Solo un 49% de los votantes socialdemócratas estiman que Schulz es el presidente que el SPD necesita. GETTY

Dudas en la socialdemocracia alemana

Marcos Suárez Sipmann
 |  18 de enero de 2018

El partido socialdemócrata alemán (SPD) se resiste a volver a gobernar con Angela Merkel. La socialdemocracia no se decide por estar atravesando una profunda crisis. Fundado hace 150 años, el partido es el más antiguo de Alemania. Obtuvo un flojo resultado en las pasadas elecciones y eso tiene mucho que ver con su desgaste como socio menor de los conservadores. Además, las negociaciones para formar gobierno están siendo complicadas y controvertidas.

A fines de 2016, en el SPD sumaban 433.000 afiliados; a mediados de los años noventa, 831.000. Pese a ello, hoy día sigue teniendo más que la Unión Cristianodemócrata (CDU). Financieramente, a la socialdemocracia le va bien: es el partido alemán con los mayores ingresos. Entre las fuentes más importantes se cuentan las cuotas de los afiliados (unos 50 millones de euros en 2014) y los fondos estatales que cada partido recibe. En 2016, el SPD recibió unos 50 millones de euros del Estado, que se orientan por el número de votos del partido en cuestión en las elecciones europeas, para el Bundestag y en los estados federados. Sin embargo la formación, como otras, viene perdiendo afiliados. Una señal más de alarma.

El que se reedite o no la gran coalición está en manos del congreso extraordinario del SPD este domingo 14 de enero en Bonn. Según una encuesta de Infratest dimap difundida por la cadena pública ARD, el 69% de los alemanes cuenta con que el SPD dé luz verde a la gran coalición en el congreso.

El presidente socialdemócrata, Martin Schulz, “asegura que vale la pena”. Tras los comicios había rechazado de plano la alianza y quiso pasar a la oposición. Ahora cree que se trata de “mejorar Alemania y Europa”. Su cambio de postura se debió al fracaso del primer intento de coalición de Merkel, una alianza frustrada entre conservadores, liberales y verdes.

Schulz trata de animar a las bases del partido para aceptar el preacuerdo alcanzado. Según el expresidente del Parlamento Europeo, en la ronda de negociaciones el SPD consiguió “un montón” de objetivos, como el compromiso de estabilidad en las pensiones, mejoras en las ayudas familiares y una reducción de cargas a los trabajadores, así como inversiones millonarias en educación y sanidad.

Consiguió asimismo una reducción gradual del impuesto de solidaridad (el llamado “Soli”) por un total de 10.000 millones de euros hasta 2021. Es el impuesto creado con la reunificación, que buscaba transferir riqueza a los Bundesländer de la exRDA para equilibrar el nivel de desarrollo entre el este y el oeste del país.

Sin embargo, quedaron fuera del paquete sus reivindicaciones esenciales. Entre otras, el aumento fiscal a los ingresos más altos o la reforma hacia un sistema sanitario más igualitario.

Los empresarios criticaron los planes de política financiera del eventual futuro gobierno y criticaron la falta de incentivos para una reforma fiscal más competitiva. Saludaron, en cambio, un aumento de la inversión en educación y la ampliación de la red de banda ancha en el país, y el reconocimiento de la importancia de Europa.

En este contexto, Alemania se compromete a aumentar las contribuciones al presupuesto europeo para fortalecer las finanzas de la UE. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, alabó los planes para profundizar la cohesión de Europa “en todos los niveles” para una UE más transparente y cercana a los ciudadanos.

Lo más doloroso para el SPD es que el partido hermanado con la CDU, la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), salió como gran vencedor del preacuerdo, ya que logró imponer las restricciones que exigía en política migratoria, en un claro gesto hacia su electorado tradicional. Para la CSU, debilitada tras los comicios, esto era importante ya que en otoño se celebrarán elecciones regionales en Baviera.

 

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Debate intenso

Schulz ha aceptado negociar por responsabilidad ya que sostiene que sin el SPD Alemania “es hoy ingobernable”. En todo caso, ha dejado abierta la posibilidad de que a media legislatura se pueda “evaluar” lo conseguido por la nueva gran coalición.

Pero el escepticismo interno en la socialdemocracia aumenta y con él las críticas para lograr introducir más cambios favorables al SPD. El debate que enfrenta a los que respaldan el preacuerdo y los críticos, el ala izquierda, es muy intenso. Entre los detractores destacan las Juventudes Socialdemócratas (Jusos, abreviatura de Jungsozialisten, jóvenes socialistas). Se han movilizado para tratar de bloquear lo acordado. Su presidente, Kevin Kühnert, de 28 años, no quiere “seguir como hasta ahora”, cuando lo que Alemania y Europa necesitan son nuevos impulsos, nuevas políticas. Bajo el lema “Por un SPD claro y creíble”, rechazan otra GroKo (Grosse Koalition) en las redes con #NoGroKo.

Kühnert se resiste a restringir el rechazo a una cuestión generacional. “Es un fenómeno transversal”. Así, hay sectores reacios como las direcciones del partido en varios estados federados (Bundesländer) como Sachsen-Anhalt (Sajonia-Anhalt), Thüringen y Berlín. Un Land clave para recabar apoyos es Nordrhein-Westfalen (Renania del Norte-Westfalia) porque de él proviene casi un cuarto de los casi 600 delegados que votarán este domingo.

Si el congreso extraordinario da el visto bueno a las negociaciones de coalición, y es lo más probable, conservadores y socialdemócratas empezarán a negociar un acuerdo que se someterá a referéndum por las bases del SPD. Más de 400.000 militantes. No obstante, la dirección del SPD ha empezado a observar con sorpresa y preocupación que no todas sus basen hacen lo que la cúpula quiere.

 

La canciller espera

No es la primera crisis que Merkel logra superar: euro, Grecia, bancos… A ella se unen otras como la relativa pobreza de muchos alemanes de avanzada edad, la exasperante lentitud en la digitalización del país y el elevadísimo precio de los alquileres. Y ante estas nuevas crisis la canciller parece carecer de respuestas. Un ejecutivo en minoría no se ha ensayado nunca en Alemania, y Merkel lo rechaza. La peor crisis de todas es la que puede denominarse de democracia. En el nuevo Bundestag (de 709 escaños) se sientan 92 diputados de una derecha populista que verían una repetición de las elecciones como una oportunidad para pescar aún más votos en el río revuelto de la inestabilidad.

Mientras tanto, y como prevé la Constitución, Merkel sigue como canciller federal en funciones y descarta que se puedan renegociar los “puntos clave” del preacuerdo con los socialdemócratas para una nueva gran coalición. Afirma que el consenso alcanzado tiene ya “considerables concesiones”. Como mucho, se podrían “reformular” algunos puntos.

En un escenario político con seis grupos parlamentarios no pocos socialdemócratas temen que el SPD podría caer en la irrelevancia política si participa en otra gran coalición. El 20,5% obtenido fue pésimo. Las últimas encuestas indican que podría caer por debajo del 20%. Existe también un desencanto ante lo que se considera falta de liderazgo de Schulz. Solo un 49% de los votantes socialdemócratas estiman que es el presidente que el SPD necesita.

Muchos especularon si había llegado el momento pos-Merkel. Pero vuelve a imponerse la experiencia política de la mandataria. Con su pragmatismo producto de una mezcla de flexibilidad y determinación ha negociado con el SPD. Con prudencia, otras de sus características, se dispone a esperar.

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