Alexandria Ocasio-Cortez en la presentación de la "Green New Deal" en febrero de 2019 /ALEX WONG/GETTY

El ecologismo se abre paso en los partidos de izquierda

Pablo Castaño
 |  3 de abril de 2019

La demócrata Alexandria Ocasio-Cortez dejó helado al Congreso de Estados Unidos el 27 de marzo con una de sus intervenciones más apasionadas sobre cambio climático. Desde la llegada de esta joven camarera a la Cámara de Representantes, la necesidad de un Green New Deal, una transformación masiva del sistema económico para ralentizar el cambio climático, ha entrado por primera vez en el corazón de la agenda política estadounidense… y europea.

Los discursos de Ocasio-Cortez se han convertido en fuente de inspiración para activistas y políticos de izquierdas en toda Europa, que parecen ir aceptando que el ecologismo debe ser un eje central de sus programas y sus discursos en vez de una nota a pie de página. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el giro ecologista experimentado por partidos como el Partido Laborista británico o Podemos en España supone una maniobra retórica más o una verdadera transformación de sus prioridades políticas.

La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon fue el primer gran partido de la izquierda europea en abrazar el ecologismo como un eje central de su propuesta política, hace ya tres años. Durante su espectacular campaña presidencial de 2017, Mélenchon desarrolló mitin tras mitin un ambicioso plan de transición ecológica, incluyendo tanto una expansión masiva de las energías renovables como la promoción de la agricultura ecológica. Al contrario de partidos como el francés Europa Ecología y Los Verdes alemanes –capaces de pactar con el partido de Angela Merkel–, el discurso de Mélenchon subraya la incompatibilidad entre el modelo económico neoliberal y la transición ecológica, ya que esta exige una amplia intervención pública en la economía.

Por su parte, Ocasio-Cortez le ha dado una vuelta de tuerca populista al discurso sobre cambio climático, señalando la responsabilidad de las grandes empresas petroleras y la contradicción entre sus intereses económicos y el derecho de toda la población a mantener un planeta en condiciones adecuadas para la vida humana. Esta línea la expuso la periodista Naomi Klein en su libro Esto lo cambia todo, que también explica cómo los problemas medioambientales afectan especialmente a minorías étnicas, mujeres y a la clase trabajadora, ligando el ecologismo con otras luchas políticas. Parece que el ecologismo liberal que responsabiliza a los ciudadanos del cambio climático (“si no pones bombillas de bajo consumo y no reciclas, tus hijos sufrirán sequías y catástrofes naturales”) está dando paso a un ecosocialismo que se toma en serio los informes científicos: solo una rápida profunda transformación de la economía mundial, comparable a la que se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, permitirá reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar las peores consecuencias del cambio climático (ya es tarde para detener el proceso).

Durante el año 2018, en gran parte gracias al movimiento Fridays for Future iniciado por la estudiante sueca Greta Thunberg, la fiebre ecologista se ha extendido a otros partidos de la nueva izquierda europea surgidos o transformados tras la crisis de 2008, como el Partido Laborista de Jeremy Corbyn y Podemos. Si bien Corbyn ya habló de una Green New Deal en 2016, la cuestión del cambio climático quedó relegada durante la campaña electoral de 2017. Las cosas han cambiado en los últimos meses: en febrero, Corbyn y su responsable económico, John McDonnell, se reunieron con un asesor de Ocasio-Cortez y anunciaron una propuesta para un Green New Deal británico.

En España, los portavoces de Podemos han incorporado el ecologismo a su discurso ante las elecciones generales de abril, repitiendo que “el futuro será morado (feminista) y verde”. Esta retórica contrasta con la de las elecciones de 2016, en la que los panfletos que explicaban el plan de transición energética del partido se centraban en anunciar una bajada del precio de la luz, dejando el objetivo de reducción de emisiones en un segundo plano. Otras formaciones de la izquierda española, como Más Madrid o Barcelona en Comú, también parecen inclinarse por un discurso ecologista, que intenta ligar la necesidad de enfrentarse al cambio climático y otros problemas ambientales con la justicia social y el feminismo, un eje central de la izquierda española desde la huelga de mujeres de 2018.

 

La difícil tarea de politizar el cambio climático

A pesar de estos indudables avances, todavía no está ganada la batalla por que la justicia climática se convierta en un eje central para la izquierda política –que además solo es el primer paso para hacer realidad un programa de transición ecológica realista. El gran problema para politizar la lucha contra el cambio climático es el enorme contraste entre la magnitud del desafío y la transformación económica necesaria, por un lado, y el cortoplacismo inherente a la política electoral, por otro, que hace muy complicado introducir problemas de largo plazo en el debate. ¿Cómo superar esta enorme dificultad?

Mélenchon y Ocasio-Cortez, cada uno con su estilo, son quienes más han avanzado en esta difícil tarea, tomándose en serio el concepto de justicia climática. No se trata de que “todos” hagamos un pequeño esfuerzo para proteger el medioambiente –un discurso que disimula la gravedad del problema y oculta la responsabilidad de las élites– sino de organizar colectivamente una transformación profunda de la economía, que ralentice el cambio climático y beneficie a las mayorías sociales.

La posición de Francia Insumisa a favor de los ‘chalecos amarillos’ es un ejemplo práctico de este ecologismo popular: frente al intento del presidente Emmanuel Macron de castigar a los residentes en zonas rurales y ciudades pequeñas con más impuestos sobre la gasolina, los insumisos han propuesto reformas para que sean las grandes empresas y los más ricos quienes paguen el coste de la transición ecológica. Los ataques de Ocasio-Cortez a las grandes empresas que se benefician de la economía de los combustibles fósiles también son un buen ejemplo de cómo empezar a articular la mayoría necesaria para poner en marcha su Green New Deal. Una vez que se ha señalado la mayor responsabilidad de las élites, es más fácil para estos líderes recordar que la transición ecológica también exige modificar ciertos comportamientos de amplias capas de la sociedad, como reducir el consumo de carne o los viajes en avión.

La influencia del ecologismo será determinante en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses: la justicia climática ya ocupa un lugar central en los primeros mensajes de Bernie Sanders para las primarias demócratas de 2020. Sin embargo, incluso si candidatos de izquierda comprometidos con la justicia climática llegasen al poder (algo que parece poco probable en la mayoría de países), sería necesario un amplio movimiento social que defendiese el Green New Deal frente a los intereses de las grandes empresas e inversores que se enriquecen con las energías fósiles. Por eso, también hay que estar atentos a las calles, donde el movimiento Fridays for Future está empezando a construir la esperanza de un planeta habitable para su generación y las siguientes.

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