Corea del Norte probó recientemente un misil balístico intercontinental que puede lanzar “múltiples cabezas nucleares” a “cualquier objetivo” en Estados Unidos, desde Hawái hasta Florida. El mensaje para los líderes estadounidenses fue claro: a Pyongyang se le presiona, al menos no sin arriesgarse a un intercambio nuclear devastador.
Es fácil entender por qué los gobernantes de Corea del Norte se aferran a su disuasión nuclear. Para ellos, las armas nucleares son una cuestión de supervivencia. Sin los medios para amenazar a EEUU y a sus aliados con represalias masivas, Kim Jong-un y su círculo íntimo se sentirían mucho más vulnerables a la presión externa, con el peligro incluso de un cambio de régimen por la fuerza en el horizonte.
¿Pero qué pasaría si EEUU ofreciera al régimen norcoreano una forma de mantenerse en el poder que no dependiera de las armas de destrucción masiva? ¿Podría Pyongyang aceptar una desnuclearización “permanente, verificable e irreversible” si se le presentara la combinación adecuada de incentivos políticos, económicos y de seguridad?
«El precio de un acuerdo de paz con Pyongyang sería, casi con toda seguridad, demasiado alto para que cualquier dirigente estadounidense lo considerara seriamente»
En un reciente artículo para The International Spectator, analizamos lo que le costaría a EEUU convencer a Corea del Norte de que la desnuclearización es el camino más seguro y atractivo. Llegamos a la conclusión de que el precio de ese acuerdo de paz con Pyongyang sería, casi con toda seguridad, demasiado alto para que cualquier dirigente estadounidense lo considerara seriamente.
El problema central es que, para que Corea del Norte opte por la desnuclearización, sus dirigentes deben recibir una enorme cantidad a cambio. Lo más importante es que Pyongyang debe tener garantías de que la desnuclearización no disminuirá ni la seguridad nacional ni el control del régimen sobre el poder.
Tenemos motivos para considerar que ningún líder estadounidense podría dar a Corea del Norte tales garantías en el actual clima político.
¿Qué pasaría, por ejemplo, si un presidente estadounidense en ejercicio propusiera retirar las fuerzas estadounidenses de Corea del Sur o Japón para que una Corea del Norte desnuclearizada pudiera sentirse segura en su propio barrio? ¿Cuál sería la respuesta si se pidiera al Senado de EEUU que ratificara un acuerdo nuclear que contuviera pólizas de seguro para Corea del Norte –como permitir una breve “transición”– de que las disposiciones del acuerdo se mantendrían?
«La reciente prueba de misiles es un recordatorio de que todas las iniciativas diplomáticas dirigidas por EEUU hacia Corea del Norte han fracasado»
Lo más probable es que esos términos sean inaceptables para una parte decisiva de la clase política estadounidense. También lo sería cualquier acuerdo nuclear que exigiera a EEUU repudiar el objetivo de un cambio de régimen, normalizar las relaciones diplomáticas con Pyongyang y proporcionar apoyo económico a una dictadura brutal. Sin embargo, estas concesiones son el mínimo que Corea del Norte esperaría a cambio de renunciar a su premio nuclear.
Esta es la razón por la que llamamos a Estados Unidos un “pacificador cojo” en la península de Corea: el abismo es demasiado grande entre lo que se puede esperar que Corea del Norte exija a cambio de la desnuclearización y lo que los líderes estadounidenses interesados están dispuestos a ceder.
La reciente prueba de misiles de Corea del Norte es un recordatorio de que Pyongyang representa una grave amenaza para la seguridad regional. Sin embargo, también es un recordatorio de que todas las iniciativas diplomáticas dirigidas por EEUU hacia Corea del Norte han fracasado. En el futuro, las potencias regionales –sobre todo Japón y Corea del Sur, cuya seguridad se ve aún más afectada por el programa de misiles norcoreano– deberían reconocer las limitaciones de la influencia estadounidense y desarrollar sus propias propuestas para desnuclearizar la península.
Artículo publicado originalmente en inglés en The International Spectator, la revista del Istituto Affari Internazionali (IAI).