En Europa nos enfrentamos a varios retos a medio plazo cuya solución pasa por crecer económicamente. Por una parte, la mitigación y adaptación al cambio climático va a requerir multimillonarias inversiones, muy superiores a las que los países de la UE han realizado en estos últimos años. Por otra, el envejecimiento de la población supondrá que aumenten considerablemente los gastos en salud y pensiones. En ambos casos va a ser necesario que los países de la UE generen un mayor producto interior bruto (PIB) para poder hacer frente a esa avalancha de gastos e inversiones. El problema es que no va a ser fácil conseguir ese crecimiento económico porque la población activa se va a reducir. ¿Es posible crecer más? Sí, indudablemente. Tenemos el ejemplo de otras zonas geográficas, como Estados Unidos, que lo están consiguiendo. No olvidemos que ese país tiene un sistema de gobernanza democrática y unos valores de libertad de empresa similares a los nuestros.
Desde fines del siglo pasado la UE ha tenido un crecimiento de su PIB muy reducido y la productividad casi estancada. Los países en vías de desarrollo han crecido sustancialmente, aumentado su cuota del PIB mundial. Es lógico que así ocurra pues éstos parten de un nivel de riqueza absoluta y relativa muy inferior al europeo. Estados Unidos, por su parte, tenía una cuota del PIB mundial a fines del siglo pasado casi igual que la que tiene ahora (25% según el Banco Mundial). En estos últimos años esta tendencia incluso ha aumentado. Antes de la pandemia el PIB de la UE era el 18% del total mundial; en el año 2022 cayó al 16,6%. En términos relativos ocurre igual. En el periodo 2019-2022 el PIB per cápita de la UE ha aumentado menos de la mitad que el de EEUU.
«Una gran parte de la prosperidad obtenida por Europa se ha debido a la globalización»
¿Qué va a ocurrir en el futuro? ¿Es previsible que la UE no consiga crecer al ritmo de Estados Unidos? La riqueza y la prosperidad viene fuertemente determinada por el uso de los factores productivos tanto en calidad y como en cantidad. Es decir, por una parte, por la cantidad de gente que trabaja y por otra por la productividad de los que trabajan.
Veamos primero que va a ocurrir con el factor trabajo en un futuro próximo. Hay 2 factores relevantes. Por una parte cuánto se trabaja. Según The Economist, en EEUU se trabaja más que en Europa. El nº de horas promedio de trabajo allí durante 2023 fue de 1.811, un 15% más que en la UE. Allí tienen menos vacaciones y menos días festivos que aquí. La tendencia en la UE es a reducir el nº de horas trabajadas (en España, por ejemplo, los sindicatos están pidiendo reducir la semana laboral a 37,5 hrs). Pero además, allí habrá más gente que se incorpore en los próximos años al mercado de trabajo. Es cierto que la población está envejeciendo a ambos lados del Atlántico, pero allí menos que aquí. La tasa de natalidad de Estados Unidos es 1,7 (inferior a la de reemplazo, que es 2,1), pero muy superior a la de los países europeos, como Alemania o España.
El PIB que generan los trabajadores hay que distribuirlo entre ellos y los que no trabajan. En este aspecto también EEUU nos lleva ventaja porque el porcentaje de población dependiente es inferior allí que aquí. Un informe de la ONU del 2022 señala que si en 1970 en Estados Unidos había 4 personas aproximadamente de entre 15 y 59 años por cada persona mayor de 60, en países como Inglaterra, Francia o Alemania era de alrededor de 3. Hoy, la proporción ha disminuido a ambos lados del océano; en estos países europeos es de poco más de 2, mientras que en EEUU es casi de 3.
El segundo de los factores que influye en el crecimiento del PIB es la productividad del trabajo. Numerosos estudios internacionales señalan que desde fines del siglo XX la productividad de USA ha crecido, aunque poco. Pero la de la UE está casi estancada. Es complejo poder determinar que hacer para que la productividad aumente, pero parece que hay consenso entre los economistas de que está fuertemente influida por el capital humano, el capital físico y los avances tecnológicos. En temas de capacitación de la mano de obra, los países occidentales tenemos niveles similares, aunque si atendemos a algunos índices (por ejemplo PISA) en la UE especialmente los países nórdicos parece que estamos mejor que en EEUU.
Veamos el tema del capital físico. Su total viene en gran parte determinado por el volumen de inversión, que a su vez está influido por el tamaño y la profundidad de los mercados financieros. Nuevamente nos llevan ventaja al otro lado del Atlántico. Es ilustrativo que las 10 empresas con mayor capitalización bursátil del mundo son de Estados Unidos y su valor total supera al conjunto del valor de las bolsas de Francia, Alemania y Reino Unido. El norteamericano es considerablemente mayor que la suma de los mercados europeos, que además no están integrados. Es decir, en la UE no hay un mercado (como en EEUU), sino uno en Alemania, otro en Francia…
En temas tecnológicos también Estados Unidos nos ha dejado atrás. El gasto en I+D tanto en términos absolutos como relativos (en proporción al PIB) es superior en EEUU al de la UE. La inmensa mayoría de las patentes mundiales son solicitadas por empresas de EEUU (y de China). En las industrias del futuro (inteligencia artificial, biotecnología, …) las empresas norteamericanas son punteras, muy por delante, en general, de las europeas. En la revista Foreign Affairs se ha publicado recientemente que en el año 2023 empresas norteamericanas de inteligencia artificial atrajeron US$ 26.000 millones en capital riesgo; el segundo país en atracción, China, consiguió bastante menos y Europa en su conjunto incluso menos. En biotecnología el gigante americano atrajo casi el 40% del total de la inversión mundial, mucho más que Europa. Son las empresas grandes quienes, en general, destinan un mayor gasto a I+D. A finales del siglo XX entre las 10 mayores empresas del mundo solo había 4 norteamericanas. Hoy, 9 de las 10 primeras lo son. Otro ejemplo; la UE ha aprobado recientemente un paquete de medidas de apoyo a la informática en la nube por valor de € 1.200 millones. Esto supone el 4% de la inversión anual de Amazon Web Services en estos temas, según McKinsey Global Institute.
La conclusión de todo esto es que es necesario modificar nuestras políticas económicas para que seamos capaces de producir la riqueza que necesitamos para hacer frente a los retos que hemos descrito arriba: cambio climático y envejecimiento de la población.
Dentro de pocas semanas se abre una posibilidad para cambiar esta tendencia. Todos los países de la UE vamos a tener elecciones al Parlamento Europeo, cuyo resultado será determinante para decidir quién será el próximo presidente de la Comisión Europea y del Consejo Europeo. Recordemos que la Comisión Europea es el órgano ejecutivo de la UE. Como tal goza de competencia exclusiva o amplios poderes en materias tales como acuerdos comerciales internacionales, política agrícola común, y política de competencia, entre otras. Además, está previsto que aumenten sus competencias en temas como defensa y mercado único financiero. El Consejo, por su parte, representa a los 27 países miembros y también tiene importantes competencias en la definición de las políticas europeas.
No pretendemos en este artículo hacer una propuesta detallada de políticas y reformas económicas para que pongan en marcha las instituciones de la UE. Además, no podemos olvidar que son los países los que tienen el grueso de las competencias en materia de política fiscal, regulatoria así como los presupuestos para llevarlas a cabo. Pero la UE sí tiene competencias, como hemos señalado más arriba. Nuestra intención es simplemente lanzar tres ideas.
En primer lugar, mantener la globalización. Una gran parte de la prosperidad obtenida por Europa se ha debido a la globalización. Según el FMI Europa es la región del mundo más abierta al comercio e inversión internacionales, casi el doble que EEUU. En Europa necesitamos materias primas y productos acabados que provengan de fuera de nuestras fronteras, bien porque no disponemos de ellos, bien porque sus precios son mucho más competitivos. Pero, además, necesitamos mercados fuera de nuestras fronteras para vender nuestros bienes y servicios (el 44% del PIB de la UE es exportación de bienes y servicios). Es decir, una de las prioridades en política económica de la UE debe ser mantener el sistema internacional que se diseñó con los Acuerdos de Bretton Woods. Ciertamente tiene que haber modificaciones, como por ejemplo por temas de seguridad estratégica; pero es esencial para la prosperidad de nuestros ciudadanos el mantenimiento de la libertad de comercio e inversiones internacionales.
En segundo lugar, profundizar en el funcionamiento del mercado único. Mientras mayor es el mercado mayores las economías de escala y la eficiencia en el funcionamiento del sistema económico. El mercado interior de bienes en la UE aún tiene muchas trabas que deberían suprimirse. El mercado interior de servicios está aún pendiente de construir en muchos sectores como la distribución eléctrica, o ciertos servicios financieros, por ejemplo. Nuestros políticos europeos son conscientes de ello, como muestra el que hayan encargado informes a Enrico Letta (ex primer ministro de Italia) o a Mario Draghi (ex gobernador del Banco Central Europeo) en los que se analizan los problemas y se sugieren soluciones a nivel de la UE.
Y, por último, desregulación. En estos últimos años, se ha producido una avalancha regulatoria por parte de la Comisión, el Consejo y el Parlamento cuyo resultado es dificultar y aumentar los costes de nuestras empresas, especialmente de las pymes. No es solo que ha crecido significativamente la burocracia, sino que las obligaciones de “reporting” de las pymes, entre otras cuestiones, están creciendo muy sustancialmente. Un ejemplo lo tenemos en la recientemente aprobada Directiva sobre Diligencia Debida de las Cadenas de Suministro (CSDDD, por sus siglas en inglés). El objetivo que se persigue esta directiva es loable: prevenir que proveedores de empresas europeas vulneren derechos humanos y medioambientales en países donde se abastezcan dichas empresas europeas. Aunque la obligación legal va a recaer únicamente en empresas grandes, éstas tienen que asegurarse que sus proveedores (que en muchos casos son pymes europeas) cumplan, por lo que indirectamente también les va a afectar. En esta directiva, la carga del control y la prevención se adjudica íntegramente a las empresas, lo que aumentará sus costes y reducirá su competitividad. Los beneficios que se obtendrán, por el contrario, serán para toda la sociedad, por lo que parecería lógico que fuera la sociedad en su conjunto quién lo sufragara.
En definitiva, los nuevos dirigentes de las instituciones europeas que surjan tras las elecciones al Parlamento Europeo deberán prestar atención, y hacerlo rápido, a sentar las bases para establecer políticas económicas y regulatorias que permitan y fomenten un crecimiento de nuestro PIB para poder tener así los recursos necesarios para poder enfrentarnos a los retos que se nos vienen encima. El hecho de que hayan encargado importantes informes como los que hemos mencionado de Enrico Letta y Mario Draghi nos hacen ser optimistas.