¿Qué sucede cuando un Estado no puede proporcionar servicios básicos a sus ciudadanos? ¿Qué sucede cuando los servicios públicos no satisfacen las necesidades básicas de la población? ¿Hay alternativas disponibles, asequibles y fiables para los egipcios? En el período previo a las elecciones parlamentarias de Egipto, una encuesta realizada por Baseera, el Centro Egipcio para Estudios de Opinión Pública, busca responder a estas preguntas centrándose en servicios como la educación, la sanidad, la luz, el saneamiento y la seguridad.* Sus conclusiones son preocupantes.
Malas condiciones de vida y un deficiente sistema de prestación de servicios básicos para el egipcio medio contribuyen al descontento general en el país. La encuesta revela que aunque la mayoría de la población egipcia (un 86%) considera que el gobierno debe ser la principal entidad responsable de la prestación de sus necesidades básicas, tan solo el 40% está satisfecho con los servicios públicos. Hasta un 20% cree que otras organizaciones caritativas como la Hermandad Musulmana ofrecen mejores servicios que el gobierno, mientras que el 11% afirma lo mismo acerca del sector privado.
En un país de 84 millones de habitantes, una persona de cada cuatro vive por debajo del umbral de la pobreza. Según se desprende de algunos estudios, no solo ha aumentado el número de pobres, sino que sus condiciones de vida se han degradado. El Banco Mundial estima que cada vez más personas tienen menos dinero para alimentos básicos en Egipto, y la pobreza extrema ha aumentado.
La inversión extranjera y la ayuda de los países del Golfo, así como otras contribuciones occidentales, no son percibidas por la mayoría de la población, las cada vez más pobres clases medias. Del mismo modo, la percepción de la desigualdad es muy alta y muchos expertos advierten de un aumento de la brecha entre pobres y ricos, exacerbada desde los levantamientos populares de 2011, cuando las elites trataron de protegerse a sí mismas del alcance del descontento social. La encuesta de Baseera ilustra la delgada línea entre asuntos sociales que, con un detonante, se transforman en asuntos políticos (véase por ejemplo las manifestaciones bajo el lema “YouStink” en Líbano, donde quejas sobre la gestión de basura se han traducido en demandas políticas).
Los jóvenes viven en un estado de permanente frustración por la falta de oportunidades profesionales, lo que podría desembocar en estallidos sociales, a pesar de que algunas de las mentes más valientes y brillantes están encarceladas debido a la represión generalizada del régimen presidido por Abdelfatá al Sisi.
Además de una insatisfacción general, la encuesta registra un descontento en servicios públicos clave como la sanidad y la educación, el suministro de gas y electricidad, la seguridad ciudadana, el saneamiento público y la corrupción, entre otros.
La encuesta confirma las insuficiencias y los fallos crónicos del servicio de salud pública. De acuerdo con los resultados, un 62% de egipcios prefieren acudir a hospitales privados y clínicas privadas antes que utilizar los hospitales públicos en el caso de caer enfermos. En cuanto al grado de satisfacción con los servicios prestados, quienes hacen uso de las instalaciones privadas se muestran ligeramente más satisfechos que los que utilizan instalaciones gubernamentales (43% y 35%, respectivamente). Las quejas se centran en el mal tratamiento recibido por los profesionales sanitarios (41%), la carencia y coste de medicamentos (22%) y la falta de equipamiento especializado (13%).
En lo relativo a la educación pública, los resultados de la encuesta revelan que un 93% de la población cree que la educación es un derecho fundamental. La mayoría de los egipcios (86%) matriculan a sus hijos en las escuelas públicas, un 8% adicional en las escuelas Azhari y un 6% restante en escuelas privadas o internacionales.
A pesar de las altas cifras de matriculación, la encuesta de Baseera ha encontrado una insatisfacción generalizada en cuanto a la calidad de los servicios educativos, principalmente debido a la calidad de la enseñanza, a profesores no debidamente cualificados, y a las explicaciones insuficientes durante clases que obligan a que los alumnos tengan que pagarse clases particulares. Por su parte, los informes de Competitividad Global de 2014 y 2015 sitúan a Egipto en los puestos 141 y 148, respectivamente, de países en términos de calidad de educación primaria.
En cuanto a la eliminación de residuos y su gestión, la encuesta revela que a pesar de que hay servicios de recogida centralizados, un 43% de ciudadanos pagan sumas adicionales para una recogida de basura por una red informal de trabajadores (el caso mas conocido son los zabaleen de El Cairo). Otro cuarto de los egipcios se deshace de sus residuos en las parcelas vacías o los vierten en los canales. Quienes disponen de un servicio de recogida de basura, ya sea por los servicios estatales o por redes de subcontratación informal, se quejan de que las calles a menudo están llenas de montones de basura sin recoger.
Otro de los grandes problemas que presentan megaciudades como El Cairo o Alejandría es una sobrecarga en la infraestructura de electricidad, que se traduce en cortes a nivel nacional. El 50% de los encuestados (en zonas urbanas y rurales) había sufrido cortes de electricidad un promedio de seis veces en el espacio de una semana en el momento de llevar a cabo esta encuesta, a mediados de junio 2015. Los cortes de energía suelen durar desde una hora hasta varias horas. Un 80% afirma que sus rutinas diarias –ya sea en el trabajo o en el hogar– se ven afectadas por este problema.
Lo mismo puede decirse de los cortes de agua que han asolado varias regiones en Egipto este año, dando lugar a protestas en Daqahlia, Port Said, Alejandría y Assiut, junto con un número de distritos en el área metropolitana de El Cairo. Esto afecta por igual a las zonas urbanas y rurales. En la mayoría de los casos, las protestas se disuelven por medio del uso de la fuerza y los cortes de agua siguen sin resolverse. La ONU predice que en 2025 el país se enfrentará a un estado de crisis absoluta por falta de agua. A pesar de la magnitud del problema, los críticos dicen que el gobierno no ha tomado medidas y de hecho, sigue planteando mega proyectos, como una nueva extensión a la capital en medio del desierto que parece carecer de planificación en cuanto a aprovisionamiento de agua.
Finalmente, la encuesta recoge algunos detalles sobre el uso de servicios públicos en Egipto y destaca que más de un tercio de los encuestados (37%) admitió haber sobornado a funcionarios en algún momento con el fin de obtener acceso a los servicios públicos o disfrutar de una mejor calidad de los mismos. A pesar del descontento, solo el 15% de los encuestados ha tratado de presentar una queja formal sobre la prestación de un servicio, debido a la falta de canales de comunicación y a la ineficacia de estas quejas.
Achacar toda la responsabilidad sobre las limitaciones y carencias de la prestación de servicios públicos al Estado resulta lo más fácil, dada la centralización del sistema político en Egipto. Pero está claro que los ciudadanos también deben estar dispuestos a asumir un papel más activo y a exigir unos servicios públicos de calidad acorde con sus necesidades básicas.
En la celebración de estas elecciones parlamentarias, donde los niveles de descontento de la ciudadanía deberían repercutir en el proceso político, no se prevé un cuerpo legislativo dotado de poder para exigir un rendimiento de cuentas al régimen de Al Sisi. Desafortunadamente, las elecciones serán meramente otra casilla en la llamada hoja de ruta que conseguirá el visto bueno de la comunidad internacional, mientras ignoran la falta de participación política, la exclusión de una oposición efectiva y la represión de cualquier voz disidente.
* La encuesta nacional realizada por Baseera fue financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), como parte del Proyecto de Ciudadanía Masar en el marco del Programa Masar regional.