El discurso de Ursula von der Leyen en el acto de apertura de la Presidencia belga del Consejo de la Unión Europea el 5 de enero de 2024 en Bruselas, Bélgica. GETTY

El ‘efecto terminológico’: La UE busca su ‘rizz’

Los conceptos ‘de-risking’ o ‘autonomía estratégica abierta’ ilustran cómo la UE se ha convertido en una gran acuñadora de términos. En su particular forma de mostrarse al mundo, las instituciones de Bruselas manejan bien la generación y utilización de conceptos que no siempre responden a la realidad.
Andrés Ortega
 |  9 de enero de 2024

Además del llamado “efecto Bruselas” (acuñado por Anu Bradford para referirse al impacto de la regulación interna de la Unión Europea en el mundo), la UE se ha convertido en una gran acuñadora de términos. En parte para suplir sus carencias, en parte para tender puentes con las superpotencias, en primer lugar, Estados Unidos, y en segundo, China. Hay, así, un “efecto terminológico”. Las instituciones de Bruselas manejan bien la generación y utilización de conceptos que no siempre responden a la realidad.

La actual legislatura europea empezó con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apelando a una “Europa geopolítica”. Termina con un llamamiento a una Europa “geoestratégica”. Evidentemente, ha habido un abuso, del que muchos somos responsables, del término “geopolítica”, que no se refiere ya solo a la relación entre geografía y poder, o a “la influencia de factores como la geografía, la economía y la demografía en la política y, especialmente, en la política exterior de un Estado”, como lo define el diccionario Merriam-Webster, sino a la power politics, la política de poder. Lo que la UE quería decir al hablar tanto de “geopolítica” es que quiere jugar en el tablero global como una potencia, no solo como un gran mercado o una alianza de países democráticos (en duda en algunos de ellos en los últimos tiempos). ¿Lo ha logrado? Frente a Rusia en Ucrania, solo a medias y siguiendo la política que sale de Washington. Frente a la guerra de Gaza, no. Frente a África, especialmente el Sahel, en desbandada. ¿Frente a China? Enseguida hablamos. Ahora bien, quizás si en noviembre Trump resultara elegido presidente de EEUU, Europa se vería obligada, esta vez sí, a actuar más en términos autónomos en diversos ámbitos, incluido el geopolítico.

Para ello necesitará mayor unidad interna y algo más que las repetidas apelaciones a la paz. En todo caso, aunque sea de forma indirecta en Ucrania, la UE ha salido de su reticencia al uso de la fuerza militar, una línea que ni EEUU ni el Reino Unido ya fuera de la Unión han seguido nunca y que marcaba enormes diferencias entre europeos y estadounidenses. Atrás queda esa llamada constante a la paz, y quién sabe, incluso su ingenuidad histórica, derivada de la propia experiencia bélica en el Viejo Continente, y de su concentración en los intereses económicos y comerciales por encima de otros que le afectan por igual.

No contenta con su geopolítica renqueante, en los últimos tiempos la UE se ha sacado en los últimos tiempos de la manga el definirse como actor “geoestratégico”. ¿Y eso qué es? Suele usarse el neologismo en referencia a la dirección geográfica de la política exterior de un Estado. Ahora, se usa en la UE para los intereses a largo plazo de la UE y a la necesidad de desarrollar una política coherente y eficaz para protegerlos. De hecho, fue en Estados Unidos donde primero se utilizó. Zbigniew Brzezinski, el que fuera asesor de Seguridad Nacional y un gran académico (en algunos aspectos superior a Kissinger), ya escribió un libro al respecto en 1988, y tiene en el CSIS un Instituto, de Geoestrategia que lleva su nombre, dedicado al estudio de “la singular interacción entre historia, geografía y estrategia”. De hecho, el término se ha incorporado a varias estrategias de seguridad nacional de EEUU. La insistencia en él por la UE, por el contrario, indica cierto vacío real, que no se puede llenar solo con conceptos.

No obstante, a veces los conceptos que acuña la UE pueden acabar resultando útiles. En su nueva política de competencia con China, la Administración Trump planteó el “decoupling”, es decir, separarse sobre todo en materia tecnológica, de Pekín, para recuperar soberanía y, nada menos, que frenar el desarrollo tecnológico de China. Algo que de forma tan cruda como lo que plantea Washington, también con Biden, no convenía a Europa. Por lo que ésta empezó a hablar de “de-risking”, y el término se instaló en el G7. Paréntesis: Sí, la UE habla en inglés preferentemente, pese al Brexit. No fue el ingreso en 1973 de Reino Unido e Irlanda (de Malta después) el que llevó a las instituciones de la Unión la lengua de Shakespeare como idioma de trabajo apartando al francés, sino la posterior ampliación en 1995 a Suecia, Finlandia u Austria, y a partir de 2004 de los de países de Europa del Este, que desconocían la lengua de Molière.

Sea como sea, de-risking es difícil de traducir en una sola palabra, pero significa disminución, reducción o mitigación de los riesgos que supone una excesiva dependencia en China algunos elementos estratégicos. EEUU ha impuesto aranceles a los productos chinos y restringido la exportación de algunos elementos tecnológicos. La política de la UE, aunque también ha entrado por esta última vía, es mucho más matizada. De-risking se refiere a reducir la dependencia de China y reducir los choques procedentes de allá, como descubrió  la UE en cuestiones que no requieren gran tecnología, como la falta de mascarillas o paracetamol durante la pandemia del COVID-19, y que obligó a Bruselas a diversificar sus socios comerciales en Asia.

 

«Algunas subvenciones públicas en EEUU han tenido el efecto indeseado de aumentar la dependencia europea en algunos componentes chinos»

 

EEUU y la UE se han puesto así, en 2023, a hablar ambos de de-risking, lo que ha permitido un cierto acercamiento transatlántico ante la competencia ¿geoestratégica? china. Washington ha adoptado el término, que han impulsado tanto el  Departamento de Estado como el Tesoro. Definen de-risking como “el fenómeno de las entidades financieras que ponen fin o restringen las relaciones comerciales con clientes o categorías de clientes para evitar, en lugar de gestionar, el riesgo”.

El consenso transatlántico sobre China no está del todo logrado, no solo por esperar a ver qué pasa en noviembre en Estados Unidos, sino, por ejemplo, porque las subvenciones públicas en EEUU para la fabricación de baterías para vehículos eléctricos están alejando algunas inversiones en Europa para redirigirlas hacia Estados Unidos, con el efecto indeseado de aumentar la dependencia europea en algunos componentes chinos. Lo contrario de lo que se buscaba. Pero la UE sigue empeñada en perseguir lo que llama la “autonomía estratégica abierta” (lo que significa, ante todo, no cerrada a EEUU, y no del todo a China). El concepto de “autonomía estratégica abierta”, se incorporó en la Estrategia Global de la UE de 2016. Los europeos, desde sus naciones más que desde la propia UE, han empezado a invertir en cantidades importantes para lograrlo en varios órdenes, desde los tecnológicos a los farmacéuticos. Pero EEUU está invirtiendo más.

A pesar de los pesares, en la sopa de nombres y acrónimos de programas, la UE es hábil a la hora de nombrar algunos de ellos, como Erasmus para los estudiantes, Galileo para el sistema de GPS alrededor de la Tierra, el Fondo NextGenerationEU, Horizonte Europa o ECHO (European Civil Protection and Humanitarian Aid Operations). La UE incluso ha hecho global las siglas imposibles, en inglés de su GDPR, el Reglamento General de Protección de Datos.

La palabra del año 2023 para Oxford University Press ha sido rizz, una forma abreviada de “carisma” que usa la Generación Z para referirse a “estilo, encanto o atractivo”, o “la habilidad de atraer una pareja romántica o sexual”. Según Wired, la elección se basa en la evidencia de su uso extraída de su corpus continuamente actualizado de más de 22.000 millones de palabras, recopiladas de fuentes de noticias en todo el mundo de habla inglesa. ¿Se empezará a utilizar rizz para referirse a una UE que se quiere modelo para el mundo?  Sería un error de enfoque. Pues el mundo no quiere ser como nosotros. Pero una Europa con rizz, no estaría mal, pues, por dentro, la UE necesita atraer a su proyecto a la Generación Z, que es su futuro.

P.D.: Ay, cómo se echa de menos a Jacques Delors. Era una Europa más fácil.

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