Las recientes elecciones presidenciales en Corea del Sur auguran cambios importantes en las relaciones exteriores de la cuarta potencia económica de Asia. La victoria del conservador Yoon Suk-yeol, de 61 años, por tan solo siete décimas, supondrá un cambio de estrategia respecto a su vecino del norte, China, Estados Unidos y Japón, según avanzó durante su campaña electoral el nuevo inquilino de la Casa Azul, la residencia oficial de la presidencia surcoreana.
Yoon, un recién llegado a la política surcoreana tras haber pasado los últimos 27 años de su carrera profesional como fiscal, quiere dar un giro a la política exterior de su país en respuesta a la labor de diálogo y mano tendida que ha desarrollado su predecesor, el progresista Moon Jae-in, hacia sus vecinos. Una estrategia que en su opinión ha fracasado porque no ha dado ningún rédito al país.
Respecto a Corea del Norte, un asunto clave en la agenda de todo presidente de Corea del Sur, Yoon ya ha advertido de que mantendrá abierta la puerta del diálogo, pero también que buscará una paz “basada en una fuerte postura de defensa nacional y no en la sumisión”. Unas declaraciones que responden a su idea de dar un golpe de timón tras el fracaso de las conversaciones y cumbres intercoreanas que impulsó su predecesor Moon con el líder norcoreano, Kim Yong-un, y que no han desembocado en ningún resultado positivo para pacificar la península coreana.
La realidad es que las conversaciones intercoreanas se estancaron tras la fallida cumbre entre Donald Trump y Kim en Hanói en el 2019. Desde entonces no ha habido avances y las amenazas del régimen de Pyongyang van en aumento. En lo que va de año, Corea del Norte ya ha llevado a cabo nueve lanzamientos de proyectiles balísticos, incluido un nuevo tipo de “misil hipersónico” capaz de maniobrar a alta velocidad. La tendencia inquieta en Seúl, al igual que el hecho de que en abril se cumplen 110 años del nacimiento del fundador del régimen, Kim Il Yung, efeméride que Pyongyang podría celebrarlo con nuevos lanzamientos de misiles.
«Yoon busca dar un golpe de timón tras el fracaso de las conversaciones y cumbres intercoreanas que impulsó su predecesor, sin resultados positivo para pacificar la península coreana»
Hasta ahora, Yoon no ha hecho más que esbozar las grandes líneas de la estrategia que pretende seguir respecto al vecino del norte, pero está claro que se trata de mantener una línea dura. Ha subrayado su voluntad de fortalecer el ejército surcoreano, para que esté preparado incluso para lanzar un ataque preventivo si observa actitudes ofensivas de Pyongyang. Ha prometido que no aliviara las sanciones, ni preparará un tratado de paz, hasta que Corea del Norte no realice avances significativos hacia una desnuclearización completa y verificable. Un proceso al que ha condicionado, asimismo, la ayuda económica.
Se trata de una actitud que sugiere un retorno a las relaciones hostiles de la época de la guerra fría. Hasta ahora, Kim permanece en silencio, lo que impide averiguar hasta qué nivel de empeoramiento retrocederán las relaciones intercoreanas. En Seúl, los analistas más pesimistas apuntan que podría alcanzar los niveles de crisis de 2017, cuando Pyongyang realizó una serie de agresivas pruebas de misiles y ensayos nucleares y Washington y Seúl respondieron con maniobras frente a la frontera norcoreana.
Pero Yoon no solo pretende cambar la política respecto a Corea del Norte, sino que también quiere modificar las relaciones con China y Estados Unidos. Hasta ahora, los inquilinos de la Casa Azul habían hecho malabarismos para mantener una estrecha alianza de seguridad con Washington, al tiempo que sostenían una creciente relación económica con Pekín. Sin embargo, esta época parece que llega a su fin.
Yoon está dispuesto a romper este sutil equilibrio de Seúl con las dos superpotencias. Ha afirmado públicamente que quiere ser más duro con China y estrechar la cooperación con EEUU. Una declaración de intenciones que seguramente elevará la tensión en la región y afectará a la economía surcoreana.
«Hasta ahora, los inquilinos de la Casa Azul habían hecho malabarismos para mantener una estrecha alianza de seguridad con Washington, al tiempo que sostenían una creciente relación económica con Pekín»
El nuevo presidente conservador ya ha anunciado que quiere desplegar un segundo escudo de defensa antimisiles estadounidense THAAD para defenderse de las amenazas norcoreanas. Una iniciativa que con toda seguridad reproducirá las protestas chinas que provocó la instalación de este sistema defensivo en 2016. Por entonces, Seúl y Pekín se enzarzaron en una disputa diplomática que duró un año y que provocó un boicot de productos surcoreanos en China, lo que obligó a cerrar numerosos establecimientos, entre ellos el 90% de los establecimientos del grupo Lotte. El panorama podría reproducirse en los próximos meses, con una China mucho más poderosa que entonces.
La instalación del escudo antimisiles THAAD no será, seguramente, el único motivo de fricción entre Seúl y Pekín. La voluntad de Yoon de cooperar más estrechamente con la alianza de seguridad QUAD, que aglutina a EEUU, Australia, India y Japón, y así contrarrestar la creciente influencia china en la región del Indo-Pacífico, también afectará al diálogo entre Corea del Sur y el gigante asiático. Sin duda, la iniciativa deteriorará aún más las relaciones entre los dos países y repercutirá de forma negativa en la economía surcoreana, en la medida en que China es el principal socio comercial de Corea del Sur.
Yoon ha declarado, no obstante, que aspira a tener una relación de “respeto mutuo” con Pekín, y desde la capital china le han respondido que están a la espera de trabajar con el nuevo gobierno surcoreano, simple y llanamente. La declaración presagia tiempos de tensión entre China y Corea del Sur, principal aliado de EEUU en la zona junto a Japón. Respecto a este último país, el nuevo líder surcoreano solo aspira a mejorar algo unas relaciones que hoy son casi glaciales, debido a los conflictos sobre la ocupación nipona antes y durante de la Segunda Guerra Mundial.
Han sido solo siete décimas las que han llevado a Yoon Suk-yeol a la presidencia de Corea del Sur, pero esa cifra tan pequeña augura grandes tensiones en la península coreana y en toda la región de Asia oriental.