas van a concentrar sus esfuerzos en resolver el conflicto de Ucrania y negociar con Rusia. Un panorama que permitiría a Pekín alejarse del foco de las disputas con Estados Unidos y Europa y ganar así tiempo y margen de maniobra para conseguir más ventajas geopolíticas.
Así, a pesar de la crudeza del conflicto, las autoridades chinas no se han salido del guion. Sus declaraciones y acciones son comedidas y siguen la línea oficial. Expresan su preocupación por la población civil, instan al diálogo y a buscar una salida política negociada. Se abstuvieron en la condena de la ONU a la invasión rusa de Ucrania y permitieron que dos de los grandes bancos chinos limiten la financiación para la compra de productos básicos rusos, en un gesto de solidaridad hacia Kiev.
Lo único que se han apresurado a dejar claro es que no hay ninguna relación entre Ucrania y Taiwán. Han subrayado que mientras el primero es un Estado soberano y no se debe atentar contra su integridad territorial, Taiwán es una provincia rebelde que forma parte del país y algún día se reincorporará a la madre patria. Lo que menos le interesa ahora a Xi es convertir el problema de esta isla en una cuestión internacional que ensombrezca su tercera reelección como máximo líder chino el próximo otoño.
«Moscú busca la desestabilización y el caos de Occidente, mientras que Pekín apuesta por la estabilidad para crecer y aumentar su poder e influencia internacional»
La realidad es que a China su alianza con Rusia le interesa porque hacen frente común ante EEUU y la UE, pero son dos regímenes con intereses muy distintos. Moscú busca la desestabilización y el caos de Occidente, mientras que Pekín apuesta por la estabilidad para crecer y aumentar su poder e influencia internacional.
En Pekín, los analistas locales sostienen, además, que esta contienda beneficiará a China. Especulan con que provocará que el desmoronamiento de las relaciones entre Moscú y Occidente y empujará al Kremlin más hacia su órbita, lo que permitirá a Xi tener más influencia sobre Putin. China se convertiría en el gran balón de oxígeno de Rusia con préstamos para sus bancos y empresas, aumentando sus compras de petróleo y gas, o proporcionándoles un sistema de pago alternativos al SWIFT.
Xi seguramente está en contacto estrecho con Putin, pero los líderes chinos son maestros en las artes malabares y el funambulismo, y difícilmente conoceremos su mediación. Todo induce a pensar, sin embargo, que lo más probable es que China no se mueva un ápice con Rusia contra Occidente y, al mismo tiempo, tienda una rama de olivo a Europa para intentar desbaratar su frente unido con EEUU, disminuyendo así la presión sobre Pekín. Pragmatismo por encima de todo.
Sí, desde luego hay que tener en cuenta el factor China en la ecuación del problema de Ucrania. Para mí ese factor es un misterio en esta aceleración impresionante de la Historia que estamos viviendo.
Sin embargo, el factor que me parece más preocupante es el factor nuclear. Por primera vez desde el final de la Guerra Fría, después de las amenazas de Putin y de su ministro de asuntos exteriores Serguéi Lavrov, el riesgo de una guerra nuclear parece bien real a Occidente. Es la geopolítica del miedo. El antiguo ministro de asuntos exteriores francés Hubert Védrine dice que, cuando llegó Putin al poder en el año 2000 y durante sus dos primeros mandatos, Occidente tenía que haber escuchado más a Putin. Según Hubert Védrine, ahora es demasiado tarde, ahora hay que «aguantar».
Recomiendo la lectura del excelente artículo de Nicolás de Pedro sobre Ucrania y Rusia del año pasado en esta misma revista de Política Exterior: https://www.politicaexterior.com/que-es-ucrania-sobre-la-posible-nueva-escalada-en-la-guerra-ruso-ucraniana/
«Aguantar» en el sentido de ser fuertes y resistir.