El auge de la extrema derecha en EEUU

Jorge Tamames
 |  22 de noviembre de 2016

La sala se llena de saludos hitlerianos al grito de «Hail Trump!». El ponente, Richard Bertrand Spencer, acaba de terminar un discurso en el que exhorta a sus seguidores a «conquistar o morir», carga contra la Lügenpresse –término con el que los nazis denigraban a la prensa– y se pregunta si los periodistas son seres humanos. Antisemitismo de manual: no en una reunión clandestina de neonazis, sino en pleno Washington, D.C.

El vídeo, publicado por The Atlantic el 21 de noviembre, ha conmocionado a Estados Unidos. Pero no es más que otro ejemplo de la popularidad que está ganando el ultranacionalismo en el país. Tras una campaña xenófoba y racista y una victoria electoral inesperada, Donald Trump se ha convertido en la gran esperanza blanca de la extrema derecha. Los atentados racistas se han disparado en las últimas semanas.

 

 

Spencer es un buen punto de partida para intentar entender este movimiento: la derecha alternativa o alt-right, como él mismo la bautizó. Preside un think tank dedicado «a la herencia, identidad y futuro de las personas de descendencia europea en EEUU y el mundo». El Southern Poverty Law Center, una ONG antirracista, describe a Spencer como «una versión con traje y corbata de los supremacistas blancos de antaño». Su sueño es construir «un etno-Estado que sirva como punto de referencia para todos los europeos». Para eso sería necesario realizar «limpieza étnica pacífica» en EEUU.

No todos los extremistas detrás de Trump son nazis mal disimulados. Muchos ni siquiera se molestan en esconder sus orígenes. Rocky Suhayda, presidente del Partido Nazi Americano, considera que la elección de Trump es «una verdadera oportunidad» para que los nacionalistas blancos se hagan oír. El blog The Right Stuff inició la costumbre de escribir los nombres de judíos destacados (((entre tres paréntesis))) para subrayar su identidad. Podcasts como Weimerica (yuxtaposición de «América» y la «República de Weimar») y The Daily Shoah (juego de palabras con The Daily Show, un programa de humor progresista, y Shoah, término con que muchos judíos refieren al Holocausto) no dejan dudas sobre la orientación política de sus tertulianos.

Muchos de ellos tampoco son recién llegados a la política estadounidense. Stormfront, VDARE, American Renaissance y otros portales llevan años promocionando el supremacismo blanco. El Ku Klux Klan, que apoyó la candidatura de Trump, probablemente sea el grupo terrorista más infame y antiguo del país.

El paraguas de la alt-right no cubre exclusivamente a neonazis. En la derecha ultramontana también se puede encontrar a tecnolibertarios frustrados que han abrazado la «neorreacción» de Mencius Moldbug. O «activistas por los derechos del hombre»: ultramachistas que claman contra el feminismo. O conspiracionistas como Alex Jones, que desde Infowars sugiere que el 11 de septiembre fue una operación encubierta, al tiempo que apoya al candidato republicano (Trump, adicto a la rumorología y la prensa amarillista, se deja querer). O pirómanos de las redes sociales como Milo Yiannopoulos, que se quejan, con el mismo victimismo que critican, de una cultura de «corrección política» en la que todos se ofenden por todo.

El Columbia Journalism Review señala que «no está claro que el “movimiento” alt-right se pueda calificar como tal», y advierte contra la tendencia entre muchos periodistas a exagerar su importancia: «Se arriesgan a convertir una subcultura online difusa en un movimiento político sólido». Hasta la fecha la alt-right no se ha compuesto de camisas pardas, sino de foreros anónimos y adolescentes amargados en redes sociales como Reddit4chan o Twitter, que amenazan de muerte a quien les lleve la contraria, empleando un torrente de odio racista y machista, pero sin llevar a cabo acciones en el mundo real. Más allá de un fuerte desprecio hacia cualquier valor progresista, la democracia en general y los conservadores tradicionales, a los que consideran unos vendidos, la extrema derecha no comparte una agenda definida. El propio Spencer, en 2013, hablaba en conferencias a las que asistían cuatro gatos. Cuando Hillary Clinton pronunció un discurso denunciando la extrema derecha, muchos de sus miembros lo consideraron un éxito mediático.

La victoria de Trump altera esta situación. Ahora la alt-right cuenta con un presidente que refleja su ultranacionalismo y medios de comunicación desde los que hacerse oír. El caso más destacado es el de Breitbart News, fundada en 2007 por el agitador reaccionario Andrew Breitbart con el fin de movilizar a un público para el que Fox News no resultaba lo suficientemente derechista. Tras su muerte, en 2012, la web pasó a manos de Steve Bannon, que en agosto presumía de haberla convertido en «la plataforma de la alt-right». Ese mismo mes, Bannon se hacía con las riendas de la campaña de Trump. Tras su victoria, el multimillonario xenófobo le ha nombrado «consejero estratégico». Bannon se define como un «nacionalista económico» y no un «nacionalista blanco», pero su historial sugiere lo contrario. Breitbart.com, por su parte, tiene previsto abrir oficinas en París, Berlín y El Cairo.

A juzgar por los nombramientos que Trump está realizando, Bannon no será el único extremista en su administración. El exgeneral Michael Flynn, nombrado asesor de Seguridad Nacional, promueve bulos islamófobos y teorías conspirativas. Jeff Sessions, senador por Alabama y futuro fiscal general, es el prototipo de supremacista blanco sureño. En una ocasión observó que el KKK «estaba bien hasta que descubrí que fumaban hierba». En 1986 el Senado le denegó el permiso de ejercer como juez en Alabama, por considerarle demasiado racista.

Independientemente del perfil que tenga el resto del equipo de Trump, la ultraderecha ya ha ganado la partida. En el transcurso de un año ha pasado de ser una fuerza marginal a estar dentro de la Casa Blanca. Si antes no tenía sentido prestar a la extrema derecha la atención que reclamaba, ahora su ascenso supone un motivo de alarma tanto dentro como fuera de EEUU.

1 comentario en “El auge de la extrema derecha en EEUU

  1. Lo cierto es que da miedo..la incertidumbre es máxima con semejantes personajes.

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