Los intentos diplomáticos del Vaticano por lograr un alto el fuego inmediato en la guerra rusa contra Ucrania han fracasado desde el principio. Desde el comienzo de la invasión rusa, el Papa Francisco ha procurado arduamente mediar entre los dos Estados, dirigiendo su atención principalmente hacia cuestiones humanitarias apremiantes, incluida la facilitación del intercambio de prisioneros. A finales de abril, el Papa expresó su disposición a prestar apoyo a las autoridades ucranianas en sus esfuerzos por repatriar a miles de niños deportados por los rusos de Ucrania, un crimen que llevó a la Corte Penal Internacional a emitir una orden de arresto contra el presidente ruso Vladimir Putin.
También a finales de abril, a su regreso de Hungría, el Papa reveló que se estaba llevando a cabo una diplomacia secreta para mediar entre las partes en conflicto. Sin embargo, las reacciones tanto de Moscú como de Kiev han sido de negación y rechazo. Un asesor cercano al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, expresó que: “El presidente Zelensky no ha consentido ninguna conversación de este tipo en nombre de Ucrania. Si se están produciendo conversaciones, se están produciendo sin nuestro conocimiento ni nuestra bendición”.
Menos de dos semanas después, el presidente Zelensky llegó a Italia como parte de su periplo europeo, con tres objetivos bien definidos en mente: reforzar la alianza militar con los socios occidentales, solicitando el suministro de nuevas armas; asegurarse su apoyo para iniciar las negociaciones sobre la adhesión de Ucrania a la Unión Europea; y obtener su respaldo para la cumbre de la OTAN en Vilna, donde Kiev espera pasos concretos para acercar a Ucrania a la alianza transatlántica. En este contexto tuvo lugar la reunión con el Papa Francisco, que sirvió de acto puramente simbólico. Brindó la oportunidad de abordar todas las dudas persistentes y de poner fin de forma concluyente a cualquier insinuación o especulación en torno a la supuesta diplomacia vaticana destinada a lograr un alto el fuego inmediato en la guerra.
La visita oficial comenzó en la mañana del 13 de mayo, y los medios de comunicación italianos ofrecieron una cobertura en directo de las reuniones oficiales. Su narración acompañó los acontecimientos, sugiriendo que la principal motivación de Zelensky para el viaje era comprometerse con la diplomacia vaticana y su plan de paz. Tras la reunión con el Papa, el presidente ucraniano se dirigió a Twitter y declaró: “Le pedí [al Papa] que condenara los crímenes [de Rusia] en Ucrania. Porque no puede haber igualdad entre la víctima y el agresor. También hablé de nuestra fórmula de paz como el único método eficaz para lograr una paz justa. Propuse unirme a su aplicación”. Más tarde, durante la rueda de prensa con periodistas italianos, Zelensky fue aún más explícito: “La guerra está en suelo ucraniano, son soldados y civiles ucranianos los que están muriendo, por lo que cualquier propuesta de paz debe proceder de Kiev, no del Vaticano, China o cualquier otro lugar”.
Al día siguiente, el asesor de Zelensky, Mykhailo Podolyak, descargó toda la frustración acumulada por Ucrania durante los últimos 15 meses de guerra contra el Vaticano y su narrativa sobre la guerra. Twitteó directamente en italiano, escribiendo: “El Vaticano es ante todo moral. Cuando llama a un agresor por su nombre. Cuando condenas dura y directamente los crímenes masivos. Cuando te pones abiertamente del lado de un país que está siendo asesinado y destruido sin provocación. Cuando defiendes personalmente a quienes son víctimas incondicionales de la agresión rusa. Cuando usted llama al mal, que es Rusia, por su nombre. Solo entonces surge la Santa Justicia. Porque no se trata de una “mediación a favor del agresor”, sino de la verdadera paz y del verdadero castigo del mal”. Así, con esta acusación de mediación direccional e imparcial, Kiev ha cerrado definitivamente la puerta al Vaticano, impidiéndole actuar como mediador en asuntos relacionados con el aspecto beligerante de la guerra.
Las razones del fracaso de la diplomacia vaticana incluso antes de que comenzara son múltiples. Empezando por las declaraciones de Podolyak, se podría argumentar que es absurdo pedir al Papa que, como mediador, adopte una posición entre Rusia y Ucrania. Al fin y al cabo, un mediador debe ser imparcial. La cuestión, sin embargo, es que para Kiev, el Papa no es imparcial, más bien está mediando “a favor del agresor”. Además, Ucrania no ve al Vaticano como un actor o una institución política, a diferencia de otros posibles mediadores como Turquía, China o las Naciones Unidas. Para ellos, el papel del Vaticano está estrictamente relacionado con la moral. Esta perspectiva explica por qué Kiev no critica a Turquía y China por su postura neutral en la guerra, ya que estos países priorizan sus intereses nacionales y evitan la confrontación directa con el Kremlin.
Por el contrario, Kiev considera al Vaticano como una institución religiosa con una influencia limitada en Ucrania. Cabe señalar que la mayoría (74%) de los ucranianos se identifican como ortodoxos orientales, y solo el 8% son greco-católicos. Además, la propaganda anticatólica difundida durante años por las instituciones ortodoxas (rusas o bajo influencia rusa) ha contribuido a la impopularidad del Vaticano no solo en Ucrania, sino en la mayor parte del espacio postsoviético.
En la aversión a la mediación del Papa también influye su interpretación de la guerra, en particular su famoso comentario entorno a “la OTAN ladrando a la puerta de Rusia” que sugiere que el conflicto es una guerra por poderes orquestada por Estados Unidos y provocada por Occidente. Esta narrativa plantea dos preocupaciones a los ucranianos. En primer lugar, presenta al Papa como un antioccidental que se opone a la OTAN y a Estados Unidos por motivos ideológicos, lo que le alinea con el Kremlin. Por el contrario, para Kiev, la OTAN, Estados Unidos y toda la alianza occidental son socios estratégicos cruciales para su seguridad y su supervivencia como Estado-nación. En segundo lugar, la narrativa de una “guerra por delegación” se considera inherentemente colonialista, ya que niega agencia al pueblo ucraniano, socavando su capacidad para ser participantes activos en el conflicto y en posibles negociaciones. En su lugar, presenta a Ucrania, y a su población de más de 40 millones de habitantes, como un mero peón en manos de las llamadas grandes potencias.
Otra razón de la falta de éxito de la diplomacia vaticana está relacionada con su petición de un alto el fuego inmediato. El Vaticano pasa por alto que el presidente Zelensky, en este momento, carece comprensiblemente tanto de la voluntad como de la autoridad para tomar tal decisión, simplemente porque, a diferencia de Putin, es responsable ante la opinión pública de su país. Una encuesta reciente realizada en toda Ucrania, incluidas las regiones oriental y sudoriental (excluidos los territorios ocupados por Rusia) y publicada en marzo de 2023, revela que el 97% de los ucranianos cree que ganará la guerra contra Rusia, y el 74% confía en que Ucrania conservará todos los territorios dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente y establecidas en 1991.
Si Zelensky negociara en estas circunstancias, especialmente mientras Ucrania se encuentra en una fase de contraofensiva y habiendo logrado ya el éxito en Bajmut, que se consideró una batalla perdida, correría el riesgo de incitar otro levantamiento del “Maidan”. No hay que olvidar que Ucrania cuenta con una vibrante sociedad civil que tradicionalmente ha hecho responsable a su gobierno de sus decisiones y acciones. Por eso, desde 1991, ningún presidente ucraniano, salvo Leonid Kuchma, ha sido reelegido para un segundo mandato. Además, Ucrania ha sido testigo de dos revoluciones, en 2004 y 2014, organizadas desde la base por ucranianos que se sentían traicionados en sus aspiraciones a un futuro europeo.
En Ucrania, la guerra actual se percibe como una lucha anticolonial por la supervivencia física contra el invasor ruso, por la libertad y por Europa. Es precisamente debido a este contexto militar, político y social por lo que la diplomacia del Vaticano ha fracasado y es poco probable que tenga éxito en el futuro, excepto en asuntos relacionados con cuestiones humanitarias relacionadas con la guerra.
Artículo traducido del inglés de la web del Istituto Affari Internazionali (IAI).