Alicia Bárcena dirige la Cepal desde julio de 2008, cuando trabajaba en Naciones Unidas, en Nueva York. Ha sido investigadora y profesora en la Universidad Autónoma de México, su país de origen. Licenciada en Biología, es máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard.
Tiene una agenda de vértigo. Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), acaba de volver a Santiago de Chile, donde se encuentra la sede central del organismo que dirige. Viene de Davos, toca presentar uno de los documentos clave de Cepal. Hace un mes fueron las Perspectivas económicas de la región, esta vez el Panorama social. Bárcena es firme y serena al mismo tiempo. Resolutiva. Generosa en el tiempo. Comprometida. Celebra los avances de la mujer en la región, sin dejar de cuestionarlos.
María José Martínez Vial. Acaban de presentar el Panorama social de América Latina 2014. ¿Cuál sería la fortaleza de la región y cuál la asignatura pendiente?
Alicia Bárcena. En primer lugar vemos que la región ha realizado esfuerzos muy importantes para reducir la pobreza y la pobreza extrema desde 1990, y de alguna forma, logró hacerlo.
Lo que sucede ahora es que apreciamos un estancamiento de esa reducción. Entre 1990 y 2014 la pobreza bajó del 48,4 al 28 por cien y la pobreza extrema del 22,6 al 12 por cien. En términos de número de personas, en 2002 en la región había 225 millones de personas en la pobreza y hoy hay 167 millones.
¿Qué nos preocupa? Nos preocupa que en los últimos tres años, sobre todo desde 2012, se ha estancado la reducción de la pobreza, e incluso ha habido una leve alza de la pobreza extrema. De este modo, podríamos decir que la fortaleza es la reducción de la pobreza, y la preocupación saber si esta reducción se va a mantener y si veremos disminuir la pobreza todavía más.
Quizá el otro gran asunto en este programa es la medida complementaria de pobreza multidimensional. Estamos analizando vivienda, servicios básicos, educación, empleo y protección social. Y hemos visto que entre 2005 y 2012 la pobreza en la región bajó del 39 al 28 por cien.
MJMV. ¿Qué se considera pobreza extrema en América Latina?
AB. Nosotros la medimos a partir de la canasta alimentaria básica de cada país. Cuanto dinero requiere una persona para cubrir sus necesidades básicas alimentarias.
MJMV. ¿La pobreza sigue teniendo rostro de mujer?
AB. Sí. Porque de cada persona pobre 1,4 son mujeres y 1,7 son niños. Es decir, tiene rostro de mujer y de niño.
MJMV. Han pasado 20 años desde la conferencia de Pekín. En el caso concreto de las mujeres, ¿qué ha cambiado? ¿Cuáles son los avances?
AB. En América Latina y el Caribe han cambiado muchas cosas. En primer lugar hay que destacar que Pekín coincidió con los primeros años del retorno a las democracias de muchos países de la región, después de dictaduras muy duras. Y eso fue generando un consenso impulsado en gran medida por el colectivo de mujeres, porque gran parte de los gobiernos democráticos tuvieron una enorme participación de las mujeres en la apertura misma hacia la democracia.
En segundo lugar, la creación de mecanismos de adelanto de las mujeres, que ahora ya han llegado a niveles ministeriales y en gran medida a ser parte del gabinete social. Y también obviamente procesos de transversalización de una perspectiva de igualdad de género en ministerios sectoriales.
Ha habido avances institucionales, ha habido avances políticos. Ha habido avances sociales. Sin duda la mujer hoy es mucho más educada. Incluso más que el hombre. Pero la verdad es que en América Latina seguimos teniendo importantes brechas.
La autonomía económica es la parte más atrasada de la vida de las mujeres, porque hay una desproporción muy grande entre la independencia económica masculina y la femenina. Muchas mujeres siguen en casa sin protección social ni salarios.
MJMV. ¿Qué opina de la propuesta de que el trabajo doméstico sea remunerado? ¿Se están analizando ese tipo de propuestas en América Latina?
AB. Desde luego que sí. Estamos en una reflexión de ese tipo. Nosotros pensamos que el trabajo doméstico en sí debería ser remunerado y debería existir un apuntalamiento del Estado para poder lograr y liberar el tiempo de las mujeres. Porque de lo que se trata es de liberar el tiempo de las mujeres para que, dado que tienen mayor educación, puedan acceder al mercado laborar con más tranquilidad. El hombre accede al mercado laboral pero la mujer no porque es la que se queda detrás del trabajo doméstico.
Y no solo hablamos de la remuneración en sí. También de las oportunidades de poder entrar al mercado de trabajo en sectores con mayor innovación, con mayor conocimiento. Es decir, no se trata de pagar a las mujeres para que se queden en su casa, sino de que las mujeres puedan acceder a otros mecanismos dentro del mercado laboral, a otros sectores, a otras áreas.
MJMV. Y que puedan conservar su autonomía cuando llega la vejez.
AB. Exacto. Además deben tener acceso a la pensión, a la protección social, que es fundamental… Aquí en América Latina hay muchos avances en materia de protección social. Prácticamente todos los gobiernos están dando a las mujeres acceso a la pensión universal, aunque no hayan tenido un trabajo remunerado. Y eso ha sido muy importante en materia de igualdad.
Ahora, en este reporte, nosotros estamos mostrando algo muy importante, y es que si las mujeres tuvieran el mismo acceso al mercado laboral y a los salarios del hombre, la pobreza se reduciría en promedio entre un punto porcentual y 10 puntos, en función del país. Por ejemplo en Bolivia podría mejorarse 10 puntos porcentuales la pobreza y en Argentina un punto porque las mujeres están más integradas. Este es un punto clave que estamos subrayando en este informe: si tuviéramos una proporción más equitativa, más igualitaria entre los hombres y las mujeres en el mercado laboral, las variaciones serían importantísimas.
MJMV. Países como Chile o Uruguay, que uno imagina más avanzados, son países en los que la feminización de la pobreza ha crecido. ¿A qué se debe?
AB. En parte tiene que ver con los ingresos y la diferencia en el mercado laboral. Nos parece muy relevante cómo lograr mayor igualdad en esa situación.
Aquí nosotros hacemos un análisis muy importante en el caso de Uruguay. ¿Qué está pasando en relación a la mayor pobreza o no? En realidad nosotros vemos que las tasas de empleo femeninas han aumentado. No necesariamente los ingresos, esa es la cuestión. Eso es muy determinante para la pobreza. Si los menores quintiles de ingreso son los que menores remuneraciones tienen pues se dispara la pobreza femenina.
Y también hay lugares donde las mujeres son jefas de hogar. Tenemos el caso de Honduras, Nicaragua, El Salvador, donde hay una gran cantidad de migrantes que dejan atrás sus hogares con mujeres. Ahí aumenta realmente la proporción.
MJMV. ¿Y qué pueden hacer los gobiernos?
AB. Bueno, tres cosas. Una, regular los salarios de manera tal que las mujeres ganen lo mismo que los hombres, a trabajos similares y a educación similar. Hoy por hoy las mujeres todavía reciben un menor salario ante un mismo tipo de empleo, nosotros calculamos que en torno a un 30 por cien en promedio.
En segundo lugar, que el Estado exija a las empresas tener centros de economía del cuidado, donde las mujeres puedan dejar a sus hijos o a las personas que dependan de ellas y donde también el hombre participe de manera conjunta en las economías del cuidado, para convertirla en una cuestión de carácter igualitario.
Y en tercero, creo que hay que ampliar los programas de capacitación en ocupaciones a las que la mujer pueda acceder. Las tecnologías de la información (TIC), por ejemplo.
Nosotros hicimos un estudio muy importante de TIC y mujeres y vimos cómo estas todavía están en fases poco productivas o de menor productividad, en gran parte porque los hombres no las promueven en la capitación. Y por otro fenómeno que conocemos como el rush hour, la hora punta: la mujer tiene que salir corriendo para estar con los niños y no se puede quedar hasta tarde. Esos dos fenómenos le corresponden al Estado, sí, pero también a las empresas.
MJMV. ¿Cuáles son las características del mercado laboral femenino en América Latina?
AB. Nosotros vemos con preocupación que el mercado femenino está más vinculado al sector servicios, que obviamente es un mercado de menor productividad; también trabajan más por cuenta propia, porque eso les da una mayor flexibilidad y tienen menos ingresos. En general la mujer no accede a los mejores empleos.
MJMV. ¿Hay mujeres en los consejos de las multilatinas?
AB. En realidad creo que hay un esfuerzo importante. En el Foro Económico de Davos de enero de este año se dio bastante importancia al asunto del género y eso fue muy buena noticia. Y muchas de las empresas, sobre todo las multinacionales, empezaron a publicar en sus ejercicios el número de mujeres que participa. Y había hasta cierto orgullo en el hecho de tener cada vez más mujeres en los sitios de decisión, en los boards, los consejos, las direcciones. Pero yo creo que todavía estamos muy lejos y muy por detrás.
MJMV. Sin embargo, desde aquí vemos cómo organismos internacionales como el que usted dirige están encabezados por una mujer, cómo hay mujeres presidentas en Argentina, Chile, Brasil…
AB. Nosotros hablamos de tres autonomías: la autonomía política, que es la participación de las mujeres en la toma de decisiones y donde se ha avanzado mucho en varios temas. Uno, en los gabinetes ministeriales, aunque en la última ronda de nuevos gobiernos bajó un poquito la cuota de nuevas mujeres. En América Latina no hay cuotas o paridades obligatorias, pero está empezando a haber cuoteos políticos en los partidos.
Ahora bien, en autonomía política, si también metemos en el asunto de la toma de decisiones a las empresas, nos faltan datos y registros.
Asimismo, está la autonomía física, que para nosotros tiene dos vertientes, una es la violencia física contra la mujer y la otra, los derechos sexuales y reproductivos. Y la verdad es que nos preocupa mucho este debate.
En la parte de violencia se ha legislado, tenemos medidas, mejores marcos institucionales y legales, pero no por ello ha disminuido la violencia. Sigue siendo alta en países concretos y específicamente la violencia intrafamiliar y la causada por las parejas, es decir, el feminicidio, sigue siendo elevado.
Donde están complicadas las cosas en América Latina es en el acceso a la salud sexual y reproductiva. Ahí tenemos un gran problema. Un problema de sociedades conservadoras, por ejemplo, donde el aborto no es aceptado en ninguna circunstancia, otras donde el aborto es aceptado cuando la salud de la madre está en peligro y algunas más donde hay una mayor apertura a una elección libre, pero pocos países entran en esta última categoría.
MJMV. Hemos visto algún caso terrible y muy mediatizado de menores a las que se impedía interrumpir un embarazo incluso a riesgo de perder la vida. ¿Qué puede hacer la Cepal ante estas situaciones?¿Pueden intervenir de algún modo?
AB. Nuestro papel es plantear una agenda normativa de universalidad de derechos, por ejemplo. Para nosotros eso es fundamental. Y creemos que la mujer tiene que tener un acceso total a ejercer sus derechos. Uno de ellos es el derecho a su cuerpo. Su cuerpo es su territorio. Aunque no tenemos instrumentos para obligar a que se haga o no, sí tenemos y podemos apelar a los gobiernos.
Por último, el asunto más rezagado en la región creo que es la autonomía económica, donde están las diferencias en el mercado laboral, en los ingresos… Y yo diría que es ahí donde hay que trabajar más. Y en los activos, el acceso de la mujer al crédito, al financiamiento… Esa es una de las cuestiones que necesitamos apuntalar sin duda.
MJMV. Diez años de la Ley de Violencia Integral de Género en España. ¿Hay legislaciones similares en América Latina o iniciativas en estudio?
AB. Sí. Hay iniciativas muy interesantes. La iniciativa brasileña ha sido fundamental, una legislación muy fuerte en relación a la violencia integral de género. Yo creo que, obviamente, las leyes no son suficientes, pero sí una condición necesaria para poder avanzar. Hay 11 países que ya han tipificado el feminicidio en sus legislaciones, por ejemplo. Entre ellos, Brasil, Chile… Varios países sitúan ya la violencia en un lugar prioritario de su agenda.
Hay que romper el silencio estadístico, porque lo que no se mide no existe, y eso es lo primero que estamos haciendo nosotros en América Latina. Y que las mujeres se sientan bien tratadas, porque a veces no hablan por miedo. Creemos que tenemos que sacudir la conciencia social y las conciencias también de los hombres, para sensibilizarlos contra la violencia machista.
MJMV. ¿ La llegada de mujeres al poder beneficia a las demás mujeres?
AB. Yo creo que nos beneficia mucho. Como mujeres líderes tenemos más sensibilidad sobre los asuntos de género, sin lugar a duda. Eso lo he visto en la práctica, lo he visto claramente en mi vida profesional. Obviamente también hay mujeres que no son sensibles a la cuestión de género, hay de todo.
En la Cepal yo he hecho del género una política y a veces mis pobres colegas brincan, porque yo aquí heredé una cultura muy masculina. Pero creo que poco a poco vamos aprendiendo juntos lo importante que es la diversidad en los equipos. No solo hombres y mujeres, diversidad en términos de nacionalidad, género, de cultura en fin. De profesiones incluso.
Pero sí creo que, por ejemplo, presidentas como Michelle Bachelet, una mujer de enorme sensibilidad, están totalmente abocadas con esto. También Dilma Rousseff. Ambas han luchado por las propias mujeres además de luchar en lo social.
Se requiere un compromiso. Por ejemplo, uno de los grandes legados del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, es que logró rebasar incluso la cuota del 50 por cien de mujeres en todas sus designaciones de alto nivel en la ONU. Y yo tengo que quitarme el sombrero porque él lo dijo y lo hizo.