El Mediterráneo es la cuna de la civilización. Una rica historia marítima, la cultura y la economía se ven hoy amenazadas por los tentáculos de conflictos mortales que se extienden por toda la región.
Fronteras redefinidas, proxy fighters (guerrilleros de distintos países que participan en conflictos fuera de su nación de origen), desigualdad política y económica, inestabilidad y corrupción son la raíz de levantamientos, guerras, protestas y migración forzada.
A no ser que Europa combine la diplomacia con la economía, consiga que la construcción de la paz encaje con las ayudas condicionadas a los gobiernos y abrace la diversidad cultural y étnica en su flanco mediterráneo, la región quedará sepultada por la crisis. El Mediterráneo se mudará a Europa.
Los 20 países que bordean las orillas del Mediterráneo son diferentes, con cerca de 500 millones de personas repartidas por la región. Los números cuentan una historia. Los países mediterráneos de la Unión Europea representan el 80% del PIB de la región pero el 40% de su población. Sin embargo, para 2020 se espera que el crecimiento del PIB de los países de la UE sea lento, alrededor del 2%, mientras que el de los países del Norte de África y el Levante se prevé superior al 4%. También es indicativo el hecho que, de media, los jóvenes europeos de la orilla norte del Mediterráneo tengan más de diez años de educación formal, mientras que la juventud de la orilla sur tiene menos de siete años de estudios.
La migración en el Mediterráneo ha sido un problema crónico, pero ahora es una crisis agudizada. En 2013, el último año del que hay datos disponibles, había 30 millones de migrantes en el Mediterráneo. Nueve de ellos eran originarios de otro país de la región. Más del 15% de las personas que viven en Croacia, Líbano, Chipre e Israel son inmigrantes. Los inmigrantes también constituyen entre el 10% y el 15% de la población de Francia, España e Italia, tres de los países más grandes y ricos del Mediterráneo.
Sin embargo, el deterioro de la situación en Siria, Afganistán, Irak, Somalia y el Sahel ha derivado en un flujo sin precedentes de refugiados y migrantes. La crisis afecta a la región del Mediterráneo y más allá, golpeando los pilares de la UE. La responsabilidad de las soluciones recae en los que estamos en la región mediterránea, en actores internacionales y, en particular, en Europa. El problema requiere un liderazgo audaz, que utilice la economía como facilitador de la política. Más importante todavía es la tolerancia de la otredad para promover la colaboración y la confianza.
Las ‘talasografías’ no tienen que ver con el mar en sí mismo, sino con el movimiento y las conexiones entre las personas que caracterizan la vida en y alrededor del agua
El experto en Historia Antigua Nicholas Purcell, en sus estudios sobre el Mediterráneo, utilizó el término “talasografía” para describir el tipo de historia en la que el mar sirve como un escenario para la humanidad. Las “talasografías”, dice Purcell, no tienen que ver con el mar en sí mismo, sino con el movimiento y las conexiones entre las personas que caracterizan la vida en y alrededor del agua. Ahora, trágicamente, el mar Mediterráneo sirve como un lecho de muerte para aquellos que quieren escapar del conflicto y encontrar refugio en las costas del sur de Europa.
Desde Marsella a Efessos, desde el Pireo y Split a Bengasi, Susa y Tánger, nómadas, cruzados, comerciantes y artistas, todos han definido la trayectoria del Mediterráneo y generando enlaces alrededor de todo el mundo. Es el mismo patrón –pero esta vez se superpone con el paradigma del conflicto– en el que las creencias y las asimilaciones se expanden hoy desde el Mediterráneo a las comunidades globales.
El orden internacional y el sistema de Estado-nación, el términos westfalianos, están puestos a prueba. El Mediterráneo –que incluye todas las fronteras de Europa, Oriente Próximo y el Norte de África– está siendo desafiados por guerras santas y sectarias. Un siglo después del Acuerdo de Sykes-Picot, el mapa de las fronteras y la influencia está resolviéndose. Queda por ver si –y cómo– el Mediterráneo, Oriente Próximo y los Estados del Note de África serán capaces de alcanzar un concepto determinado del orden internacional, cómo se volverán a dibujar los mapas de la influencia política y tribal y de qué manera la comunidad internacional encajará esta reconfiguración.
El cansancio de la guerra puede conducir finalmente a la paz, algo que la debilidad política hasta ahora ha fallado en alcanzar. Es esta falta de capacidad política la que sacude Europa, agita a la OTAN y puede empujar a Estados Unidos a más guerras en Oriente Próximo. Las estrategias empleadas en el pasado –como la compra de lealtades tribales y el favoritismo de Occidente basado principalmente en sus intereses de seguridad– no funcionará en un mundo interconectado.
El futuro del Mediterráneo reside en la oportunidad económica y la buena gobernanza para asegurar la dignidad social y económica. Es responsabilidad de Europa liderar el camino a seguir
El énfasis en la identidad, basada en el poder religioso y político, coincide con la falta de oportunidad y aplasta la dignidad de millones de jóvenes en el Mediterráneo. La frustración intensificada se impregna en las comunidades árabes y levantinas, así como Internet y las redes sociales han abierto ventanas a un mundo que es inalcanzable para ellos por las malas políticas, las ambiciones tribales y la guerra.
El futuro del Mediterráneo reside en la oportunidad económica y la buena gobernanza para asegurar la dignidad social y económica. Es responsabilidad de Europa liderar el camino a seguir. Europa y la comunidad internacional pueden empezar por impulsar los centros económicos más brillantes en la región, como Túnez, Marruecos, Argelia, Egipto y Líbano. Es la única forma de contrarrestar el continuo reclutamiento de jóvenes por parte de los extremistas y ofrecer un rayo de esperanza.
Han pasado cinco años desde las revoluciones árabes. No se ha mejorado demasiado. Este enero, los jóvenes tunecinos tomaron las calles de nuevo para protestar por la falta de empleo. Los jóvenes egipcios, aterrorizados y desocupados, han perdido la esperanza en las reformas. Los niños sirios están gastando su etapa formativa en campamentos repartidos desde Jordania a Líbano y Turquía.
Mientras la diplomacia tradicional camina en una cuerda floja para finalizar el conflicto en Siria y combatir a Estado Islámico, falta una estrategia más amplia para reforzar las sociedades frágiles. Se necesita una serie de acciones para contener el extremismo, hacer mella en el radicalismo y allanar el camino hacia la construcción de la paz y la estabilidad.
El acceso a capital y la financiación debe estar condicionado a la buena gestión pública, el desarrollo institucional y una distribución más equitativa de la riqueza
El apoyo de EEUU y Europa para invertir en el sector privado en el Norte de África y el Levante debería crear trabajos, difundir conocimientos y experiencias y reforzar la capacidad de sectores clave de las nuevas economías. Construir infraestructuras para conectar los centros rurales y urbanos impulsaría Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos. Es esencial para hacer frente a la falta de atención sanitaria, el acceso al agua, la sanidad, la vivienda y las comunicaciones. Las inversiones en tecnología para producir alimentos, para mejorar la pesca, la producción de aceite de oliva y expandir las plantaciones de críticos ayudarían a que los alimentos tradicionales mediterráneos se extendieran por el mundo. El acceso a capital y la financiación debe estar condicionado a la buena gestión pública, el desarrollo institucional y una distribución más equitativa de la riqueza.
Los políticos europeos que luchan contra economías deprimidas y contra los flujos migratorios deben ver esta oportunidad como la única solución futura para resolver la crisis y abrir la puerta para el crecimiento de sus empresas, grandes y pequeñas.
De mis visitas al Egipto y Túnez rural, la lista de cosas que hacer es simple: los jóvenes brillantes necesitan trabajo, las familias necesitan bienestar básico, los gobiernos locales necesitan desarrollo institucional y los líderes tribales normas que les ayuden a realizar su trabajo. Conectar los centros rurales y urbanos permitiría el acceso a la educación y a la atención sanitaria. Si esto se combina con la experiencia europea y las estructuras de capital de Asia y EEUU se generará un escenario en el que todos ganan.
En esta nueva realidad política, donde no hay una única sociedad con poder superior, ningún liderazgo es absolutamente resistente ni ninguna fe impone autoridad absoluta, los ciudadanos del Mediterráneo luchan en distintos grados por su supervivencia. Los ciudadanos del sur de Europa han redefinido su supervivencia bajo la austeridad derivada del fallo de las políticas económicas. En el Norte de África y el Mediterráneo levantino, estos jóvenes luchan por escapar de la guerra, la brutalidad y la pobreza. La falta de autoridad moral y liderazgo solo prolonga la crisis.
Las fórmulas de resolución de conflictos deben ser rediseñadas. Es necesario un replanteamiento de la economía, el empoderamiento del sector privado y la financiación como condiciones para la gobernabilidad y el fortalecimiento institucional. Se debe contextualizar el riesgo y redefinir las oportunidades, centrándose en los puntos más positivos. Unir fuerzas para el bien y no solo para luchar contra el mal. El Mediterráneo puede demostrar la capacidad política y económica que tiene Europa. De lo contrario se corre el riesgo de prender por toda Europa.
Artículo de la serie “El futuro del conflicto” de International Crisis Group para celebrar el 20º aniversario de la organización. politicaexterior.com publicará en español los 20 ensayos de la serie.