En 1915, un grupo de mujeres se reunió en la Haya para denunciar la guerra y reivindicar el papel de la mujer en los asuntos de seguridad. Un siglo después, la agenda de Naciones Unidas “Mujeres, paz y seguridad” es la más reciente expresión de aquel movimiento, que daría lugar a la Liga Internacional de las Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF). No nació allí, sin embargo, la lucha feminista. El rechazo a la Primera Guerra mundial añadió una batalla más a la lista de demandas que mujeres de todo el mundo protagonizaban desde el siglo XIX. Más de cien años después, no parece que esa lista se haya reducido. Se han conseguido avances, pero cada muro que se derrumba muestra nuevos obstáculos. Afortunadamente, en las últimas décadas se han multiplicado los actores implicados y las herramientas de alcance internacional para fomentar la inclusión de la mujer y hacer realidad una premisa tan simple como complicada: sin mujeres no hay paz. A pesar de esto, hay una pregunta cuya respuesta todavía muestra claros déficits: ¿dónde están las mujeres en la ONU?
Los datos oficiales de Naciones Unidas revelan un paisaje desalentador: en el mejor de los casos, un tercio de los participantes en las negociaciones de paz son mujeres. En 31 procesos de paz estudiados entre 1992 y 2011, las mujeres solo representaron un 4% de los signatarios, un 2,4% de los mediadores principales, un 3,7% de los testigos y un 9% de los negociadores. Aunque suene improbable, estos datos han mejorado desde principios de siglo. Pero todavía existen ejemplos recientes de procesos de negociación en los que ni siquiera ha existido participación femenina: Zimbabue (2008) e Irak (2010). En el seno de Naciones Unidas se han desarrollado, a día de hoy, ocho herramientas específicas para llevar a cabo el programa de “Mujeres, paz y seguridad”. Desde la Resolución 1325 a la Resolución 2242 han pasado quince años y los esfuerzos se centran ahora en poner en práctica lo desarrollado sobre el papel.
En el año 2000, la Resolución 1325 ponía sobre la mesa cómo los conflictos armados incidían negativamente sobre la brecha de género: desde la falta de protección hacia mujeres y niñas hasta su exclusión en la prevención, la resolución y el mantenimiento de la paz. Si ampliamos el campo de visión, vemos cómo en todos los ámbitos relacionados con la seguridad internacional el marco general es similar. Si a nivel global el número de parlamentarias se sitúa en torno a un –escaso– 22%, en países en conflicto el porcentaje baja cuatro puntos. Y solo un 3% del personal militar de mantenimiento de paz y un 10% del personal policial son mujeres. Sin olvidar que las mujeres no son solo víctimas, sino que también participan en el ejercicio de la violencia.
“Aumentar la representación de la mujer en todos los niveles de adopción de decisiones de las instituciones y mecanismos nacionales, regionales e internacionales para la prevención, la gestión y la solución de conflictos” fue y sigue siendo el objetivo de la 1325. Su mayor logro ha sido la coordinación con ONG y grupos de la sociedad civil, como WILPF, y conseguir que alrededor de medio centenar de países hayan desarrollado planes de acción nacional para implementarla, con países como Suecia y Dinamarca a la cabeza. La Resolución 2242 sigue este camino pero de forma más ambiciosa. Liderada por España y Reino Unido, el 13 de octubre de 2015 se aprobó por unanimidad en el Consejo de Seguridad la reactivación de la agenda “Mujeres, paz y seguridad” y con el objetivo de convertir a la mujer en un verdadero agente de paz.
En busca del impacto
Es el momento para que Naciones Unidas se renueve. El proceso de paz en Colombia es una nueva oportunidad para que desde ONU Mujeres se logre una participación real de la mujer y se incorpore el género al proceso de paz de una forma transversal. Se ha creado una subcomisión de género y la sociedad civil está participando activamente pero desde la ONU se debe aceptar que algunas de las herramientas tradicionales están caducadas. Existen nuevos instrumentos que ya se han puesto en marcha y parecen ser efectivos: por ejemplo, la inclusión de mujeres con gran influencia a nivel internacional. Es el caso de Angelina Jolie, quién impartirá un curso sobre el impacto de la guerra en las mujeres. O Emma Watson, que lidera la campaña HeForShe. Ambas son embajadoras de buena voluntad de la ONU y han conseguido un gran impacto mediático.
El objetivo de la ONU no es solo conseguir igualar el número de mujeres y hombres para alcanzar un empoderamiento femenino justo y acorde con los derechos humanos. La presencia de las mujeres en los procesos de paz aumenta la probabilidad de que los acuerdos de paz duren más de una década y permite la incorporación de nuevos temas y perspectivas. La inclusión en los asuntos de paz y seguridad es solo uno de los muchos campos donde trabaja ONU Mujeres, pero también uno de los que más puede hacer por propiciar el liderazgo de la mujer.