Desde enero de 2021, los precios del gas natural se han disparado más de un 170% en Europa, lo que ha despertado la preocupación por las posibles consecuencias macroeconómicas. Tanto los factores de la demanda como los de la oferta están contribuyendo a tensar el mercado europeo del gas.
Por un lado, la demanda europea de gas aumenta en el sector de la calefacción residencial, la industria y la generación de energía. El aumento de la demanda de calefacción residencial, debido a un invierno frío y a un trabajo en remoto todavía generalizado, hizo que la demanda global de gas en Europa aumentara un 7,6% en el primer trimestre de 2021. A ello se sumaron el repunte continuado de la producción industrial, las olas de calor veraniegas (con un mayor uso del aire acondicionado) y el aumento de los precios del carbono en la Unión Europea, que fomentan el cambio del carbón al gas. Todo ello mantuvo la demanda europea de gas en un nivel elevado durante el segundo trimestre del año.
También han surgido problemas de suministro. Rusia ha limitado las exportaciones por gasoducto a Europa debido a la elevada demanda interna, las interrupciones de la producción y los altos precios del gas natural licuado (GNL) relacionados con la recuperación económica de Asia. Asimismo, Moscú también está limitando el suministro de gas natural para forzar que los flujos de gas a través de Nord Stream 2 se activen cuanto antes.
Las reservas europeas de gas son escasas y lo que se utilizó durante el invierno no pudo reponerse en los meses de verano. La necesidad de reponer estas reservas supondrá un aumento de las importaciones europeas de GNL y gas en los próximos meses, lo que fomentará la competencia entre Europa y Asia por el suministro de GNL y, por tanto, encarecerá de nuevo el precio del gas.
La avanzada estructura del mercado europeo del gas, irónicamente, empeora la situación. Desde 2005, la fijación de precios del gas en Europa ha cambiado desde la clásica fórmula de indexación según la evolución del precio del petróleo, a la competencia de gas a gas, similar a la del mercado estadounidense. Alrededor del 80% del gas natural consumido en Europa en 2020 tenía un precio basado en la competencia gas a gas, y solo el 20% restante seguía estando indexado al petróleo. A modo de comparación, el precio del gas en el este de Asia sigue basándose predominantemente en la indexación al petróleo. Esta característica hace que el mercado europeo del gas sea más flexible, pero expone a Europa a las fuertes fluctuaciones del mercado internacional.
Aunque el gas natural solo suministra alrededor de una quinta parte de la electricidad europea, el aumento de los precios del gas está ejerciendo una presión al alza desproporcionada sobre los precios de la electricidad. Las centrales eléctricas de gas se han convertido en unidades de fijación de precios debido a la mayor demanda de electricidad (gracias a la recuperación y a la menor producción de energías renovables por el calor y la baja velocidad del viento durante el verano), a la subida mundial de los precios del carbón y al repunte sin precedentes del precio del carbono en la Unión Europea. De ahí que los precios mayoristas de la electricidad estén aumentando rápidamente.
Así, el aumento de los precios de la energía se ha convertido en un factor macroeconómico importante en Europa. Sobre una base anual, una duplicación de los precios mayoristas de la electricidad, pasando de unos 50 euros/megawatio hora a 100 euros/MWh, implicaría que los consumidores de la UE pagarían hasta 150.000 millones de euros más por su electricidad (50 euros/MWh por 3.000 millones de MWh). Los elevados precios del gas y la electricidad repercuten en las cadenas de suministro y provocan presiones inflacionistas. Los aumentos drásticos del gasto energético reducirán la renta disponible de los hogares más pobres, debido a su alta propensión al consumo.
La pobreza energética en toda Europa es un problema importante: el porcentaje de personas que declaran no poder permitirse mantener su casa adecuadamente caliente es elevado en muchos países de la UE, como Bulgaria (30,1%), Lituania (26,7%), Chipre (21,0%), Portugal (18,9%), Grecia (17,9%) e Italia (11,1%). Este aumento del precio tendrá implicaciones socioeconómicas.
Si se gestiona mal por parte de los gobiernos, los bajos niveles de almacenamiento de gas y un invierno frío podrían incluso provocar una escasez de suministro. Los altos precios actuales son, por tanto, una señal económica de que hay que controlar la demanda para evitar que la situación empeore durante la estación más fría.
La pregunta clave para los responsables políticos es si esta evolución de los precios es un golpe puntual derivado de una rápida recuperación y del mal tiempo. Esto implicaría que dejar que el mercado funcione a corto plazo es la mejor manera de volver a los precios “normales”. Una intervención gubernamental temporal podría ayudar a proteger a los hogares más vulnerables de las subidas de los precios de la energía. Por ejemplo, los ingresos adicionales procedentes del precio del carbono de la UE y del IVA de la energía podrían devolverse a los ciudadanos en forma de cantidades fijas per cápita.
En nuestra opinión, sin embargo, hay razones más profundas para la alta volatilidad y los excesivos picos de precios. La industria sabe que el sistema energético experimenta una profunda y rápida transformación. Las inversiones en activos fósiles no son sostenibles a largo plazo. Pero los gobiernos aún no se han comprometido con suficiente claridad con un futuro bajo en carbono. Por ello, el equilibrio entre la oferta y la demanda de energía en la UE será volátil en función de la rapidez con que se eliminen los combustibles fósiles y se introduzca la energía verde. Unos compromisos más claros por parte de los gobiernos para introducir fuentes de energía bajas en carbono, por ejemplo, financiando las infraestructuras necesarias y comprometiéndose a fijar precios sustanciales para el carbono en todos los sectores, podrían contribuir a alejar este precario equilibrio. Como el paso a la energía neta cero en emisiones implicará una demanda de electricidad cada vez mayor, los inversores no tendrán que preocuparse por invertir en exceso en sistemas energéticos de baja emisión de carbono. A nivel de la UE, la pronta aprobación y aplicación del paquete “Fit for 55” representaría, pues, una solución más estructural para evitar futuros picos de precios de la energía y garantizar una transición ordenada del marrón al verde.
Artículo publicado en ingés en Bruegel.