PPCh centenario
Un policía hace guardia frente a un emblema del Partido Comunista de China (PCCh) en la Plaza de Tiananmen en junio de 2011 en Beijing, China. FENG LI. GETTY

Del azadón a la robótica, todo bajo control en China

El PCCh muestra a la sociedad china sus éxitos durante su siglo de vida, al tiempo que esconde sus fracasos en un clásico juego de luces y sombras.
Isidre Ambrós
 |  1 de julio de 2021

El Partido Comunista de China (PCCh) celebra el 1 de julio el centenario de su nacimiento y lo hace entre fastos por los logros obtenidos y preocupación por los retos que afronta. Un siglo en el que se ha convertido en una poderosa organización tras haber transformado un país atrasado y agrario en la segunda potencia mundial, sin reparar en costes ni sacrificios. Un protagonismo que sus 92 millones de afiliados y buena parte de la población china le reconocen, al tiempo que obvian que se ha realizado a costa de sacrificar muchos de sus derechos y permitir que el Partido esté presente de forma omnímoda en el país y lo tenga todo bajo control.

La conmemoración llega en un momento importante para los líderes chinos. Se produce en unas circunstancias que permiten a Pekín sacar pecho y a su presidente, Xi Jinping, proclamar que “Occidente está en declive y Oriente en auge”. Una afirmación propiciada por el éxito en controlar con rapidez la pandemia, frente al retraso acumulado por Estados Unidos y los países europeos, así como por el hecho de haber sido la única potencia que cerró 2020 con una tasa de crecimiento positiva. Estos hechos, unidos a los logros sociales y económicos alcanzados durante sus 72 años de gobierno, alientan a los dirigentes chinos a reivindicar la superioridad del “sistema socialista con características chinas” frente a las democracias liberales occidentales.

A pesar de todo, el régimen comunista apuesta porque las celebraciones no contengan grandes promesas. Sus dirigentes son conscientes que el futuro no será de color de rosa. Los problemas internos se acumulan y arrecian las muestras de animadversión en Occidente a la hora de señalar a China como rival sistémico, lo que también puede hacer mella en el gigante asiático. Son obstáculos que el gobierno chino sabe que debe sortear para mantener el alto nivel de desarrollo económico y salvaguardar el bienestar de la población. Se trata, en definitiva, de asegurar la estabilidad social del país, el objetivo primordial e indiscutible de la organización comunista, ya que lo que está en juego es la supervivencia del régimen.

 

«El objetivo primordial del PCCh es asegurar la estabilidad social del país; está en juego la supervivencia del régimen»

 

No resulta extraño pues que el PCCh muestre a la sociedad china sus éxitos durante un siglo y esconda sus fracasos en un clásico juego de luces y sombras. Entre los logros destacan el haber sacado de la pobreza a 800 millones de personas y transformar un país mayoritariamente analfabeto y agrario en la segunda potencia mundial, que pugna con EEUU por el liderazgo tecnológico planetario en ámbitos como la inteligencia artificial o la robótica. Progresos, por otra parte, no exentos de durísimos sacrificios que costaron millones de vidas a la sociedad china.

Estos logros conseguidos después de 40 años de apertura económica que no borran la convulsa época que China había vivido antes bajo el liderazgo de Mao. Unos años caracterizados por grandes purgas, con las campañas del Gran Salto Adelante y de la Revolución Cultural, que se saldaron con millones de muertos. La etapa finalizó con la muerte del “Gran Timonel” en 1976, dando paso a los tiempos de apertura y modernización con Deng Xiaoping y su famoso “socialismo con características chinas”. Con el “Pequeño Timonel”, el país asiático se abrió al exterior y dio los primeros pasos hacia lo que es hoy: una gran potencia.

El partido comunista vivió otro momento importante de cambios, impensables en una formación de ideología marxista, a principios de este siglo. Fue el momento en que el entonces líder, Jiang Zemin, reconoció la importancia de la iniciativa privada y abrió las puertas de la organización a los empresarios y a las profesiones liberales.

Ahora, bajo el liderazgo de Xi, el PCCh vive otro momento de transición. La cúpula comunista concentra sus esfuerzos en construir un Estado donde rija el imperio de la ley, se ponga fin a la corrupción, se estimule el consumo interno –¿quién le hubiera dicho a Mao que su revolución acabaría abrazando las leyes del capitalismo?– y además lidere la innovación tecnológica mundial.

 

Capacidad de supervivencia

La evolución y transformaciones ideológicas del Partido-Estado y de sus dirigentes solo se explican por su enorme capacidad de adaptación, de pragmatismo, con el único fin de asegurar la supervivencia del régimen. Unos cambios en los que ha influido la habilidad de sus líderes para estudiar y analizar los acontecimientos y hacer encajar, a veces por la fuerza, la realidad a sus necesidades y objetivos.

Todos ellos han leído, analizado y diseccionado hasta el último detalle la caída de la Unión Soviética y el fracaso del Partido Comunista de la URSS, con el fin de no cometer los mismos errores y precipitar el fin del régimen. En Pekín consideran que el derrumbe soviético les ha confirmado sus ideas de que la democratización política liberal aceleraría el colapso del régimen de partido único y que el crecimiento económico puede proporcionarles legitimidad política y asegurarles el mantenimiento del poder.

 

«Cada vez son más los intelectuales chinos, dentro y fuera país, que consideran que el Partido está regresando a los años noventa, cuando apenas había límites al poder de sus dirigentes»

 

No obstante, no todos son avances. Cada vez son más los intelectuales chinos, dentro y fuera país, que consideran que el partido comunista está regresando a los años noventa del siglo pasado. Por entonces se combatía el culto al líder, se limitó a dos mandatos de cinco años el liderazgo del Partido-Estado y se estableció que los dirigentes se retiraran a los 65 años. Ahora, todas estas reglas han saltado por los aires con Xi.

El actual presidente acumula más poder que Mao en su mejor época. Ha abolido el límite de los dos mandatos y todo el mundo da por hecho que seguirá en la cúspide del poder cinco años más, como mínimo, tras renovar en el cargo a dirigentes de su confianza que han superado ya la edad de jubilación. A estas iniciativas se ha sumado una campaña anticorrupción que ha afectado a más de 1,5 millones de funcionarios de todos los niveles, incluyendo miembros destacados de la cúpula comunista.

Por ahora, Xi ha visto realizado la primera parte de su “sueño chino”, que es el de lograr la revitalización del país y que este recupere su influencia mundial y se convierta en el nuevo “imperio del centro” del siglo XXI. De momento, el PCCh celebra su centenario sólidamente instalado en el poder. Le quedan, sin embargo, dos importantes retos por superar: que China se convierta en 2035 en una economía de ingresos medios con una sociedad mayoritariamente acomodada y que en 2049, cuando se cumpla el centenario de la fundación de la República Popular, se transforme en una superpotencia económica y política, líder mundial en innovación y nuevas tecnologías.

En definitiva, el retorno de la Gran China (con la isla de Taiwán incorporada), un objetivo al que todavía le faltan varios lustros para convertirse en realidad, si es que los sueños pueden hacerse realidad.

1 comentario en “Del azadón a la robótica, todo bajo control en China

  1. Bueno el artículo, pero estoy en desacuerdo con esta frase «se estimule el consumo interno –¿quién le hubiera dicho a Mao que su revolución acabaría abrazando las leyes del capitalismo?–». Es desconocer el marxismo a un nivel profundo y el papel que la liberación de las fuerzas productivas tiene en el pensamiento de Marx para lograr que la sociedad avance. Nada de eso contradice al socialismo en China. El socialismo no es la pobreza. Al contrario. Es la riqueza administrada sabiamente por el Estado para que su goteo llegue a todos, no sólo al 1% rico, como en «Occidente».

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