La reunión entre el negociador nuclear iraní, Said Yalilí, y el llamado grupo de los seis, conformado por EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia, China y Alemania, ha tenido como principal resultado la reanudación de un diálogo suspendido desde octubre de 2009; en una cuestión tan compleja como el dossier iraní, no es poca cosa. Las partes volverán a reunirse en enero de 2011 en Estambul (Turquía), otra señal positiva que reconoce la implicación turca en la resolución del conflicto.
Sin embargo, a pesar de estas señales, las posiciones siguen tan enfrentadas como antaño. El gobierno iraní asegura que su programa nuclear solo tiene fines pacíficos y que se encuentra dentro de los límites establecidos por el Tratado de No Proliferación Nuclear, por lo que las sanciones deben levantarse. El grupo de los seis recela de las intenciones pacíficas de Irán y le pide detenga el proceso de enriquecimiento de uranio, pues sospechan que el programa nuclear iraní tiene entre sus objetivos dotar a la República Islámica de bomba atómicas. De ahí las sanciones.
En el próximo número de Política Exterior, de enero-febrero de 2010, dedicamos especial atención a la cuestión iraní. Tres expertos en la cuestión desgranan las claves de un conflicto que va más allá de la proliferación nuclear y que supone un gran juego de poder en una región clave para la paz y seguridad internacionales como es Oriente Medio.
Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, asegura que Irán no va a renunciar a su programa. “Las negociaciones están condenadas al fracaso si no se enmarcan en un proyecto más amplio”, afirma Aguirre. “Ni las amenazas ni las sanciones servirán para que Teherán sea más democrático y abandone su programa nuclear o permita un control sobre su uranio enriquecido”.
Luciano Zaccara, director del Observatorio Electoral TEIM de la Universidad Autónoma de Madrid, coincide con Aguirre en indicar la falta de eficacia de las sanciones internacionales. “Especialistas de la Brookings, el Middle East Policy Council y otros think tanks comienzan a advertir de los errores de apreciación que han cometido las administraciones de Bush y Obama”, indica Zaccara, “y la necesidad de revisar las opciones sobre la mesa en relación a Irán”. ¿Soluciones? Zaccara señala tres:
1. Desvinculación de las cuestiones: programa nuclear, Irak y Afganistán.
2. Diplomacia multilateral con el grupo de los seis ampliado.
3. Negociación directa entre EE UU e Irán, sin intermediarios.
El tercero de las analistas que participa en Política Exterior de enero-febrero 2010, Paulo Botta, investigador del Centro de Estudios del Medio Oriente Contemporáneo, Cemoc (Córdoba, Argentina). se ocupa del impacto que un Irán nuclear podría tener en la región. Según Botta, “el peligro iraní, real o percibido está contribuyendo a que los países árabes del Golfo refuercen sus vínculo con Washington”. Así, el peor escenario para determinados países del zona sería que EE UU e Irán arreglasen sus diferencias. Como telón de fondo, el peligro de una carrera armamentística en la región, con la consiguiente amenaza de proliferación nuclear.
Para más información:
Karim Sadjadpour, «Irán-EE UU: anatomía de un compromiso». Política Exterior núm. 136, julio-agosto 2010.
Haizam Amirah Fernández, «Irán, en apuros». Política Exterior núm. 131, septiembre-octubre 2009.
Editorial, «Negociar con Irán. Un Oriente Próximo libre de armas nucleares». Política Exterior núm. 125, septiembre-octubre 2008.